Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 8 de febrero de 2015

El raton .1030

El muerto agradecido

Dice que había una vez un Rey que había quedado ciego. Era ciego. Tenía tres hijos. Y había mandado al mayor a que buscara la vista. Porque una vecina curandera, de las de cuanta, li había dicho que no iba conseguir cura. Que uno de sus hijos tenía que salir a rodar tierra, y a buscarla lejos.
Mandó al mayor con tres cargas de plata, arrieros, mulas, pa que fuera a buscarle la vista.
Fue este niño y en la ciudá vecina si había dedicado al folklore y a la juerga y había gastado la plata y había quedado pobre sin tener qué comer. Trabajaba, que hacía unas changas para vivir.
Al año nu había vuelto y el Rey lo manda al hermano menor. Le dice:
-Andá, hijo, la curandera mi ha dicho que voy a recobrar la vista, dice, si me sopás los huecos del ojo con las lágrimas del pájaro que llora y canta.
-Muy bien, voy a irme -dice.
Había ido y llegado a la ciudá ésa; casualidá, el hermano andaba en esa zona.
-¡Oh!, hermano -dice, ve la desgracia, che -dice. Hi venido acá, mi han robado todo.
En fin, le echó una mentira y lo convidó a divertirse. Y dice que ya gastaron toda la plata y todo lo que traía al vender mulas, arrieros, y todo. Terminaron. Y se quedaron tan pobres como mendigos los dos.
Al año siguiente lo mandó al más chico. Le dice:
-Andate, vos, hijo. Tal vez vos hagás la diligencia, ya que tus hermanos han corrido tan mala suerte.
Si había ido el chico.
Había llegau a la ciudá, y al entrar se sentía mal olor. Había preguntado:
-¿Por qué, qué es ese olor? -dice.
-Es un pobre que si ha muerto y los acredores no permiten que se lo sepulte. Mientras no paguen las deudas, áhi va 'star -dice- hasta que se pudra.
Había llegado al lugar ande iba a parar.
Era muy religioso, el joven. Había ido a la iglesia. Había hablado con el sacerdote, que llame para el otro día bien temprano a todos los acredores. Había hecho venir las mulas, había descargado la plata y había pagado al que le debía y al que no le debía, hasta el último centavo. Si había sepultado ese difunto. La señora del difunto, en agradecimiento, había ido y le dice que Dios li hai de pagar porque si ella no podía, que vaya con Dios.
Había seguido.
En eso si había quedau el hombre, en las alforjas, con poco avío. Y había seguido por los caminos de Dios, y iba, iba, iba, iba. En una de esas -dice, se li había cruzao por adelante de la mula, un ratón grande, coludo. Al rato, otra vez y otra vez.
-¿Qué tiene este animal?
Ya se le sienta adelante y le dice:
-¡Llevame!
-Y páque te guá llevar, hom -que dice, ¿pa que me comás los lazos?
-No -dice, llevame, yo te guá ayudar. Te guá entretener por lo menos.
-¿Y cómo te guá llevar?
-Largame un lazo trenzau.
Le larga un lazo trenzau y áhi había subíu el ratón por sobre el lomo y si había sentau en las ancas de la mula y de allá se li había puesto en el hombro. Y ha sacau una tabaquera y dice:
-Pite, señor.
-No, hombre, yo no sé pitar -dice. Nunca hi pitau.
-No, no, pite, señor.
Ya li había armau un chala -dice, y li había dau.
-¿Pa dónde va?
-Voy -dice- a buscar -dice- el pájaro que llora y canta, para ver si le salvo la vista a mi padre.
-¡Ay! -que dice, ¡es tan difícil conseguir eso, pero si hace lo que yo le digo va andar bien!
Habían llegado, ya se les estaba haciendo la tarde, habían hecho ronda cerca di una casa. Si habían bajado y había atado la mula, había dehensillado, había hecho fuego, la había maníado. Y que dice:
Voy a buscar alguna achura di allá, de la casa de los amigos.
Si había ido el ratón, y si había devuelto con las alforjas -dice- con pan, azúcar, yerba y churrasco. Y había hecho un churrasco y había comido y li había hecho pitar un cigarro.
Al otro día, al alba, ya había 'stau el ratón -dice- con la mula ensillada, el mate cocido listo y el churrasquito chico, pero para que alimente.
Había salido, así. Así habían hecho muchas jornadas, muchas jornadas, hasta que un día le dice:
-Bueno. Vea -que le dice. Yo me voy a quedar aquí. Usté se va ir -dice- a la boca di aquella quebrada. 'Tán dos piedras grandes dandosé botes. Ésas son las malas comadres. Eran -comadres di obligación -dice- y que eran peliadoras y por eso Dios las ha puesto que se den calabazazos. Cuando si abran las piedras, es cuando va a pasar. Va ir áhi a la ciudá de los moros. Va ir y si los moros están hablando, dentre con toda seguridá. Deje la mula áhi y entre. Y si están callados -dice, quedesé hasta que ellos se muevan, porque los moros, si están hablando, están dormidos; y si están callados, están despiertos. Entre -dice- y va ir unos cien metros. Dé la vuelta a la derecha. Está una sala grande -dice. Áhi hay pájaros de todos colores, jaulas. Levante una jaula vieja que está con un pajarito -dice- desplumau, feo. Ésa, levantelá y dése la vuelta callado la boca, ojala que lu hablen, que lu hable su padre, que lu hable su madre, no conteste nada, vuelvasé. Áhi 'tá el caballo de siete colores que usté tiene que subir y una princesa robada que usté tiene que salvar.
Había hecho así el joven. Había ido y si había alzau la jaula del pájaro que 'taba pelajiau, y de vuelta, al ver las jaulas tan hermosas y pájaros tan lindos, se le dio por llevar otra que era di oro y tenía un pájaro hermoso. Y allá, al salir, lu había pisau en el pie a un moro y lu había levantado en el aire. Había ido y lu había puesto en una prisión calzada con espadas en todas partes. Se quería mover y lu hincaban las espadas, dice, y había sentiu que rascuñaban el techo. Rascuñaban el techo, quería mirar, dice, y li hincaban las espadas por todas partes. Hasta que al último que le dicen:
-¡Niño!, ¡niño! -el ratón. ¿Qué hacé áhi?
-Aquí estoy. No me puedo mover. Mi han pillau los moros -dice, y mañana me van a matar. Ya mi han leido la sentencia.
-¿Ha visto? -que le dice. Nu ha hecho lo que yo li hi dicho. Por eso se ve así.
Ya si había largau, dice, del techo en el suelo. Ya si había subíu por las espadas. Y le dio un cigarro pa que pite.
-No, qué voy a pitar.
-No, pite, yo le voy a prender el cigarro. Y pite, y pite. Vea, tome esa cortapluma.
Y le da una cortapluma vieja medio chueca.
Lo había puesto en el bolsillo.
-Aquí mismo lo van a matar, lo van a querer botar los moros. Pero tienen, dice, norma de concederle la gracia, el último pedido a todo el tipo que va a morir. Cuando lo quieran matar, usté digalés que quiere que le ensillen el caballo de siete colores, que le pongan la jaula del pájaro que llora y canta en la mano, y la niña la hija del Rey presa, en las ancas del caballo. Y que dé una vuelta a las cuatro esquinas de la plaza.
Li había dau las instrucciones, al empezar, comu que así había hecho el joven.
Al otro día, dice, lo llevaban con una cadena más de cien moros, teniendoló al caballo, que era un caballo que parecía que iba a volar. Al llegar, dice, a la última esquina, como li había dicho el ratón había sacado la cortapluma.
-¡Qué va cortar esta cadena, esta cortapluma! -una cadena gruesa.
Dice que cuando iba llegando a la última esquina, había sacau la cortapluma y li había pegau un tajo a la cadena y había caído la cadena. Y había rajau el caballo a toda carrera, con el joven, con el pájaro y la niña.
Los moros, dice, qui habían quedau una sola gritería...
En fin, si habían ido. Los seguían, los seguían, dice. Y el ratón, ya que había estado afuera del límite de la ciudá. Que a la mula la castigaba, preparandolá a la mula. La cola parando, si había rajau con él.
-¡Y apure! -dice- que el moro nos sigue. ¡Apure, que el moro nos sigue!
Ya se sentía la albaría de los moros que venían.
Le dice el ratón:
-Bueno, ya 'stamos a salvo de los moros. Ahora -dice sus hermanos si han ido y han cavau un pozo en el desierto. Áhi 'tán vendiendo agua para los viajeros. No se confíe de sus hermanos, sus hermanos no le quieren el bien.
Habían llegado al pozo. Dice:
-¡Hola, hermano! ¡Dichoso de vos que ti ha ido bien! -dice. Himos cavan este pozo para vender l'agua y aquí vivimos -dice. Vení, mirá.
Si había arrimau a mirar y li habían pegau un empujón, lu habían tumbau de cabeza dentro del pozo. De casualidá, dice, a más de la mitá que había quedau un raigón de árboles atravesados. Y viene y si había dado unas cuantas vueltas y había quedado agarrado.
Los hermanos habían subido al caballo, y con la niña y el pájaro si habían ido.
La niña si había enmudecido, el pájaro no cantaba y el caballo no relinchaba, y no sabían ni cómo iban hacer la medicina para salvar al Rey padre.
Áhi 'taba en el pozo y que lo ve asomado al ratón en el bordo del pozo.
-¿Qué hace?
-Y aquí 'toy. Mis hermanos mi han tirau.
-¡Ha visto! -que le dice. ¡Que no li hi dicho que no se confíe!
Ya si había largau el tipo.
-Fijesé, no se largue y vaya y escape y se vaya al fondo. Que se vía el brillo del agua.
-Que no.
Lu había hecho pitar.
-Bueno -li había dicho, agarresé de mi cola yo lo voy a sacar.
-Que no, hom... -dice. Si yo mi agarro de la cola y se me zafa el cuero...
-Que no, hombre -dice, cómo creís.
-Agarrate.
Si había agarrau del ocote y todo, y con la cola si había envuelto la mano. Bueno... Habían ido subiendo y él es que iba ayudandoló con las manos, el ratón.
-Ya que estás aquí hasta estas horas, pitá -le dice el ratón.
-Oh, no, hom... yo no puedo.
-Que vas a pitar diez -que le dice.
-No -dice, yo no puedo.
Y es que si había agarrau con una mano el ratón, dice, y había sacau la chuspa y había armau uno.
-Pitá -le dice.
Lu hizo pitar. Y ya el niño le pegaba unas chupadas que pasaba de la linia.
-Bueno, vamos hacer la última jornada...
Ya había puesto la mano el joven en la tierra y había salíu el ratón.
-Pitá -li había dicho.
-Que no.
Lu había hecho pitar y le dice:
-Bueno, tus hermanos ya van llegando al palacio. Al llegar allá, le van arrancar las plumas al pájaro, no va hablar la niña, ni va relinchar el caballo. Usté va hacer -dice- lo que yo le diga. Y se han ido.
Ni bien había llegado, los hermanos le dicen:
-¡Oh, hermano! -dicen, nosotros te hemos dejau porque no tenemos lazo pa sacarte. Qui ha sido la desgracia que ti has escapau pal pozo -dicen.
-Sí -que dice.
Dice que ya la niña hablaba, que cantaba y lloraba el pájaro y relinchaba el caballo de siete colores.
Que le dice el ratón:
-Al pájaro arranquelé una pluma del ala derecha y cuando el pájaro cante, va llorar. Va a caerle una lágrima del ojo derecho. Sope la pluma y va a pasarle a su padre y digalé: Por la virtú que Dios te dio, recobra la vista padre mío.
Así lu ha hecho.
Li había dicho el ratón:
-No se vaya equivocar, le vaya a poner los ojos cambiados.
Lu había curado y había recobrado la vista el padre. Contento y gozoso si había enderezado y había abrazado al hijo. Li había dado las gracias.
Y li había contado él lo que le habían hecho los hermanos.
Entonce que le dice el padre que pida la pena que él quiera.
Dice el hermano que pedía que se les dé una provincia o una estancia para que vivan tranquilos y si arrepientan de sus pecados.
El hombre si había casado con la niña y estaba gobernando su casa, su estancia. El padre lu había dejado dueño de todo. Un buen día, cuando más feliz estaba, que viene el ratón y le dice:
-Bueno, niño, yo ya me voy a ir.
-Pero, para dónde, hombre -que le dice. Te van a matar.
-No -que le dice, yo no soy ratón. Yo soy un alma, que Dios, Nuestro Señor, me ha mandado que lo salve de los peligros porque usté es un hombre bueno y recto. Soy el alma de ese hombre que usté lu ha salvado allá, de que se pudra por las deudas. Y como no tuve con qué pagarle, con esto le he pagado.
-¡No! ¡No!...
-Adiós.
Si hizo una paloma y se jue pal cielo volando.

Perfecto Bazán, 49 años. Belén. Catamarca, 1968.

Al motivo fundamental del muerto agradecido se amalgaman otros como el de Los malos hermanos.

Cuento 1030. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

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