Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 6 de febrero de 2015

El hortelanito del rey .995

Éste era un rey y una reina que vivían muy felices en un palacio, porque eran muy ricos estos reyes.
Tenían muchísimos lacayos y para el servicio de la Reina, esclavas. Bué... Además de los esclavos tenían algunos sirvientes de confianza.
Sucedió que el Rey tenía que ir a la guerra con los moros. Porque tenían guerra con los moros. Se preparó con mucha pena porque hacía poco tiempo que se había casado con una princesa muy linda y muy buena. Y él temía que si el enemigo avanzaba le tomaran el castillo y le sacaran todo.
Y de común acuerdo la llevó a la Reina a un bosque solamente con una mucama de mucha confianza. Le llevó ropa y comida. Segura-mente tendría en el bosque alguna casita. Pero él no dijo a nadie que la había escondido. Y él se preparó con todo su ejército y partió a la guerra.
Toda la gente del reino al no ver la Reina pensaba que se había marchado con él.
Duró la guerra mucho tiempo. Los enemigos eran muy valientes y perdía el Rey en cada combate muchísimos hombres.
Pasó el tiempo y la Reina 'taba aburrida de estar encerrada en el bosque. Y le dijo a la doncella que se iba a dar una vuelta por el bosque. Y la doncella le decía que no, porque podían verla y correr la noticia que estaba ahí. La Reina le dijo que iba a tomar todas las precauciones y que para más seguridá se iba a esconder en la copa de un árbol.
Así lo hizo tres días seguidos. Salía a dar un paseíto y se escondía en la copa de un árbol. Y abajo del árbol corría un arroyito con agua muy clara. Y en el agua del arroyo se miraba la cara de la Reina que era muy hermosa.
Desde el Palacio del Rey, todos los días venía una negra a buscar agua con dos cántaros, en el mismo lugar del arroyo donde estaba el árbol en el cual se escondía la Reina. La Reina la observaba que se miraba en el agua y decía:
-¡Tan bonita yo y acarriando agua!
El último día al verse tan bonita tiró los cántaros lejos y los hizo mil pedazos. La Reina al ver la negra que creía que era ella la bonita, le dio risa. Y empezó a reírse a carcajadas. Al oír las carcajadas la negra miró y vio a la Reina. Y la negra le dijo que bajara y la Reina le dijo que no podía. Y ella le dijo que subía y la bajaba. Y la Reina le contó que no podía bajar porque el Rey la había dejado escondida. Le confió el secreto y le contó todo donde vivía. Y la Reina le dijo que ella la podía llevar a la casita donde ella estaba. La negra le dijo que bueno, porque era bruja. Y pensó en seguida en matar a la Reina o transformarla en algún pájaro para quedar ella como reina.
Y se fue con la Reina a su escondite. Al llegar le dijo a la doncella todo lo que le había pasado. Y la negra le prometió serle fiel y ayudarla y se quedó con ella.
La doncella le dijo a la Reina:
-Amita, usté se va arrepentir de haber traído la negra.
Ella le dijo que no, que en fin, la había traído para que le hiciera compañía.
La negra se dedicaba a observar dónde tenía la ropa, cómo se vestía, cómo comía, en fin, no le perdía pisada. Y un día le dijo:
-Amita, tan hermoso cabello, tan bonita que es usté, ¿por qué no vamos al jardín y yo la peino?
Entonce, la Reina que era muy buena, y no creía que hubiera nadie en el mundo que fuera capaz de hacer mal. Y así lo hizo.
Se fue al jardín, llevó tualla, un peine y una silla para que la negra la peinara. Y la empezó a peinar muy despacito, muy despacito. Y como era bruja le clavó dos alfileres y la transformó en paloma, Y muy ligero agarró y se puso toda la ropa de la Reina y se empolvó -porque era negra, negra- y como había estudiado los modales de ella, llamó a la doncella, empezó a gritar:
-Juanita, ¡pronto!, la negra se ha ido. Tenías razón en decirme que la negra era mala. Y se ha ido. Y me tuvo atada al sol y me he quemado. Y ahora nos va a delatar dónde estamos.
Y le dijo que le preparara la cama porque estaba muy descompuesta por el dijusto muy grande que le había hecho pasar la negra.
Mientras tanto la guerra había terminado y contento volvía el Rey a buscar a su esposa que la tenía escondida. Y justo se fue a buscarla a la casita del bosque. Al verla se sosprendió que estuviera tan negra y tan distinta. Y la negra le dijo entonces:
-El sol y el aire me han quemado lo que no estoy acostumbrada a estar fuera del palacio.
Pero el Rey siempre estaba con la duda. Y le preguntó el Rey a la doncella qué había pasado. Y la doncella le contó que la Reina había ido con una negra del palacio y que después había aparecido transformada.
El Rey estaba muy apenado y dudaba de que fuera la Reina. Y lo mismo se la llevó al palacio.
Ya en el palacio, el hortelano del Rey que era una persona de mucha confianza del Rey, veía llegar todos los días al palacio una palomita a eso de las diez de la mañana. Entonce le decía la palomita:
-Hortelanito del Rey,
¿qué hace el Rey con su negra mora?
Y el hortelanito le dice:
-A veces canta y a veces llora.
Y ella le decía:
-Mientras ando yo por el campo sola.
Y así muchos días pasó. Y la palomita todos los días a la misma hora iba y hablaba con el hortelano:
-Hortelanito del Rey,
¿qué hace el Rey con su negra mora?
-A veces canta y a veces llora.
-Mientras ando yo por el campo sola.
Entonces el hortelano le contó al Rey. El Rey le dijo que tenía que pillar a la paloma de cualquier manera. Y el Rey le dijo a la negra. Entonces la negra le decía que tenía repugnancia a las palomas vivas, y que la quería comer en una cazuela. Y el Rey delante de la negra le dijo al hortelano que la tenía que pillar sin tocarle ninguna plumita y que si no le cortaba la cabeza.
La negra lo quiso sobornar al hortelano para que matara a la paloma, pero le dijo el hortelano que él iba a obedecer al Rey. El hortelano le echaba miguitas de pan y trigo a ver si bajaba a comer, pero la palomita siempre se posaba en el mismo palo y le decía:
-Hortelanito del Rey,
¿qué hace el Rey con su negra mora?
-A veces canta y a veces llora.
-Mientras ando yo por el campo sola.
Todos los días el Rey le preguntaba al hortelano de la palomita. Y el hortelano le decía que no la podía pillar. Y él ordenó entonce que le ponga pega-pega en el palo que se asentaba. Y al otro día la palomita vino, se posó en el palo y le preguntó al hortelano lo de todos los días:
-Hortelanito del Rey,
¿qué hace el Rey con su negra mora?
-A veces canta y a veces llora.
-Mientras ando yo por el campo sola.
Y en cuanto se quiso volar no pudo. Y el Rey estaba observando. Y ahí no más se quiere ir a ver. Y la negra lo sujetaba, que no vaya. Y como él no la atendía, le dio un ataque y se cayó. Y él la dejó tirada en el suelo y se fue donde estaba el hortelano con la paloma. Y el hortelano se la dio al Rey. El Rey la encontraba una palomita tan preciosa, que le comenzó a sobar la cabecita, por las alitas, por todas partes. Y en la cabecita, con el dedo, la comenzó a hurgar y le encontró una alfiler. Y le dijo:
-¡Pobrecita! ¡Miren el alfiler que tiene! ¡Por eso es que habla!
Y le sacó el alfiler. Y se transformó a la mitá de la princesa. Y entonce él le siguió buscando y le encontró el otro alfiler. Y le sacó el otro alfiler y se transformó en la princesa, en la Reina. Y el Rey estaba loco de contento. Y se abrazaron los dos llorando de alegría.
Y la negra se quiso disparar, pero la gente del palacio no la dejó salir. Y la tenía presa.
Entonce, la Reina, claro, le contó todo cómo había sucedido al Rey. El encuentro con la negra y cómo la había transformado en paloma. Entonce el Rey dijo que a la negra había que matarla. Pero la Reina, que era muy buena, dijo que no la mataran, pero que la llevaran muy lejos. Tenían el horno preparado para echar a la negra, pero la Reina dijo que ella la perdonaba y quería que todos la perdonaran. Y la dejaron muy lejos. Y todavía andará por ahí.
Y ellos fueron muy felices. Tuvieron muchos hijos, todos muy buenos.

Y se terminó el cuento
con sal y pimiento
porque todos estaban muy contentos.

Celia Álvarez de Casado, 51 años. Ranquilcó. Neuquén, 1954.
Gran narradora.
La narradora ofrece un ejemplo del habla culta de la región. Oyó el cuento a sus padres, que se establecieron en Chos Malal a principios de este siglo y procedían de Mendoza.

Cuento 995. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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