Era
un viejo que tenía tres hijos. Le dijo el mayor un día:
Entonce
se jue el muchacho. Tomó la carta y se jue por el camino que le
decía el viejito. A poco andar se encontró con un río crecido, muy
crecido. Cuando vio así el río, no se animó a pasar, echó la
carta a l'agua, y agarró y se volvió.
-Cien
pesos -le dijo el muchacho.
Tomó
el camino el muchacho y se jue. Al poco andar dio con el río
crecido. Hizo lo mismo que el hermano, echó la carta al agua y se
volvió.
-¿Ánde
te vas a ir, hijo? ¡Vos sos muy chico! ¡No tenis ánde ir!...
El
muchacho más chico no tenía caballo, no tenía más que una
burrita, así que la ensilló y siguió viaje. Lejo se jue y dio con
el mismo viejito.
-Bueno,
me le vas a llevar esta carta a mi madre. Seguí este camino y vas a
llegar a la casa d'ella.
Y
pasó. Más allá encontró un río de sangre. Pasó lo mismo. Más
allá encontró dos muchachos colgados de la lengua. Más allá
encontró dos toros en un arenal, que 'staban inmóvil de gordos. Más
allá encontró en un pastizal di alfa dos toros que no podían
caminar de flacos. Más allá s' encontró en dos caminos, uno ancho
y lleno de flores, y una sendita angosta llena d'espinas. Y siguió,
y al poco andar encontró la casa 'e la madre del viejito y le
entregó la carta. Ya volvió, y cuando llegó le dijo al viejito:
Entonce
le dijo el viejito que le conversara de lo que había encontrau por
áhi. Y el muchacho le dijo:
-Ésa
es la mala conciencia -le dijo el viejito.
-Mirá,
acá tengo tres yeguas, te las vas a llevar. Estas dos yeguas zainas
van a tener dos potros zainos overos, y esta colorada, un potrío
colorau. A este potrío colorau le vas a poner el potrío
basuriento. Cuando tengan las yeguas los potros, los vas a matar
a todos, con yegua y todo, y sólo te vas a dejar el potrío
basuriento para vos. También te regalo una espada y un pretal.
Entonce
el muchacho se jue a la casa del padre. Entonce le dijeron los
hermanos que qué es lo que había tráido, que qué ganancia había
ganau. Él les dijo que había tráido esas yegüitas, que no había
ganau más. Entonces se empezaron a réirse los hermanos y a
burlarlo. Y lo corrieron de las casas. Entonce él se jue y s' hizo
una casita cerca di un monte. Al poco tiempo tuvieron potríos las
yeguas. Se dispararon al campo. Sólo sí, quedó el potrío
basuriento. Entonce le dijo el potrío basuriento:
-Mirá
-le dijo, a los otros potríos hay que matarlos, de no, ellos los van
a matar a nosotros. Mirá -le dijo, yo me voy a poner en el medio 'el
corral, y voy a pegar un relincho. Todos van a venir a matarte. Vos
te ponís con l' espada al lau 'e la puerta y el que va entrando le
vas cortando la cabeza.
Así
lo hiceron. El potrío se puso en medio 'el corral y pegó un
relincho. Áhi no más se vinieron los otros a matarlo. Entonce el
muchacho se puso en la oría, atrás de la puerta 'el corral y,
animal que iba entrando, lo iba matando. Entonce ensilló el potrío
basuriento y se jueron. Habían caminado unos días. Por áhi, se
encontró una pluma de un pájaro. Se bajó el muchacho a alzarla. Le
dijo el potrío:
-Yo
no sé nada, agora me va a trair el pájaro de esa pluma, y si no me
lo trai, palabra de Rey no puede faltar, le corto la cabeza.
Llegaron
a la oría de una laguna. Entonce le dijo el potrío que áhi venía
todos los días a bañarse el pájaro de la pluma. Entonce le dijo:
-Lo
vamos a esconder. El pájaro cuando se quiere bañar se quita las
plumas del ala, y cuando se meta al agua, corré vos a apreta-selás.
Bueno,
ya cuando llegaron las once del día, más o menos, vieron un pájaro
que venía revolotiando, revolotiando. Y le dijo el potrío:
Vino
el pájaro y se asentó y se empezó a quitar las plumas. En seguida
se tiró al agua. Corrió el muchacho y le apretó las plumas. Y se
encontró el potrío, y lo agarró en l' agua y lo sacó. Y l'
empezaron a dar las plumas que se las fuera poniendo. Una vez que se
las puso, se jue el muchacho y le llevó el pájaro al Rey. Le dice:
-'Tá
muy bien, mi amigo -le dice el Rey. Agora me va a buscar -le dice- el
anío de m' hija que se le cayó a esa misma laguna, hace tres años.
Y si no me lo trae, le corto la cabeza.
-Mirá,
yo me voy a meter abajo 'e l'agua. Si yo no salgo a los tres
borbollones que dé l' agua, tirate vos para que los dos seamos
perdidos.
Cuando
se metió el potrío a l'agua, en seguida dio un borbollón l'agua.
En seguida dio el otro. Y ya no borbollaba más l' agua. Ya 'taba por
tirarse el muchacho, cuando dio el otro borbollón y ya se asomó el
potrío con el anío en la boca. Se fueron y se lo llevaron al Rey.
Entonce,
el Rey l' hizo echar muchísima leña a un horno para quemarlo al
muchacho con el potrío y todo, porque créia que era un brujo.
Entonce,
cuando l'estaban haciendo juego al horno, le dijo el potrío, por áhi
a solas al muchacho:
-Mirá,
los están por quemar, pero no te aflijás. Pedile vos al Rey por las
dos gauchadas que le has hecho, que te deje dar tres galopes ante de
echarte al horno, y que te envuelva en una sábana y que t' eche no
más al horno.
-'Tá
bien, señor Rey -que le dijo. Sólo, sí, le voy a hacer un pedido,
que me deje hacer tres galopes y me eche envuelto en una sábana.
Bueno,
se jue el muchacho a hacer los tres galopes. Cuando vino lo
envolvieron en una sábana y lo echaron al horno. 'Tuvo toda esa
noche en el horno, y al otro día, temprano, mandó el Rey a los
piones que tenía, que fueran a botar lejo esas cenizas. Cuando
fueron y abrieron la puerta 'el horno, se encontraron con el muchacho
vivo, montado en el caballo y los dos más lindos que antes, y con un
hermoso apero que todo era de plata y oro. Así que no tuvo más
remedio el Rey que darle la libertá, que se fuera.
Julián
Aguilera, 39 años. El Saladillo. Pringles. San Luis, 1948.
Se
amalgama a este cuento el de El camino del cielo.
Cuento
1064. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 072
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