Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 8 de febrero de 2015

El pajaro dorado .1056

    El potrillo protector

Éste que era un hombre que le había dado a un joven una manada de yeguas para que le cuide, pero quesque le 'bía recomendáu que el primer potrillo que paran las yeguas que lo mate. Entó que recibe la yeguada y al poco tiempo, quesque una yegua pare un potrillo y como era muy bonito y overo, no lo mató y lo crió.
Siguió cuidando y cuidando hasta que otra yegua un día, pare un potrillito zaino; fierito el potrillo. Entós el hombre que le dice al joven que vaya al corral y le tire el ponchito y el potrillo que venga a olerlo quesque se lo daba y lo cuide mucho. Bueno, así lo hizo el joven, y al siguiente día quesque se le 'bía perdido la yeguada con el potrillo overo y todo. Entós que el joven los buscaba por todas partes y no las hallaba.
En fin, que no hallando qué hacer, le cuenta al hombre y éste que le dice que las siga buscando y quesque en el último corral que las va a hallar, pero que tenga cuidado, porque el potrillo overo se le va a venir como a comerlo.
Quesque lo va atropellar fiero, y quesque le dio una espada pa que cuando lo venga a atropellar le pegue con la espada en las rodillas. Bueno, así hizo el joven y tal como le 'bía dicho el hombre 'bía sido: el potrillo overo lo atropelló y el joven le pegó en las rodillas con la espada y trajo otra vez la yeguada pa las casas.
Bueno, un día que se va para el campo el joven éste, en el potrillito zaino y se van lejos, pero muy lejos, hasta que suben a una montaña muy alta. Y en lo que estaba arriba, quesque ve una pluma dorada muy bonita. Entó que se baja del potrillito a levantarla. Entés que el potrillito le dice:
-No la alcís. ¿Para qué la vas a llevar?
Bueno, que la alzó no más y subió y se vino otra vez a la casa. Un día que sale pa'l pueblo y se le 'bía ocurrío llevar la pluma dorada en el sombrero. En fin... Quesque iba pasando por una calle y al cruzar por frente a una casa en que estaba un hombre parao en la puerta, quesque lo llama el hombre éste, ¿no? Había sío el Rey y que le pregunta de dónde había sacau esa pluma del pájaro dorado. Entós que el joven le dice que la ha hallau.
-Bueno -que le dice el Rey, ya que has traído la pluma del pájaro dorado, agora me vas tráir el pájaro.
El joven que no sabía quí hacer. Entós que el potrillito le dice al joven:
-¿Has visto? ¿No ti hi dicho que no alcís la pluma?
-Bueno -que le sigue diciendo el potrillo, vamos a hacer una cosa. Yo te vuá ayudar. Le vas a pedir una sábana que no haiga pecau y con ella te vas a ir adonde ha estau la pluma, la vas a extender bien tendida y vos vas a estar escondido y pronto para envolver al pájaro dorado, porque éste va a venir volando muy lindo. Se va a revolcar en la sábana y ahí vos lo vas a pillar envolviendoló pronto.
Bueno, así hizo el joven. Pilló el pájaro dorado y se lo trajo al Rey. Cuando el Rey recibió el pájaro, que dice:
-Palabra de Rey que no puede faltar; ya que me has traído el pájaro dorado, me vas a buscar el anillo de la Princesa que lo ha perdío en la Fuente de los Leones.
Le dio mucho, mucho trabajo, pero con la ayuda del potrillo lo halló y lo trajo hasta lo del Rey. El Rey, que no sabía cómo este joven lo pudo sacar de la Fuente de los Leones, pero que dijo:
-Palabra de Rey que no debe faltar, ahora me vas a buscar las llaves de la Princesa que se han perdío.
¡Ah!, según parece que el Rey le había ofrecido la mano de la Princesa, si le traía el pájaro dorado, pero después no quería dejarla casar con el joven, y por eso lo sometía a nuevas pruebas. Bueno, el hecho es que también trajo las llaves. Y el Rey, no hallando cómo no cumplir, puesto que había comprometido la mano de su hija y por otra parte, no quería dejarla casar, ahí no más pensó que a este joven había que quemarlo. Y llamó a los sirvientes para que prendieran fuego al horno. Entó el joven que se asustó mucho, y estaba triste. Pero el potrillito quesque le dijo que le pidiera como último deseo al Rey, una sábana que no haiga pecao. Y que lo haga galopar a él hasta que haiga sudao bien, y entós que lo seque con la sábana, y después que se envuelva en ella y que dentre al horno. Bueno, que así hizo el joven y el potrillito se 'bía ido porque había sido un ángel y se fue.
Al otro día que sentían el Rey y la Princesa una guitarra que tocaba muy lindo. Entós que van y destapan el horno y se dan con el joven que estaba vestido mejor que el Rey y tocaba la guitarra. Entós que la Princesa que dice:
-Éste va a ser mi marido y ningún otro.
Bueno, que se quedó la Princesa con el joven y el Rey envidioso porque había visto el joven mejor vestido que él, quiso hacer lo mesmo. Quesque 'bía ensillao el mejor caballo que tenía, lo galopó, lo hizo sudar y lo secó con una sábana tal cual lo había hecho el joven. Hizo prender fuego al horno, se envolvió en la sábana y se metió en el horno. Al otro día van a verlo, ¡qué!, escoria no más había; nada de Rey. Los jóvenes se casaron y vivieron felices.

Y pasó por un zapato roto
pa que me cuente otro.

Napoleón Castro, 63 años. El Zapallar. General Lavalle. La Rioja, 1950.

Cuento 1056. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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