Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 8 de febrero de 2015

El principe lagarto .1004

Que había una vez un Rey que hacía diez años que era casao, y la señora tuvo un nene, pero bicho. Que era un lagarto. Le salió un lagarto. Pero ella se murió de sentimiento. Entonce ante ella de fallecer, ella le encargó al esposo que tratara de criar al hijo. Después al hijo le llamaban el Príncipe Lagarto. Bueno... Dice, después, que el padre, el Rey, empleó una ama. Ese ama se murió. No lo llegó a criá todo. Dos amas mató. Despué, la última que le crió, ella se puso pezone de hierro, y ésa le crió.
Despué, cuando pasó los año, él se quiso casar. Y un señor muy rico tenía tre hija. Y el Rey lo hizo casar con la mayor. Y ella se murió de miedo. Y lo hizo casar con la del medio y también murió de miedo. Y entonce se casó con la menor.
El Príncipe Lagarto era un lindo hombre encantao, y cuando se ía a acostar, se sacaba ese cuero, la capa de lagarto que tenía.
Y el Príncipe se acostaba siempre en la oscuridá y la señora no lo conocía en forma de hombre.
Despué, apareció una viejita hechicera y le dijo a la señora del Príncipe Lagarto que si ella quería conocer al marío, ella le ía a decir lo que ella tenía que hacer. Y la señora aceutó. Entonce le dijo que para descubrirle la belleza de él, ella tenía que pedir un fogón con brasa, como diciendo que ella tenía frío. Que ella se hiciera la dormida. Cuando él se durmiera, que ella tenía que poner esa cáscara de lagarto en el juego. Pero tenía que ser lejo, que él no tomara el olor, pero la viejita no le dijo eso a la señora. La señora echó al juego el cuero de lagarto ahí cerca.
Y se quemó el cuero. Entonce, él se dispertó disfavorida de ese olor del cuero, y le dijo:
-¡Qué me hiciste, mi señora! ¡Que faltaba sólo treinta días para desencantarme!
Entonce le dijo que él se ía a una ciudá y que nunca más volvía, a la ciudá Que va y no vuelve -ése era el nombre. Y que era muy lejo. Y salió y se fue.
Entonces ella, al otro día, ella cerró el palacio y se fue atrá de él, en su busca.
Caminó mucho. Tanto andar se encontró en la casa del sol. Y salió la madre del sol a encontrarla. Y le dijo qué andaba haciendo. Y ella le dijo que andaba atrás del marido que se había ido a la ciudá Que va y no vuelve. Entonce la viejita le dijo que tal vez el hijo conociera esa ciudá, pero que el hijo era muy malo, que cuando llegara la ía a fundir a ella. Entonce ella le dijo que la escondiera en una parte que no le diera el sol.
Bueno... Llegó el sol, malo con la madre. La madre le dijo que se calmara, que debía de ser cansancio o hambre, o sé, porque se ponía malo. Era porque se daba cuenta que llegó alguien a la casa de él. Entonce él llegó malo, y lo agüenó la madrecita de él. La madre le cebó mate, se sentaron en la mesa y ella le sirvió comida. Y ya se abuenó el sol. Entonce ella le pregunta al hijo, qué él haría si se encontrara una persona extraña en la casa de él. Y él le contestó que la amaría como la amaba a ella. Entonce la viejita le sacó a la señora que le tenía escondida y le presentó al hijo, al sol. Entonce el sol le preguntó qué ella andaba haciendo. Entonce ella le contó que andaba en busca del esposo que se fue a la ciudá Que va y no vuelve.
Entonce el sol le contestó que él andaba en toda parte pero que no sabía esa ciudá. Que la que podía saber era la luna. Que él se encargaba de llevarle a la casa de la luna. Ante de salir le dio un regalo el sol, que era un traje muy hermoso, un traje de sol.
Llegó a la casa de la luna. La luna le dijo lo mismo, lo que le había dicho el sol, que no sabía. Y le dijo que el que podía saber era el viento. Y la luna le regaló otro traje muy hermoso, un traje de luna. La luna le llevó y le dejó en casa del viento.
Llegó en la casa del viento. Salió una viejita, la madre del viento, a decirle que el hijo era muy malo, que cuando llegara se ía a enojar. Y ella le decía, que la escondiera. Y la viejita la escondió.
Y llegó el viento, y llegó malo. Y la tenía a la viejita para todos lados, mal. Y él sentía que había algún estraño en su casa. Hasta que lo conformó la madre y se quedó bueno. Entonce, despué que quedó bueno, le sacó a la señora de donde le tenía escondida. Entonce ella sale y le pregunta si él no sabía de la ciudá Que va y no vuelve.
El viento le contestó que él recién llegaba de esa ciudá. Entonce ella le pidió por favor que le llevara a esa ciudá. El viento le dijo que sí, que le llevaba. Y el viento le regaló un mortero de oro con una gallinita y unos pollitos de oro que hablaban. Él la puso en una sillita de oro y la tapó todo para que no le ahogara, y la levantó y la llevó en esa ciudá. La largó en un palacio donde ella iba a vivir.
El Príncipe vivía en frente, en otro palacio. Ya 'taba por casase con otra princesa. Él no sabía nada que ella era la que 'taba en ese palacio.
En la mañana ella se levantó, se puso el traje del sol, y se sienta en el balcón. Entonce vio la criada de la novia del Príncipe, esa niña que tenía un traje nunca visto. Entonce va y le cuenta a la novia y le dice que le compre al traje, que era muy lindo para cuando ella se case.
Entonce la novia del Príncipe le hizo tratear el traje, si quería vendele. Y la señora le contesta que ella no vende por ninguna plata. Que si ella le da permiso para hablar con el novio una noche, ella le regala no más el traje. Entonce la novia del Príncipe Lagarto le contesta a la criada que no faltaba más, que viniera hablar con el novio de ella. Entonce la criada le dice que eso no es nada, que la deje no más que vaya, que ella le va a dar anestesia en el café, él se duerme y no oye nada lo que ella le dice. Entonce la novia, por tener el vestido tan lindo le dijo que sí.
Entonce a la noche la criada le dio café con anestesia al Príncipe y se durmió. Vino la señora y le habló toda la noche. Le decía que él la perdonara, que ella le quemó el cuero del lagarto por culpa de esa vieja mala que vino al palacio. Y le decía todo lo que había sufrido por buscarle. Toda la noche se pasó llorando sobre la cama de él, y él no se despertaba. Hasta que llegaba el día y ella tenía que retirarse de ahí.
Al otro día la señora vistió el traje de luna y se sentó en el balcón. El traje de luna era más hermoso que el traje de sol. Entonce la criada le vino a decir a la novia que esa señora tenía un traje tan hermoso, que se lo tenía que comprar para cuando se case.
Entonce la novia le hizo tratear el traje, por cualquier precio. Ella le contestó que no le vendía por plata. Que si ella le da permiso para hablar con el novio una noche, ella le regala. La novia no quería pero la criada le dijo que no era nada, que ella le vuelve a dar anestesia y el Príncipe no sabe nada. Y le dijo que sí. Y ella recibió el traje de luna.
Y esa noche fue la señora y volvió a decirle todo al Príncipe. Y lloró toda la noche, y el Príncipe no se despertó. A la madrugada se fue ella muy triste.
Al otro día la señora sacó la gallinita y los pollitos de oro y el mortero, y se sentó en el balcón. La gallinita y los pollitos hablaban y se movían de un lado para otro.
Entonce la criada de la novia le dijo que esa cosa tan preciosa la tiene que comprá para su casamiento. Y le tratearon a la señora y ella contestó lo mismo. Entonce la criada dijo otra vez que eso no era nada, que ella le ponía anestesia en el café y el Príncipe se dormía hasta el otro día y no oía nada. Y la novia dijo que sí por interés del mortero, de la gallinita y los pollitos de oro.
Entonce ya era la tercera noche. Y esa tarde la escolta del Príncipe le dijo si él no oía lo que decía esa señora, que venía a pasar la noche con él, que daba lástima como lloraba y lo que ella le decía y que él no contestaba nada. Y entonce el Príncipe se sorprendió y dijo que la quería ver. Y entonce la escolta le dijo que no tomara ese café que le traía la criada, que quién sabe si en ese café no le ponían anestesia.
A la noche, él no tomó el café. Él hizo que tomó, pero despué echó todo. Entonce llegó la señora y conversaron allí, y la reconoció, pero quedó como que ella no era nada de él.
Entonce al otro día hizo un banquete en la casa de la novia para casarse. Entonce la invitó a la señora.
Entonce se sentaron en la mesa. Pusieron una frutera de toda clase de fruta. Y al que ía a ser su suegro nunca comía manzana porque no le asentaba. Entonce el Príncipe le preguntó que por qué no comía manzana. Y le contestó que él no comía manzana por que le ía hacer mal. Entonce el Príncipe Lagarto le dice:
-Si usté no come la manzana porque le hace mal, yo no puedo casarme con su hija porque acá la tengo a mi señora a mi lado.
Entonce, de sentimiento, se matan todo de la familia, y se quedan ellos dueños de todo. Él ya 'taba desencantado.
Y así ella tuvo premio porque anduvo mucho peligrando la vida.

Silveria Pérez, 42 años. Paso de los Libres. Corrientes, 1952.

Lugareña rústica y bilingüe guaraní-español. Buena narradora.

Cuento 1004. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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