Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 8 de febrero de 2015

El pompiño .1055

Había una vez un viejo que tenía tres hijos. Tenía una quinta de manzanas que producía muchos frutos y se le perdían en la noche. No sabía quién los robaba. Una noche dispuso ponerlo al hijo mayor que ronde la quinta para ver quien robaba. Le dio una guitarra vieja para que no le dé sueño. Tocó un rato hasta que se durmió. Igual se le perdieron las manzanas, y agarró el viejo y le dio una felpa de azotes. Y a la otra noche mandó al del medio. También le dio la guitarra. Tocando hasta tarde de la noche, lo dominó el sueño y se durmió. También le robaron las manzanas y también el viejo le dio otros azotes, y lo corrió a la leña.
A la noche siguiente lo mandó al shulco. Éste se había provisto de una guitarra y un lazo, y se fue a rondar. Tocó la guitarra hasta tarde de la noche y se puso panza abajo en la oscuridá de una planta, y en cuanto siente un ruido en el cerco, miró, y apareció un caballo blanco que empieza a comer las manzanas. Y ya se levantó el muchacho y preparó el lazo y se va sin hacer ruido. Se acerca en donde está el caballo y lo enlaza y lo tira. Abre la puerta. Luego le avisa al viejo que le había pillado al dañino. Entonces el viejo le dice que lo ate en el bramadero hasta que se levante él. Cuando lo estaba el chango, lo habla el caballo y le dice que le deje la precilla desprendida a ver si se salvaba, que en todo peligro que él tenga, él lo va a salvar.
Entonces lo dejó y se va a la cocina hasta que amanece. Entonces el viejo se arma con un hacha y se viene listo para matar al caballo. Llegó, le tiró un hachazo a partirle la cabeza. El caballo da un tirón y se suelta y no lo vuelve a ver más el viejo. Entonces se enoja, agarra el lazo y los hace sonar a azotes a los más grandes por flojos porque no le ayudaron a acomodar el caballo.
Claro, los muchachos del dolor de los azotes dispusieron irse a rodar tierra. Se hincaron al viejo a pedir la bendición, y se fueron por un camino que no habían andado nunca. Entonces el shulco dispone seguirlos. Y éstos durmieron sentados en los montes porque no tenían en qué dormir. A los tres días sienten unos gritos detrás de ellos que les decía que lo esperen, que él era el hermano menor. Y cuando lo vieron los otros, porque por culpa de él estaban sufriendo, lo agarraron a golpes y le pegaron hasta que quedaron cansados y lo dejaron por muerto.
Siguieron caminando y cuando ya se alejaron llega el caballo blanco, y le da tres vueltas y lo ole, y el chango reacciona y sana, quedando más donoso. Y en vez de volverse sigue detrás de los hermanos.
Cuando éstos iban sumamente lejos, sienten de nuevo los gritos de su hermano, que lo esperen. Cuando llegó, sacaron el atacalzón, lo horcaron hasta que murió, y siguieron. Después que se fueron llegó el caballo, le dio de nuevo tres vueltas y lo orinó en cruz y se levantó más donoso. Y en vez de volverse siguió tras de los hermanos. Cuando los volvió alcanzar, determinaron matarlo y quemarlo, y así lo hacen.
Cuando se fueron, el caballo volvió y lo curó de la misma forma y él volvió a seguirlos. Cuando los alcanza no sabían qué hacer porque estaba más simpático, y determinaron dejarlo con ellos pensando que tendría algún arte. Después le untaron carbón en la cara para que parezca más fiero y en la frente le pusieron el nombre de Pompiño. Después de unos cuantos días de viaje llegaron a la casa de una vieja que los recibió muy halagüeña. Ahí lo presentaron como esclavo a Pompiño.
Los hospedan muy bien y después, en la noche, la vieja que era bruja, les dijo que iban a dormir con sus hijas cada uno, y para distinguirlos les puso a sus hijas un gorro con campanillas de oro. En la noche, cuando estaban durmiendo, la vieja estaba afilando un cuchillo para degollarlos y Pompiño la sintió. Se levantó y cambió los gorros de las hijas a sus hermanos, y el de su compañera para él. En seguida, la vieja, por degollar a ellos, degolló a sus hijas, y se fue a dormir tranquila. Cuando Pompiño la sintió dormida, despertó a sus hermanos y les avisó lo que pasaba, para que lo siguieran y se fueran. Se levantaron llenos de susto y se fueron. Pompiño se acomodó los gorros bajo la camisa y siguieron viaje.
La vieja se levanta sol alto a ver los viajeros, y se da con las hijas de ella muertas, y se puso muy enojada. Se puso unas botas que corrían más ligero que el viento y salió a buscarlos. Cuando los iba acanzando, había una raya entre el campo de ella y el del Rey, y ellos se pasaron al otro lado, y no les pudo hacer nada. Entonces le dice el Pompiño que él les dio muerte a sus hijas. Entonces la bruja dice:
-Yo no los lloro perdidos, algún día han de volver acá y van a recibir su merecido.
-No sé señora, no le aseguro -le contestó Pompiño- pero puedo volver.
Siguen hasta que llegaron a una ciudá muy linda y buscaron conchabo en el palacio del Rey. Trabajan los más grandes y Pompiño los atendía en la comida y en la ropa. Entonces ellos salían y el pobre no podía, tenía que estar en la casa. Y por ahí se anoticiaron que le habían robado el cordero astas de oro del Rey y se fueron hasta el Rey, los hermanos, y le dijeron que Pompiño había dicho que era capaz de traerlo.
El Rey lo llamó y le dijo que si era cierto. Le contestó que no, pero el Rey le dijo que a palabra de Rey no podía faltar y tenía que traer el cordero antes de tres días, y sinó le cortaba la cabeza.
Pompiño salió llorando a ver si daba con el paradero de la vieja que lo había robado. Entonces se juntó con el caballo blanco y le dice que porque estaba triste, y él le dijo que los hermanos lo habían malquistado con el Rey. El caballo le dice que no se dé cuidado, que entre los dos harían el trabajo, y que vaya a la misma vieja que robó el cordero, que ella tiene un loro adivino que va a sacar la cabeza y va decir: Vieja, allí viene el Pompiño a llevar el cordero astas de oro.
-Entonces vos te escondés para que no te mate, hasta hacer que la vieja se canse y no te va a molestar más. Después te entrás, y cuando ella ronque, sacás tranquilamente el cordero y te vas.
Así lo hizo el Pompiño y le trajo el cordero al Rey.
Al otro día temprano se levanta la vieja y le pregunta al loro:
-¿Y el cordero?
A lo que contestó el loro:
-Pompiño se lo llevó temprano no más. Yo lo hi estao viendo cuando se lo llevó. Vos me has dicho que te deje de joder, así es que yo no tengo la culpa.
Pompiño se fue hasta el Rey y le entregó el cordero. El Rey quedó muy agradecido, en tanto que los hermanos no, porque querían que la vieja lo matara.
Los hermanos salieron a chupar para ver si tenían otra noticia y así podían deshacerse de Pompiño. Entonces éste aprovechó para lavarse bien la cara con jabón de olor y se puso bien canfle con un gorrito de la vieja bruja que lo quiso matar, paseandosé luego por frente del cuarto que tenía. En ese momento sale la Princesa al balcón y lo mira tan simpático. Entonces le dice a una sirvienta que le diga al joven que por la plata que quiera le compraría el gorro. Entonces él dijo que no se lo vendería de ninguna forma, sólo de un modo, que él quiere ir a la pieza y tocarle la rodilla, para regalarle el gorrito. Entonces la Princesa no quiso, y la negra le dijo que qué le iba hacer, que ella le limpiaría la rodilla. Entonces Pompiño fue a la pieza y le tocó bien la rodilla y le regaló el gorrito. Después se volvió y se pintó como antes para esperar a sus hermanos.
Entonces los hermanos le dijeron que el Rey se había anoticiado que la vieja bruja tenía un loro adivino y que Pompiño era capaz de traerlo. Entonces el Rey quiera o no quiera lo mandó que fuera a traerlo al loro.
Saliendo de la ciudá se encontró con el caballo blanco, y le dijo que comprara pan, queso y vino, que lo llevara y le diera al loro, y así lo hizo. Cuando llegó Pompiño el loro dijo:
-Vieja, allí viene Pompiño a llevarme.
Entonces la vieja lo busca y no lo puede encontrar hasta la tercera vez, que la vieja le dijo al loro que si la seguía molestando lo iba a matar de un palo. Entonces Pompiño, cuando la siente dormir se acerca a conversar con el loro. Le dice:
-Vamos al palacio del Rey.
El loro le contesta:
-De día no voy. Sos muy pícaro, me quieres llevar a mí. Quiero vino, queso y pan.
Comió el queso y el pan y asentó con vino, y el loro se pone medio chumado. Entonces lo convidó de nuevo. El loro le dijo que estaba bien, y se lo lleva. Cuando amanece, la vieja se da cuenta que Pompiño le llevó el loro. Llega al palacio del Rey y le entrega el loro. El Rey se puso muy conforme y los hermanos más enojados salieron a buscarlo para matarlo. Y él aprovechando, vuelve a ponerse el segundo gorro. Y lo vuelve a ver la Princesa con otro gorro mejor que el primero y se interesó, y la manda a la sirvienta para que se lo comprara. Y le dijo que no se lo vendería. Sólo de un modo, que permita que él le toque el muslo y se lo regalaba. Y ella no quiso, pero la negra la hizo consentir. Le regala el gorro, pero primero le tocó el muslo, y se retiró. Se pintó como de costumbre para esperar a sus hermanos.
Cuando vinieron le dijieron al Rey que la vieja bruja tenía un caballo de siete colores bajo de siete llaves, con tranco de una legua, cuidado por una negra bruja adivina. Llama el Rey a Pompiño y le ordena que fuera a traerlo. En el camino se encontró con el caballo blanco y le dijo que vaya donde estaba la bruja y que haga como las otras veces, hasta que se canse la vieja y se duerma. Se entre y le meta la mano en el bolsillo de la pollera, que allí estaba la llave grande, y que se vaya pal lado que se entra el sol, que cuente cuarenta trancos y se pare. Que se le iba aparecer una puerta, que la abra con la llave, que vaya con mucho cuidado y en cada paso estaba una llave, y a las siete estaba el caballo. Así hizo y cuando abre la tercera puerta lo siente la negra, y empieza a gritar; entonces vino la vieja y lo pillaron y lo traen hasta un horcón donde lo atan de pie a cabeza y se van a dormir hasta que amanece. Cuando amanece pusieron una paila de agua, a hervir. La vieja le dice a la negra que se iba para unos compadres a invitarlos para que vengan a comer a las doce. La negra se pone a desastillar un palo para leña y no podía desastillar. Entonces Pompiño le dice que él iba hachar la leña, y mil de ruegos, hasta que le larga una mano. Pero no podía hachar con una mano hasta que la engañó y le largó las dos. Sacó unas astillas, le dijo que se agache a alzarlas, que estaban estorbando. Cuando se agachó, le puso un hachazo y la descogotó al tiro, y con la misma hacha cortó la soga y se puso a salvo. Luego la descuartizó a la negra, la echó a la paila y la dejó lista hasta que venga la vieja. A la cabeza la puso en la cama con palos, imitando el cuerpo. Sacó el caballo y se fue.
Cuando llegó la vieja le dice a los convidados que ésos eran los pucheros de ese pícaro, y la quiere despertar a la negra, y se da cuenta que está muerta, poniendosé a llorar. Se puso las botas y salió a perseguirlo. Cuando pasó la línea, le dice que algún día tendrá que venir a llevarla a ella. La vieja casi murió de rabia viendo que Pompiño le llevaba el caballo. El Rey quedó muy agradecido y los hermanos no hallaron cómo deshacerse de él.
Entonces dispuso Pompiño hacerlos quedar mal a los hermanos ante el Rey. Le dijo que los hermanos le habían dicho que eran capaces de meterse en un horno caliente y salir más jóvenes y donosos que antes. Los llamó el Rey y les dijo lo que sabía. Entonces los hermanos dijeron que no son capaces. Les  ordenó que lo hicieran y les dio un plazo de dos días para cumplir. Los muchachos entraron y se quemaron.
Así se libró Pompiño de sus hermanos. Quedó tranquilo, se lavó y se puso otro gorrito, poniéndosé de novio con la Princesa. Luego se casaron. Hicieron una boda que duró varios días.

Pasó por un zapato roto
para que usté me cuente otro.

Justo Leiva, 42 años. Pagancillo. General Lavalle. La Rioja, 1950.

Lugareño rústico. Aprendió el cuento de un viejo del lugar que era un gran narrador.

Cuento 1055. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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