Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 2 de febrero de 2015

El hombre corajudo y el caigo .907

Cuentan que una vez había en medio 'el campo un rancho ande naide quería dentrar porque sigún decían había un dijunto que hablaba y asustaba.
Un güen día, uno de los hombres más corajudos qui había en el lugar, dentró al rancho, po. Áhi hizo juego y puso un asau. Ya 'taba comiendo el asau como a la medianoche, cuando del techo le dicen:
-¿Caigo? ¿Caigo?
Y entonce el hombre corajudo le dice:
-¡Cai, cai no más!
Cuasi no había teminau di hablar, cuando se sintió un ruido de güesos y áhi mesmo cayó una pierna de dijunto. El hombre no l'hizo caso y siguió comiendo su asau. Al rato le vuelven a decir del techo:
-¿Caigo? ¿Caigo?
-¡Cai no más! -le dice.
Entonce cai la otra pierna.
Después le vuelven a decir:
-¿Caigo? ¿Caigo?
-¡Cai no más! -le dice.
Entonce han caido los brazos, el cuerpo, la cabeza y al fin si ha formau áhi mesmo el esqueleto. Entonces el cristiano corajudo le dice:
-Tomá, comé, que estáis muy flaco -y le daba un pedazo 'e carne asada.
Entonces el finau le dice:
-Yo no como. Lo que quero es que saquen una tinaja con plata que tengo enterrada, áhi, en esa esquina del rancho. Que me hagan decir unas misas y lo demás de la plata que siá para el que la saque y para el cura párroco.
-Güeno -le dice el hombre al esqueleto, andate tranquilo que mañana estará hecho todo.
El esqueleto se subió al techo y desapareció. El hombre comió todo el asado y después se quedó dormido.
Al otro día, muy temprano, se despertó, y entonces oyó pajuera como una bulla, como un murmullo de mucha gente que decía:
-Gori... go... ri... go... ri...
-¡Qué tanto gori! -dice el hombre, y se levanta a ver qué era eso.
Entonces ve que era el cura, que venía con todos los vecinos, y como creian que lo iban a hallar muerto, venían rezando todos. Entonces el hombre les dice:
-¿Se creen que m'hi muerto? Aquí estoy bien vivo.
Entonces el hombre corajudo contó toda la historia y jue con el cura a desenterrar la tinaja con plata. Y entonces le dijo al cura:
-Tome, lleveselá toda. Yo no quero nada. Cobre la misa y con la plata haga lo que crea que puede ser güeno.
La plata de la tinaja era muy mucha, y el cura levantó una iglesia muy linda con ella, después que dijo las misas. El finau qui asustaba porque andaba penando ya no salió más a naide, porque dejó de penar gracias a este hombre tan valiente.

José Guzmán, 48 años. Ullún. San Juan, 1952.

Cuento 907. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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