Éste
que era una vieja y un viejo que tenían un hijo muy regalón. Un día
se murió la vieja y luego el viejo, diciendo antes de morir a los
servidores que tenía, que siempre lo cuidaran al joven como él lo
había cuidado. Al siguiente día de haber fallecido el padre, los
peones mandaron al joven a la leña y éste como había sido tan
regalón de sus padres no sabía ni ponerle el freno a los burros y
andaba en el potrero sin poder pillar ni uno solo. Cuando ya era
mediodía iba pasando un señor y de verlo que no podía pillar los
burros le pilló él y le aparejó. Lo hizo subir al burro y le
indicó el camino de la leña. Luego que salió de la casa entró en
un río y a un lado de la barranca vio un cajón con un cadáver.
Éste
lo sacó y lo enterró lejos de donde no podía llevarlo la
creciente. Este cadáver había sido de la madre de él. En lo que
estaba afanado por enterrar el cajón, sintió que relinchaba una
yegua y se fue a verla. Ésta estaba empantanada. Y buscó un palo y
la empezó a sacarla del barro, hasta que la sacó. La yegua le dijo
que no se vaya para la leña, que se vuelva en ella para el pueblo.
Por
el camino encontró una pluma muy bonita y se bajó para alzarla. La
yegua le dijo que no la alce, que por esa pluma iba a andar en muchos
afanes. Pero éste no la obedeció y la alzó. Se la puso en la cinta
del sombrero y siguió viaje. Cuando ya faltaba poco para llegar al
palacio del Rey vio que uno de los peones se entró para dentro y
luego salió con el Rey. Lo hicieron pasar y le dijo el Rey, si por
qué razón tenía esa pluma en el sombrero, que él era el que le
había robado el pájaro de oro que se le había perdido a él, y que
lo vaya a trair.
El
joven le dijo que él la había hallado por el camino. El Rey no le
quiso creer y le dijo que si no le traía el pájaro le iba a cortar
la cabeza.
Entonces
le dijo la yegua que se fueran a buscarlo, y ella, como era alma,
sabía que una vieja bruja lo tenía, y también sabía en qué parte
lo tenía y le dijo que le pida al Rey un carro con carne, otro con
trigo y otro con agua.
El
Rey le dio lo que le pidió, y el joven se fue. Por el camino vio
unos pájaros que estaban muriendosé de hambre y le dijo la yegua
que les dé toda la carne que llevaba.
Y
el joven les dio. Siguió viaje. Más allá estaban unas hormigas
muriendosé también de hambre y la yegua lo hizo que les diera todo
el trigo que llevaba. Y más allá estaban unos pececitos muriendosé
de sé, y la yegua lo hizo que le diera todo el agua. Ya iban
llegando a la casa de la bruja y la yegua que lo iba guiando le dijo
que no estaba la vieja, que entre a todo galope, que lo alce al
pájaro y que se vayan al palacio. Y así lo hizo. Le llevó el
pájaro para el Rey y éste le dijo que como él le había tenido el
pájaro, él también le tenía una niña que se le había perdido y
que la vaya a trair.
El
joven tuvo que obedecer y se fue para donde estaba la yegua y le
contó lo que le dijo el Rey. Y la yegua le dijo que la misma bruja
la tenía a la niña y que se fueran. Y el joven subió y se fue. Y
también le dijo la yegua que le diga a la vieja que si lo podía
conchabar, para que así vean modos de sacarla a la niña que estaba
abajo de siete llaves. Y así lo hizo. Llegó a la casa y le dijo a
la vieja que si quería ocuparlo. La vieja le contestó que con mucho
gusto, que estaba necesitando un peón. El joven se bajó.
Al
otro día le dijo la vieja al joven que fuera a trasladar el trigo de
un granero para otro hasta las doce. El joven se fue llorando y dijo:
Y
se empezaron a juntar las hormigas a ayudarle. Y antes de las doce
trasladaron el trigo sin que quede un solo grano. Cuando fue a ver el
trabajo, la vieja, se sosprendió al ver que terminó antes de las
doce.
Al
otro día lo mandó que regara un potrero de diez leguas con un balde
sin asiento, y el joven se fue a regar. Hasta que llegaba al potrero
ya no llevaba nada de agua, y dijo:
Ya
llegaron los peces y antes de las doce estaba regado todo. Y fue la
vieja a ver y dijo que estaba bien.
Al
otro día le dijo que se comiera mil vacas hasta el mediodía y el
joven se fue y empezó a comer una y luego no más ya estaba lleno y
no podía comer más, y dijo:
Y
comenzaron a llegar los pájaros y antes de mediodía comieron las
mil vacas. Cuando fue a ver la vieja ya estaban los huesos no más, y
le dijo al joven que no tenía más trabajo y que se quede a cuidar
la casa hasta que ella vaya a invitar a su comadre para que coman un
pichón. Y en cuanto la vieja salió se fue el joven a ver la yegua.
Le contó lo que le había dicho la vieja, y la yegua le dijo que el
pichón que iban a comer que era él. Y que vaya ligero y la saque a
la niña y que se vayan. Y así lo hizo.
La
sacó a la niña y subieron en la yegua y se fueron. En cuanto llegó
la vieja y le halló el rastro que se iba ya, y fue a verla a la niña
y no la halló, se vino por atrás de ellos. Al pasar un río la
vieja iba alcanzandolós, y cuando pasaba el joven con la niña se
cortaba la creciente y cuando iba pasando la vieja vino una ola y la
tapó y la llevó.
Luego
no más llegaron al palacio y la entregó a la niña. Pero el Rey ya
hacía siete días que estaba haciendo quemar el horno para quemarlo
al joven. La yegua le avisó y le dijo que le pida al Rey una sábana
que no haya pecado y una guitarra y que le pida permiso para dar tres
vueltas en la plaza, en ella. Cuando el Rey le dijo que lo iba a
quemar porque le habían dicho que era brujo, él le pidió todo lo
que li había dicho la yegua y le pidió permiso para dar tres
vueltas en ella.
Éste
le dio permiso y se fue a la plaza en la yegua. Dio tres vueltas y la
yegua se bañó en sudor.
Entonces
le dice la yegua que la secara con la sábana y cuando lo tiren al
horno se envuelva en la sábana, con la guitarra en la mano.
En
el acto se convirtió la yegua en una palomita blanca y se voló
porque era el alma de la madre que venía a salvarlo. El joven, antes
de que lo echaran al horno, hizo todo lo que le indicó la yegua. Al
otro día, cuando los peones abrieron el horno para sacar las
cenizas, estaba el joven más lindo de lo que era, tocando la
guitarra.
El
Rey tuvo envidia, hizo calentar el horno catorce días y se fue a la
plaza en la yegua de él, con una sábana, y dio tres vueltas.
Apenas
sudó la yegua la secó con la sábana y volvió a la casa. Se
envolvió con la sábana, y con la guitarra en la mano lo tiraron al
horno.
Y
al otro día los peones estaban listos para bailar. Cuando abren el
horno, ven que el Rey estaba hecho un carbón. Ese mismo día se casó
el joven con la hija del Rey y se quedaron de dueños de todas las
cosas del palacio.
Hicieron
grandes bailes en celebración del casamiento. Ellos se quedaron
bailando y yo me vine para acá.
Que
pase por un zapatito roto,
que
usté me cuente otro.
Francisca
Córdoba, 65 años. El Horno. Vinchina. Sarmiento. La Rioja, 1950.
Variante
del cuento tradicional El caballito de
siete colores. Amalgama motivos de
El muerto agradecido y de
Animales protectores.
Cuento
1076. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 072
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