Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 8 de febrero de 2015

El potrillo basuriento .1064

Era un viejo que tenía tres hijos. Le dijo el mayor un día:
-Padre, hi dispuesto de salir a rodar tierra.
Ensilló el caballo y se jue. A los pocos días de andar encontró un viejito, y le dijo:
-¿Cómo le va, tata viejo?
-Bien m'hijo, ¿cómo te va a vos?, ¿qué andás haciendo?
-Ando buscando trabajo.
-¿Querís trabajar conmigo? -le dijo el viejito.
-Bueno -le dijo el muchacho.
Entonce le dijo el viejito:
-Le vas a llevar esta carta a mi madre. Tomá este camino derechito y vas a ir a la casa de ella.
Entonce se jue el muchacho. Tomó la carta y se jue por el camino que le decía el viejito. A poco andar se encontró con un río crecido, muy crecido. Cuando vio así el río, no se animó a pasar, echó la carta a l'agua, y agarró y se volvió.
Jue ande 'taba el viejito y le dijo:
-Ya 'toy de vuelta, señor anciano.
-¿Entregastes la carta?
-Sí, sí, la entregué.
-¿Cuánto te debo -le dijo el viejito, cien pesos o un Dios te lo pague?
-Cien pesos -le dijo el muchacho.
Se despidió y se jue pal lau de la casa d'él. Cuando llegó le dijo al padre:
-Yo en diez días m'hi ganau cien pesos.
-'Tá bien, m' hijo.
Entonce el segundo hijo le dijo al padre:
-Yo me voy a ir a rodar tierra también, padre.
-Vaya hijo, que Dios lo ayude -que le dijo. Jue y dio con el mismo viejito.
-¿Para dónde va m' hijo? -le dijo.
-Yo voy buscando trabajo.
-¿Querís trabajar conmigo?
-Bueno -le dijo el muchacho.
-Le vas a llevar esta carta a mi madre. Seguí por este camino y vas a llegar a la casa d'ella.
Tomó el camino el muchacho y se jue. Al poco andar dio con el río crecido. Hizo lo mismo que el hermano, echó la carta al agua y se volvió.
Cuando llegó ande 'taba el viejito le dijo:
-Ya jui y entregué la carta.
Le dijo el viejito:
-¿Qué querís que te pague, cien pesos o un Dios te lo pague?
Y le contestó el muchacho:
-Cien pesos, señor.
Se los pagó el viejito y el muchacho se jue para la casa d' él. Cuando llegó le dijo al padre:
-Ya 'toy de vuelta, padre. Yo también en diez días m' hi ganau cien pesos.
-Muy bien, hijo -le dijo el padre, todo 'tá bien, siempre que Dios te ayude.
Entonce dijo el hermano más chico:
-Yo también, padre, me voy a ir a rodar tierra.
-Entonce le dijo el padre:
-¿Ánde te vas a ir, hijo? ¡Vos sos muy chico! ¡No tenis ánde ir!...
-Sí -le dijo, dejemé ir.
-Bueno -le dijo el padre, que Dios te ayude.
El muchacho más chico no tenía caballo, no tenía más que una burrita, así que la ensilló y siguió viaje. Lejo se jue y dio con el mismo viejito.
-Güenas tardes, señor -que le dijo.
-Güenas tardes m'hijito, ¿qué ándas haciendo?
-Ando buscando trabajo, señor.
-¿Querís ucuparte conmigo?
-¡Cómo no, señor!
-Bueno, me le vas a llevar esta carta a mi madre. Seguí este camino y vas a llegar a la casa d'ella.
Le dio la carta y se jue.
Al poco andar dio con el río crecido. L'orilló un poquito, y dijo:
-¡Obra 'e Dios!
Encaró y pasó. Siguió no más. Más allá encontró un río 'e leche. Otra vez dijo:
-¡Obra 'e Dios!
Y pasó. Más allá encontró un río de sangre. Pasó lo mismo. Más allá encontró dos muchachos colgados de la lengua. Más allá encontró dos toros en un arenal, que 'staban inmóvil de gordos. Más allá encontró en un pastizal di alfa dos toros que no podían caminar de flacos. Más allá s' encontró en dos caminos, uno ancho y lleno de flores, y una sendita angosta llena d'espinas. Y siguió, y al poco andar encontró la casa 'e la madre del viejito y le entregó la carta. Ya volvió, y cuando llegó le dijo al viejito:
-Ya lleví la carta, señor anciano.
Entonce le dijo el viejito que le conversara de lo que había encontrau por áhi. Y el muchacho le dijo:
-Lo primero que encontrí es un río muy crecido con una agua muy turbia.
-Ésa es la mala conciencia -le dijo el viejito.
-Más allá encontrí un río de leche -dice el muchacho.
-Ésa es la leche que mamaste vos, cuando eras chico.
-Más allá encontrí un río 'e sangre -le dijo el muchacho.
-Ésa es la sangre que derramó Jesucristo por nosotros.
-Más allá encontrí a dos colgados de la lengua.
-Ésos son tus hermanos pícaros, que me vinieron a engañar.
-Más allá encontrí dos toros flacos en un pastizal.
-Ésos son los ricos avarientos.
-Más allá encontrí dos toro muy gordo en un arenal.
-Ésos son los pobres bien avenidos.
-Más allá encontrí dos caminos: uno ancho lleno de flores y uno angosto lleno de espinas.
-Ese camino ancho va a la gloria y el camino angosto va al infierno.
-Bueno -le dijo, ¿qué querís que te pague: cien pesos o un Dios te lo pague?
Entonce le dijo el muchacho:
-Prefiero un Dios.
Le dijo el viejito:
-Mirá, acá tengo tres yeguas, te las vas a llevar. Estas dos yeguas zainas van a tener dos potros zainos overos, y esta colorada, un potrío colorau. A este potrío colorau le vas a poner el potrío basuriento. Cuando tengan las yeguas los potros, los vas a matar a todos, con yegua y todo, y sólo te vas a dejar el potrío basuriento para vos. También te regalo una espada y un pretal.
Entonce el muchacho se jue a la casa del padre. Entonce le dijeron los hermanos que qué es lo que había tráido, que qué ganancia había ganau. Él les dijo que había tráido esas yegüitas, que no había ganau más. Entonces se empezaron a réirse los hermanos y a burlarlo. Y lo corrieron de las casas. Entonce él se jue y s' hizo una casita cerca di un monte. Al poco tiempo tuvieron potríos las yeguas. Se dispararon al campo. Sólo sí, quedó el potrío basuriento. Entonce le dijo el potrío basuriento:
-Mirá -le dijo, a los otros potríos hay que matarlos, de no, ellos los van a matar a nosotros. Mirá -le dijo, yo me voy a poner en el medio 'el corral, y voy a pegar un relincho. Todos van a venir a matarte. Vos te ponís con l' espada al lau 'e la puerta y el que va entrando le vas cortando la cabeza.
Así lo hiceron. El potrío se puso en medio 'el corral y pegó un relincho. Áhi no más se vinieron los otros a matarlo. Entonce el muchacho se puso en la oría, atrás de la puerta 'el corral y, animal que iba entrando, lo iba matando. Entonce ensilló el potrío basuriento y se jueron. Habían caminado unos días. Por áhi, se encontró una pluma de un pájaro. Se bajó el muchacho a alzarla. Le dijo el potrío:
-Nu alcís esa pluma, que vas a ser perdido.
Entonce le dice el muchacho:
-¿Qué sabís vos, bruto?
Y l' alzó y se la puso en el sombrero.
Ya lejo, iba pasando por la casa de un Rey. Entonce lo vido la hija 'el Rey, y le dijo al padre:
-Papá, áhi va un hombre que lleva una pluma del pájaro que se los jue de acá.
Entonce lo hizo llamar el Rey y le dijo:
-¿Di ánde saca esa pluma, amigo?
Él le dijo:
-La encontrí en el camino, señor.
Y entonce le dijo el Rey:
-Yo no sé nada, agora me va a trair el pájaro de esa pluma, y si no me lo trai, palabra de Rey no puede faltar, le corto la cabeza.
Bueno, el muchacho no tuvo más remedio que obedecer y salió en busca del pájaro.
Entonce le dijo el potrío:
-¿No te dije que a causa de esa pluma te ibas a ver perdido?
Llegaron a la oría de una laguna. Entonce le dijo el potrío que áhi venía todos los días a bañarse el pájaro de la pluma. Entonce le dijo:
-Lo vamos a esconder. El pájaro cuando se quiere bañar se quita las plumas del ala, y cuando se meta al agua, corré vos a apreta-selás.
Bueno, ya cuando llegaron las once del día, más o menos, vieron un pájaro que venía revolotiando, revolotiando. Y le dijo el potrío:
-Aquél es, tené cuidado.
Vino el pájaro y se asentó y se empezó a quitar las plumas. En seguida se tiró al agua. Corrió el muchacho y le apretó las plumas. Y se encontró el potrío, y lo agarró en l' agua y lo sacó. Y l' empezaron a dar las plumas que se las fuera poniendo. Una vez que se las puso, se jue el muchacho y le llevó el pájaro al Rey. Le dice:
-Acá le traigo el pájaro de la pluma.
-'Tá muy bien, mi amigo -le dice el Rey. Agora me va a buscar -le dice- el anío de m' hija que se le cayó a esa misma laguna, hace tres años. Y si no me lo trae, le corto la cabeza.
Entonce se jueron a la laguna otra vez. Entonce le dijo el potrío:
-¿Has visto que por alzar la pluma, todos los contratiempos que vamos a tener?
El muchacho no le decía nada, se quedaba callado no más, muy triste.
Y se jueron. Una vez que llegaron a la laguna, le dijo el potrío:
-Mirá, yo me voy a meter abajo 'e l'agua. Si yo no salgo a los tres borbollones que dé l' agua, tirate vos para que los dos seamos perdidos.
Cuando se metió el potrío a l'agua, en seguida dio un borbollón l'agua. En seguida dio el otro. Y ya no borbollaba más l' agua. Ya 'taba por tirarse el muchacho, cuando dio el otro borbollón y ya se asomó el potrío con el anío en la boca. Se fueron y se lo llevaron al Rey.
Entonce, el Rey l' hizo echar muchísima leña a un horno para quemarlo al muchacho con el potrío y todo, porque créia que era un brujo.
Entonce, cuando l'estaban haciendo juego al horno, le dijo el potrío, por áhi a solas al muchacho:
-Mirá, los están por quemar, pero no te aflijás. Pedile vos al Rey por las dos gauchadas que le has hecho, que te deje dar tres galopes ante de echarte al horno, y que te envuelva en una sábana y que t' eche no más al horno.
Bueno, en seguida no más que le dijo el Rey:
-Bueno, amigo, apruentesé, que lo voy a echar con caballo y todo al horno.
-'Tá bien, señor Rey -que le dijo. Sólo, sí, le voy a hacer un pedido, que me deje hacer tres galopes y me eche envuelto en una sábana.
Entonce, le dijo el Rey:
-Haga cuatro, también, si quiere, amigo.
Bueno, se jue el muchacho a hacer los tres galopes. Cuando vino lo envolvieron en una sábana y lo echaron al horno. 'Tuvo toda esa noche en el horno, y al otro día, temprano, mandó el Rey a los piones que tenía, que fueran a botar lejo esas cenizas. Cuando fueron y abrieron la puerta 'el horno, se encontraron con el muchacho vivo, montado en el caballo y los dos más lindos que antes, y con un hermoso apero que todo era de plata y oro. Así que no tuvo más remedio el Rey que darle la libertá, que se fuera.

Julián Aguilera, 39 años. El Saladillo. Pringles. San Luis, 1948.

Se amalgama a este cuento el de El camino del cielo.

Cuento 1064. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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