Había
una vez un gente que tenía tre hijas. Como se iba de viaje les
preguntó a las mozas qué querían que les traiga. La mayor había
encargau un vestido, la del medio un par de zapatos y la menor una
rosa roja. El padre compró todos los encargos menos la rosa, porque
no había encontrau. Por fin de tanto andar había visto en un jardín
una rosa. Se había entrau no más. Cuando estaba cortando la rosa se
le apareció un sapo tamañote y le dijo que le daría la rosa si la
traía a su hija para que se case con él.
El
hombre se jue muy triste pensando cómo su hija se iba a casar con un
sapo, y cuando llegó a su casa y contó a sus hijas, las dos imillas
mayores, como eran muy codiciosas, se alegraron, y la imilla menor se
quedó triste. Había llegau el plazo, y la imilla menor se había
ido a la casa del sapo. Ese mismo día se casaron y cuando estaban
solas, el sapo se había transformau en un hermoso príncipe. La
imilla estaba muy contenta. A los dos días se jue a visitar a su
tata y hermanas. El Príncipe le había encargau que no avise a naide
que era un príncipe, y que si avisaba cuando güelva ya no
encontraría la casa ni a él, y que tenía que gastar cuatro pares
de zapatos de plomo para encontrarlo. Y que tenía que preguntar por
el Rey Santos.
Como
la imilla les contó a sus hermanas, de güelta encontró la casa
cambiada en un campo. Se puso unos zapatos de y se jue en busca del
Rey Santos. Después de caminar mucho, divisó una casa que había
síu del Sol. Cuando llegó salió su mama y le dijo:
-¡Ay,
hijo!, ha viníu una imilla en busca del Rey Santos. Usté que anda
por todas partes, ¿no lu ha visto?
Después
de mucho andar llegó por último a la casa de los animales. El
cóndor lo había visto al Rey Santos. Se comprometió a llevarle con
la condición que cada vez que se pare, le dé una oveja.
Salieron
con el cóndor. Las tres veces que se paró li ha dau una oveja.
Cuando se paró la última vez, era un campo solitario. Como la
imilla no ha encontráu oveja li ha dau carne de su pierna. Con ésa
el cóndor se había hecho una guitarra y cuando habían llegau, el
cóndor li ha pedíu a la imilla el anillo de casamiento. Dejó a la
imilla y se jue solo a donde estaba el Príncipe. El Príncipe si
había estau casando con otra. Estaban en el convite, cuando el
cóndor entró, se acercó al Príncipe y le preguntó:
Teresa
de Urzagasti, 54 años. Cara Cara. Yavi. Jujuy, 1952.
Nativa
de la Puna. Pastora colla.
Cuento
996. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 072
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