Que
había una vez un Rey que hacía diez años que era casao, y la
señora tuvo un nene, pero bicho. Que era un lagarto. Le salió un
lagarto. Pero ella se murió de sentimiento. Entonce ante ella de
fallecer, ella le encargó al esposo que tratara de criar al hijo.
Después al hijo le llamaban el Príncipe Lagarto. Bueno... Dice,
después, que el padre, el Rey, empleó una ama. Ese ama se murió.
No lo llegó a criá todo. Dos amas mató. Despué, la última que le
crió, ella se puso pezone de hierro, y ésa le crió.
Despué,
cuando pasó los año, él se quiso casar. Y un señor muy rico tenía
tre hija. Y el Rey lo hizo casar con la mayor. Y ella se murió de
miedo. Y lo hizo casar con la del medio y también murió de miedo. Y
entonce se casó con la menor.
El
Príncipe Lagarto era un lindo hombre encantao, y cuando se ía a
acostar, se sacaba ese cuero, la capa de lagarto que tenía.
Despué,
apareció una viejita hechicera y le dijo a la señora del Príncipe
Lagarto que si ella quería conocer al marío, ella le ía a decir lo
que ella tenía que hacer. Y la señora aceutó. Entonce le dijo que
para descubrirle la belleza de él, ella tenía que pedir un fogón
con brasa, como diciendo que ella tenía frío. Que ella se hiciera
la dormida. Cuando él se durmiera, que ella tenía que poner esa
cáscara de lagarto en el juego. Pero tenía que ser lejo, que él no
tomara el olor, pero la viejita no le dijo eso a la señora. La
señora echó al juego el cuero de lagarto ahí cerca.
Entonce
le dijo que él se ía a una ciudá y que nunca más volvía, a la
ciudá Que va y no vuelve
-ése era el nombre. Y que era muy lejo. Y salió y se fue.
Caminó
mucho. Tanto andar se encontró en la casa del sol. Y salió la madre
del sol a encontrarla. Y le dijo qué andaba haciendo. Y ella le dijo
que andaba atrás del marido que se había ido a la ciudá Que
va y no vuelve. Entonce la viejita le
dijo que tal vez el hijo conociera esa ciudá, pero que el hijo era
muy malo, que cuando llegara la ía a fundir a ella. Entonce ella le
dijo que la escondiera en una parte que no le diera el sol.
Bueno...
Llegó el sol, malo con la madre. La madre le dijo que se calmara,
que debía de ser cansancio o hambre, o sé, porque se ponía malo.
Era porque se daba cuenta que llegó alguien a la casa de él.
Entonce él llegó malo, y lo agüenó la madrecita de él. La madre
le cebó mate, se sentaron en la mesa y ella le sirvió comida. Y ya
se abuenó el sol. Entonce ella le pregunta al hijo, qué él haría
si se encontrara una persona extraña en la casa de él. Y él le
contestó que la amaría como la amaba a ella. Entonce la viejita le
sacó a la señora que le tenía escondida y le presentó al hijo, al
sol. Entonce el sol le preguntó qué ella andaba haciendo. Entonce
ella le contó que andaba en busca del esposo que se fue a la ciudá
Que va y no vuelve.
Entonce
el sol le contestó que él andaba en toda parte pero que no sabía
esa ciudá. Que la que podía saber era la luna. Que él se encargaba
de llevarle a la casa de la luna. Ante de salir le dio un regalo el
sol, que era un traje muy hermoso, un traje de sol.
Llegó
a la casa de la luna. La luna le dijo lo mismo, lo que le había
dicho el sol, que no sabía. Y le dijo que el que podía saber era el
viento. Y la luna le regaló otro traje muy hermoso, un traje de
luna. La luna le llevó y le dejó en casa del viento.
Llegó
en la casa del viento. Salió una viejita, la madre del viento, a
decirle que el hijo era muy malo, que cuando llegara se ía a enojar.
Y ella le decía, que la escondiera. Y la viejita la escondió.
Y
llegó el viento, y llegó malo. Y la tenía a la viejita para todos
lados, mal. Y él sentía que había algún estraño en su casa.
Hasta que lo conformó la madre y se quedó bueno. Entonce, despué
que quedó bueno, le sacó a la señora de donde le tenía escondida.
Entonce ella sale y le pregunta si él no sabía de la ciudá Que
va y no vuelve.
El
viento le contestó que él recién llegaba de esa ciudá. Entonce
ella le pidió por favor que le llevara a esa ciudá. El viento le
dijo que sí, que le llevaba. Y el viento le regaló un mortero de
oro con una gallinita y unos pollitos de oro que hablaban. Él la
puso en una sillita de oro y la tapó todo para que no le ahogara, y
la levantó y la llevó en esa ciudá. La largó en un palacio donde
ella iba a vivir.
El
Príncipe vivía en frente, en otro palacio. Ya 'taba por casase con
otra princesa. Él no sabía nada que ella era la que 'taba en ese
palacio.
En
la mañana ella se levantó, se puso el traje del sol, y se sienta en
el balcón. Entonce vio la criada de la novia del Príncipe, esa niña
que tenía un traje nunca visto. Entonce va y le cuenta a la novia y
le dice que le compre al traje, que era muy lindo para cuando ella se
case.
Entonce
la novia del Príncipe le hizo tratear el traje, si quería vendele.
Y la señora le contesta que ella no vende por ninguna plata. Que si
ella le da permiso para hablar con el novio una noche, ella le regala
no más el traje. Entonce la novia del Príncipe Lagarto le contesta
a la criada que no faltaba más, que viniera hablar con el novio de
ella. Entonce la criada le dice que eso no es nada, que la deje no
más que vaya, que ella le va a dar anestesia en el café, él se
duerme y no oye nada lo que ella le dice. Entonce la novia, por tener
el vestido tan lindo le dijo que sí.
Entonce
a la noche la criada le dio café con anestesia al Príncipe y se
durmió. Vino la señora y le habló toda la noche. Le decía que él
la perdonara, que ella le quemó el cuero del
lagarto por culpa de esa vieja mala
que vino al palacio. Y le decía todo lo que había sufrido por
buscarle. Toda la noche se pasó llorando sobre la cama de él, y él
no se despertaba. Hasta que llegaba el día y ella tenía que
retirarse de ahí.
Al
otro día la señora vistió el traje de luna y se sentó en el
balcón. El traje de luna era más hermoso que el traje de sol.
Entonce la criada le vino a decir a la novia que esa señora tenía
un traje tan hermoso, que se lo tenía que comprar para cuando se
case.
Entonce
la novia le hizo tratear el traje, por cualquier precio. Ella le
contestó que no le vendía por plata. Que si ella le da permiso para
hablar con el novio una noche, ella le regala. La novia no quería
pero la criada le dijo que no era nada, que ella le vuelve a dar
anestesia y el Príncipe no sabe nada. Y le dijo que sí. Y ella
recibió el traje de luna.
Y
esa noche fue la señora y volvió a decirle todo al Príncipe. Y
lloró toda la noche, y el Príncipe no se despertó. A la madrugada
se fue ella muy triste.
Al
otro día la señora sacó la gallinita y los pollitos de oro y el
mortero, y se sentó en el balcón. La gallinita y los pollitos
hablaban y se movían de un lado para otro.
Entonce
la criada de la novia le dijo que esa cosa tan preciosa la tiene que
comprá para su casamiento. Y le tratearon a la señora y ella
contestó lo mismo. Entonce la criada dijo otra vez que eso no era
nada, que ella le ponía anestesia en el café y el Príncipe se
dormía hasta el otro día y no oía nada. Y la novia dijo que sí
por interés del mortero, de la gallinita y los pollitos de oro.
Entonce
ya era la tercera noche. Y esa tarde la escolta del Príncipe le dijo
si él no oía lo que decía esa señora, que venía a pasar la noche
con él, que daba lástima como lloraba y lo que ella le decía y que
él no contestaba nada. Y entonce el Príncipe se sorprendió y dijo
que la quería ver. Y entonce la escolta le dijo que no tomara ese
café que le traía la criada, que quién sabe si en ese café no le
ponían anestesia.
A
la noche, él no tomó el café. Él hizo que tomó, pero despué
echó todo. Entonce llegó la señora y conversaron allí, y la
reconoció, pero quedó como que ella no era nada de él.
Entonce
al otro día hizo un banquete en la casa de la novia para casarse.
Entonce la invitó a la señora.
Entonce
se sentaron en la mesa. Pusieron una frutera de toda clase de fruta.
Y al que ía a ser su suegro nunca comía manzana porque no le
asentaba. Entonce el Príncipe le preguntó que por qué no comía
manzana. Y le contestó que él no comía manzana por que le ía
hacer mal. Entonce el Príncipe Lagarto le dice:
-Si
usté no come la manzana porque le hace mal, yo no puedo casarme con
su hija porque acá la tengo a mi señora a mi lado.
Entonce,
de sentimiento, se matan todo de la familia, y se quedan ellos dueños
de todo. Él ya 'taba desencantado.
Silveria
Pérez, 42 años. Paso de los Libres. Corrientes, 1952.
Lugareña
rústica y bilingüe guaraní-español. Buena narradora.
Cuento
1004. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 072
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