Diz
que había un rey que no tenía hijos; tenía apenas la Reina. Y diz
que la Reina ha salíu y li ha dicho:
-Che,
yo había querido tener un hijo de este animal, ya que no tenimos
nohotros -y que ese animal era un iguano.
Y
diz que jue a la casa y al poco tiempo se sintió gruesa. Y entonce,
al tiempo que jue a tener familia. Y que había teníu un niño que
era muy lindo, pero que tenía la cola de iguano.
Que
sí, que era malo el niño. Que cuando tenía rabia que daba un
solazo y mataba lo que haiga y s'iba. Hasta que hacía un tiempo
recién volvía. Que la madre 'taba muy afligida.
Por
áhi diz que le había dau rabia con la niña, que le había dau un
solazo y diz que la mató. Y diz que se jue y volvió a los tiempos.
Y
ya le dio otra, la del medio.
Después
que se ha casau con ésa, se ha enojáu, le dio otro colazo y la
mató. Y se mandó a ir otra vez. Y no volvió otro tiempo. Y a los
tiempos volvió y que le dice a la Reina:
Y
la Reina le jue a pedir al Duque, al compagre, la otra niña, la
shulca.
Y le dio la shulca
ahora. No le ha quedau más.
-Bueno,
si vos querís estar conmigo, me vas hacer quemar este cuero, cuando
yo esté dormido -porque él estaba siempre vestido en ese cuero
d'iguano.
Y
entó que le dice que lo haga quemar cuando no lo vaya a sentir él,
porque si no va a hacer un estruendo muy juerte y lo va a despertar,
y eso va a ser para mal de los dos. Que va a ser a la siesta que lo
queme. Cuando él dormía se sacaba el cuero solamente.
Y
en eso que la niña había buscau uno pa que lo quemara al cuero. Lo
mandó quemar lejo, a un negro. Y el negro lo había quemau cerca no
más, y hizo un estruendo muy grande, que lo despertó al Príncipe
de dormido que estaba. Y entó que se había despertau y li había
dicho a la niña:
Y
entó que la niña lloraba mucho y le avisaba a la suedra y al pagre.
Y ahora que dice que se iba ella a buscarlo, que tal vez lu
encuentre.
Y
ya diz que si había ido. Y diz que había ido muy lejo. Y entó,
güeno, en lo que si había cansau qui había llegau la señora,
lejito, y que había parau en la casa di una anciana. Y áhi 'taba
hablando con la viejita y diz que le dice:
Y
ella le dice que no había más novedá que si había casau la
Princesa de ese pueblo con un princeso que ha venido di otra parte.
-¿Me
va a dar permisio pa pasiarme en su jardín?
Que
esta niña había alzáu de su pago tres mudas de ropa como no si
habían visto en ninguna parte, de lindas que eran. Se vistió ella
con un vestíu de esos y se pasió por el jardín de la casa.
Diz
que había salíu la negra de la esposa que tenía ahora el Príncipe
y que había visto a la niña con el vestido que daba almiración. Y
diz que va y le dice:
-Ay,
mi señorita, ha salíu una niña desconocida con un vestíu que usté
con ser princesa no lo ha teníu nunca.
-Andá
decile que me lo venda, que a mí me dice más porque soy Princesa.
Que por precio no vamos a parar, me cueste lo que me cueste.
-Andá
decile a tu señorita que si ella es Princesa yo soy Duquesa y a mí
me dice más el vestido porque es mío. Decíle que si ella quiere
que yo le dé mi vestíu que me deje hablar tres palabras con su
marido, esta noche.
-¿Qué
tiene, mi amita que la deje hablar? Le damos dormitorio a mi amito y
así ella no lo va a poder hablar y usté va a tener el vestido que
no tiene nadie.
Y
diz que le ha dau en una bebida un dormitorio al Príncipe y si ha
quedáu dormido. Y áhi le han dejau entrar a la niña y ella ha dau
el vestíu.
-¡Ay,
ingrato, ahora te hacís el dormido! Desconocido, ya no te acordás
de mí que vengo de tan lejos.
Y
el Príncipe seguía durmiendo y ella se tenía que ir porque sólo
podía decir tres palabras como ella si había comprometido.
El
negro que lo servía al Príncipe había visto eso en escondida y la
había oido a la niña.
Diz
que al otro día la niña se ha vestido con el otro traje que era
mejor. Y ha venido la negra y la ha visto y ha ido corriendo a
avisarle a la Princesa.
-Ay,
mi amita, si el vestido que li ha dado ha sido lindo, ¡más lindo es
éste que tiene ahora esa niña!
-Decile
que me lo venda al vestido, que por precio no himos de pensar, que yo
soy Princesa y a mí me dice más.
-Andá
decile a tu señorita que si ella es Princesa yo soy Duquesa y a mí
me dice más el vestido porque es mío. Decile que si ella quiere que
yo le dé mi vestíu me deje hablar tres palabras, esta noche, con su
marido.
-¡Ay,
ingrato, desconocido, ahora ti hacís el dormido y yo que vengo de
tan lejo a buscarte! Ya no ti acordás de mí y si ha salido la niña.
-Aquí
viene una niña muy hermosa y le habla, le dice que ha veníu de lejo
a buscarlo. A usté le dan dormitorio en una bebida. Mire, cuando le
den la bebida, hagasé el que la toma y redamelá abajo 'e la cama.
La niña llora y se ve que 'tá muy triste. Y el Príncipe 'taba muy
intrigado y quería saber de este misterio.
Al
otro día la niña si ha vestíu con el traje más lindo y cuando la
ha visto la negra ha ido corriendo a decirle a la Princesa.
-¡Ay,
mi amita, si los vestidos que li ha dau la niña eran lindos el que
tiene ahora es mucho mejor! Usté tiene que tener ese vestíu, nu hay
otro mejor en el mundo.
Entó
le dice la Princesa:
-Decile
que me lo venda, que por el precio no himos de discutir, que yo soy
Princesa y a mí me dice más.
-Decile
a tu señorita que si ella es Princesa yo soy Duquesa y que el
vestido me dice más a mí porque soy la dueña. Que yo le voy a dar
el vestido si me deja decirle tres palabras a su marido esta noche.
Y
la negra le avisa a la Princesa lo que dice la niña y le dice que la
deje ir a decir las tres palabras al Príncipe, que total, si le dan
dormitorio él nada sabe.
Entó
el Príncipe no tomó la bebida y s'hizo el dormíu. Cuando llegó la
niña y empezó a lamentarse s'hizo el que se recordó. Y áhi la
conoció a su verdadera esposa, y que corrió y la abrazó. Y que le
dijo:
-Ésa
es mi señora. Yo hi síu casáu en mi pago. Ella me ha veníu al
rastro. Ella me salvó de un encanto. Yo tengo que irme con ella.
Al
día siguiente que el Príncipe hizo juntar a toda la gente, en el
palacio. Y que hizo que viniera esa viejita adonde paraba la niña, y
también la niña. Y que si habían juntáu todos. Y que él había
llevado un candado y dos llaves y había puesto sobre la mesa. Y que
le dice:
-Señores:
No si ha dir ninguno sin darme una satisfación. Yo compré un
candado que tenía una llave. Hi perdíu la llave y he compráu otra
llave. Y después que hi compráu otra hi halláu la primera, ¿cuál
de las dos es la dueña?
-En
mi pago mi hi casáu. Y hi venido aquí, que es muy lejo y me hi
casado. ¿Cuál de las dos señoras es la dueña?
Y
que todos habían golpiáu las manos y que li habían dicho que la
primera era la dueña.
-Bueno,
señora -le había dicho a la Princesa, agora yo me voy con mi señora
a mi casa y queda usté en su casa. Y él se jue con la esposa que lo
había salvado.
Nacioncena
Sasso, 63 años. Los Zazos. Amaicha del Valle. Tucumán, 1951.
Buena
narradora.
Cuento
1002. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 072
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