Dice
que había una vez un gigante que había robao a la hija del Rey. La
tenía secuestrada a la niña en su castillo, encerrada en un cuarto
en donde nadie podía entrar ni verla.
El
Rey mandaba a sus ejércitos bien armados a secuestrar a la niña
pero el gigante los enfrentaba y peliaba solo. ¡Puf!, partía en dos
a los soldados con su sable. Las balas no le entraban y los hombres
tenían que huir o desparramarse dejando un tendal de compañeros
muertos.
Otra
vez el Rey mandaba a sus hombres más valientes con la esperanza de
vencer al gigante y rescatar a la niña, pero una y otra vez los
peliaba y vencía no más. Dice que los soldados lo partían y hacían
pedazos pero el gigante se volvía a juntar y los seguía peliando
hasta vencerlos. Ya el Rey estaba triste y ofrecía dar a la niña en
matrimonio al hombre capaz de rescatarla y darle también todo su
reino.
Un
día se presentó al Rey un hombre humilde y pobre. Este hombre había
recibido de Dios la virtú de convertirse en cualquier animal que él
quería, y en cualquier momento. El hombre le dijo al Rey que él era
capaz de vencer al gigante y rescatar a la niña. El Rey no le hizo
caso, pero, como nada podía perder con probar al hombre, le dijo que
vaya a cumplir su palabra, pero que si lo engañaba sería castigado.
El
hombre se fue confiado en el poder que Dios le había dado en premio
a sus buenas acciones. Llegó al castillo donde pesadas y fuertes
puertas, así como murallas altas y dobles no permitían entrar.
Entonces dijo:
-Con
el arte que Dios me ha dao, que me convierta en hormiga -y en el acto
se transformó en hormiga.
Entró
al castillo por el ojo de la cerradura y llegó al cuarto en donde
estaba la niña. Entonces dijo:
-Con
el arte que Dios me ha dao que me convierta en hombre -y se convirtió
en el acto en hombre otra vez. La niña quiso gritar asustada, pero
él le dijo que se callara, que venía a rescatarla mandado por el
Rey. Entonces le dijo a la niña que le pregunte al gigante en dónde
tenía su alma y que él volvería otra vez. En ese momento se oyeron
fuerte pisadas del gigante que venía al cuarto de la niña, pero el
hombre se había vuelto otra vez hormiga. El gigante abrió la
puerta, entró y dijo:
-¡Siento
olor a carne humana! ¿Quién ha venido aquí? La niña le contestó
que nadie había venido y que él mismo podía buscar. El gigante
buscó en toda la habitación, pero ¿qué lo iba a ver si el hombre
convertido en hormiga estaba bajo el catre, bien prendida? Al fin el
gigante se convenció y se fue.
La
niña un día, aprovechando que el gigante estaba de buen humor, pues
había comido y bebido bien, le preguntó:
-¿Adónde
tenés l'alma? ¿Por qué no te pueden matar? El gigante le dijo que
eso era un secreto pero que le iría a contar siempre que ella lo
guarde, porque de lo contrario la mataría.
-Mi
alma está en el chancho blanco que sale todos los días a las doce a
la orilla del río. Del chancho sale una paloma y de la paloma un
huevo. Mientras no maten al chancho y a la paloma y rompan el huevo,
nadie podrá matarme.
Bueno,
entonces ya sabía el hombre cómo matar al gigante y claro, se fue
al río. Áhi estaba esperando en medio 'el monte, cuando justo, eran
las doce y salió el chancho blanco y el hombre dijo:
Y
el león saltó encima del chancho y lo mató. En ese momento el
gigante del castillo empezó a sentirse mal, enfermo, y estaba
furioso con la niña, ya para matarla, diciendo:
-Con
el arte que Dios me ha dao que me vuelva un halcón, y el halcón
persiguió y mató a la paloma. El gigante mientras tanto ya estaba
en agonía y entonces el hombre sacó y rompió el huevo y el gigante
murió... La vida del gigante estaba en el huevo de la paloma.
Fabriciano
Cazón, 79 años. Santa Bárbara. Valle Grande. Jujuy, 1953.
Campesino.
Buen narrador.
Cuento
956. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) – 069
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