Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 2 de febrero de 2015

El pescador y el diablo .899

Había una vez un viejito que tenía un perrito y un muchachito. Y el viejito se ocupaba de pescar para poder comer, porque era pobre. Todos los días iba a pescar. Y un día, no podía agarrar ningún pescado. Iban llegando las doce del día y no había agarrado ninguno. Entonce el viejito, furioso de rabia, dijo:
-Siquiera viniera el diablo a ayudarme a pescar.
Y se le apareció un hombre en una mula negra, y le dijo al viejito:
-Acá vengo, amigo, ¿para qué me quere?
-Yo lo desiaba para que me ayude a pescar, porque no puedo agarrar ningún pescado.
-Bueno -le dijo el hombre, traiga la canasta.
Y se la dio y la metió al agua y salió llena de pescado. Y la llenó otra vez. Le dijo el viejito:
-Basta, ya está bien por hoy.
-Bueno -le dijo el diablo, ¿qué me va pagar?
Le dijo el viejito:
-No tengo qué pagarle.
-Cómo, no -dijo el diablo-, tiene un chico y un perrito.
-Bueno -le dijo el viejito.
Como él sabía que siempre llegaba primero el perrito, le dijo al diablo:
-El que llegue primero de los dos se lo voy a dar.
Bueno... ya vienen. Venía muy adelante el perrito, pero se clavó una espina, y el perrito se puso a sacarselá. Y llegó el chico, y pasó, y llegó primero. Entonce dijo el diablo:
-El chico es mío y me lo llevo.
Y lo alzó en anca de la mula y lo llevó. El viejito quedó llorando. Y se fue el diablo para la casa de él. Y allá había un corral lleno de mulas, y entre ellas había una mula blanca. El diablo le dio una plancha de hierro, al chico, y le dijo que la pusiera en el medio del corral. Y cuando amaneciera la plancha rota, lo iba a dejar ir para la casa d'él.
La mulita blanca, todas las noches iba y le pegaba unos golpes con las manos a la plancha. Hasta que una mañana, amaneció rota la plancha.
-Bueno -le dijo el diablo al chico, te agarrás una mula para que te vas para tu casa.
Bueno, el chico entró al corral, y la mulita blanca le hacía señas con las orejitas que la agarra a ella. Y él fue a agarrarla a ella. Entonce le dijo el diablo:
-¿Para qué agarrás esta mula tan flaca? Agarrá otra más gorda.
-No -dijo el chico-, ésta es más mansita.
Y la ensilló y se fue. Entonce, cuando salieron detrás de un bordo, le dijo que se bajara. Y la mulita se hizo una  palomita y lo alzó sobre el lomito y se voló llevando el chico encima. Cerca de la casa del viejito, se asentó la palomita y le dijo al chico que ahí cerca, quedaba la casa del padre. Y le dijo, ya mulita otra vez:
-Mirá, yo te voy a dar una virtú. Con esa virtú, los domingos te vas hacer un caballito blanco. Que te ensille tu padre y te haga correr por la plata que él tenga, que vos vas a ganar.
Bueno... Se llegó el domingo y así lo hicieron.
Corrió unas cuantas veces y ganó el caballito blanco. Así que ganó mucha plata el viejito. Y una vez hizo una carrera depositada para el domingo siguiente. Y cuando se llegó el domingo, le dijo el chico al viejito:
-Mire, mi padre, ahora cuando corra la carrera, la voy a ganar, y entonce va a venir un hombre en una mula negra y me va querer comprar y usté no me venda hasta que no le oferte mucha plata. Bueno, cuando usté me venda, y cuando me quera entregar me saca el freno.
Bueno, una vez que corrió la carrera el viejito con el caballito blanco, ganó la carrera. Y vino un hombre en una mula negra y le dijo:
-Señor, ¿me vende el caballo que acaba de correr?
-No -le dijo el viejito, no lo vendo porque este caballito me da qué comer con las carreras que gana.
-No -dijo el hombre, yo se lo pago en lo que usté quera. Le voy a dar bastante dinero.
Y se lo pago ya.
-Bueno -dijo el viejito.
Y había tomado unos tragos de vino, el viejito, y se había olvidado que le había dicho el chico que lo vendiera, pero sin freno, así que lo entregó con freno y todo. Entonce el diablo lo ensilló y largó la mula d'él. Y esa noche se fue a farriar a la casa de unas niñas. Y se amaneció. Y lo ató al caballito con las riendas colgadas de un monte, como para que no se sacara el freno el caballo.
Al otro día fue una de las chicas a sacar agua de un pozo de balde que había cerca de donde estaba atado el caballo, y cuando la vido el caballo a la chica que se acercaba, le relinchó como diciendo que lo largara. Entonce dijo la chica:
-¡Pobre animal! Tiene sé. Le voy a sacar el freno para darle agua.
Y entonce lo desató. Y le estaba sacando el freno, cuando salió el diablo, y le gritó:
-No me le saque el freno.
Pero se lo sacó no más. Entonce corrió el diablo, pero el caballito se hizo una rana y se largó al pozo. Entonce el diablo se hizo un sapo y se largó al pozo, persiguiendo la rana. Anduvieron las vueltas... La ranita se hizo una palomita y salió por la boca del pozo. Y se elevó volando. Y el sapo se formó un halcón y la siguió a la paloma que iba volando muy alto. Entonce la palomita vido un palacio muy lejo. Entonce se dirigió allá. Que el halcón la iba alcanzando, pero alcanzó a llegar. Había una ventana abierta y se metió por allí y cayó sobre la falda de la chica del palacio. Entonce ella cerró la ventana. Y el diablo dio la vuelta por la puerta y habló con el dueño de casa, y le dijo:
-Señor, vengo a buscar una prenda que me tiene su hija.
-Bueno. Vamos a ir donde está mi hija.
-Bueno. Fueron el padre y el diablo adonde estaba la hija. Le dijo el padre:
-Acá viene este señor para que le entregue una prenda que le tiene.
-Yo no le tengo ninguna.
Tanto le insistió el diablo, que le dijo la chica:
-Si es por este anillo -que el chico se había hecho un anillo en el dedo de la nena- tomeló y se lo tiró al suelo.
Y el anillo se hizo una granada y se desgranó. Entonce el diablo se hizo una gallina con pollos y se puso a comer la granada. Entonce la chica había pisado una semillita, la cual se trasformó en una zorra con zorritos chicos y se comió la gallina con pollos. El zorro era el chico y la gallina era el diablo. Y así se salvó del diablo, que lo dejó al chico. El chico se casó con la niña y fue y buscó al viejito, y trajo toda la riqueza que había ganado cuando era el caballito blanco. Y fueron felices para toda la vida.
Y se terminó el cuento.

Julián Aguilera, 65 años. Las Barranquitas. Pringles. San Luis, 1971.

El narrador es un campesino dueño de una pequeña propiedad en el campo. Los numerosos cuentos que sabe los aprendió del padre y de la madre, de niño, cuando era costumbre en rueda familiar, alrededor del fuego, contar cuentos todas las noches. Es oriundo de El Saladillo.

Cuento 899. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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