Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 6 de febrero de 2015

El cuento de alejito .1085

Una vez había un matrimonio que no tenía ningún hijo. Entonces la señora dice:
-¿Por qué será que Dios no nos da un hijo?
Un día la señora se enfermó de la rodilla. Y la tenía muy hinchada. Y cuando viene el médico a operarla le partió la rodilla y salió un muchachito. No hallaban qué nombre ponerle. Entonces el chico le dice:
-Yo me llamaré Alejito.
La madre le compró un corderito para que andara en él. Alejito creció muy pronto y andaba en el corderito y lo enlazaba como si fuera un caballito. Y así pasaron unos años.
En una estancia cerca había un hombre que tenía un toro muy malo, de uñas de oro y astas de oro, y nadie podía enlazarlo. Y había mucha gente que trataba de enlazarlo y no podía. Un día Alejito le dice a su madre que él iba a enlazarlo. Y la madre le dice:
-No, hijo, sos muy chico todavía, y el toro te va a comer.
Alejito le decía que sí, que él lo iba a enlazar. Y se puso hacer un lazo con tiras de trapo, y se fue. Pero el toro era tan malo, que cuando veía los chicos se venía al humo a comerlos. Pero al llegar Alejito, el toro lo vio y se vino a comerlo y al venir cerca lo enlazó y lo volteó. Entonces lo mataron y le dieron toda la carne a Alejito, y las uñas y las astas de oro se las hizo quedar el dueño. Entonces se vino a la casa Alejito muy contento.
Un día, estando Alejito sentado al frente de la casa, dele jugar, pasaron dos caballeros. Entonces Alejito les dice:
-¡Oigan, esperenmén! Ya voy a ir yo también.
Pero los hombres no le hicieron caso y siguieron no más su camino. Pero en tanto, Alejito les pidió la bendición a sus padres y se fue con el corderito. Y los alcanzó a los dos caballeros. Y les dijo:
-Vine para acompañarlos, porque allá hay una bruja que los hace quedar a todos las que pasan y los come. Y yo vine para salvarlos.
Y al ir frente a la casa de la bruja, llegan ahí, y le dice Alejito si podían pasar la noche. La bruja les dice que sí, porque estaba segura que los comería. Pero no fue así. La bruja ésta tenía tres hijas, y por la noche la bruja los hizo acostar a cada uno de los hombres con una de las hijas. Y les dio unos gorros para que se pusieran las hijas. Así ella, cuando en la noche fuera a matar a los hombres, las iba a distinguir. Y a Alejito le iba a hacer lo mismo, pero Alejito se quedó junto al fuego, con ella, y le dice la bruja:
-Vaya, acuestesé no más.
Y le dice Alejito:
-No, todavía no tengo sueño. Si quiere que vaya, duerma no más usté.
Y la bruja, confiada, se va a dormir creyendo que igual no más los iba a matar.
Alejito, al calcular que la bruja ya se durmió, se fue, les cambió los gorros a las hijas, y se los puso a los hombres, a sus compañeros. Pero otra cosa, que cuando al llegar esa tarde Alejito se lavó, le pidió toalla a la bruja. Y después le pidió peine para peinarse. Luego aguja y hilo para coserse el bolsillo que tenía roto.
Esa noche la bruja se levantó, tomó el hacha y se fue hacia la cama y les pegó a sus hijas, creyendo que eran los hombres. Las mató porque las tocó y vio que no tenían el gorro que Alejito li había puesto a los compañeros. Y fue y se acostó a dormir.
Alejito los despertó a los hombres y les dijo que tenían que disparar, porque corrían peligro de muerte, porque la bruja había muerto a las hijas por matarlos a ellos. Y entonces se fueron.
Muy temprano se levantó la bruja y se va a hacer fuego, y pone una olla grande, con agua, para hacerlos hervir a los mozos. Y mientras hacía eso, la vieja estaba:
-¡Levanten, hijas! ¡Levanten, hijas!
Y siendo que las hijas estaban muertas. Al rato se va a verlos y las halla muertas y dice:
-¡Me han engañado estos pícaros!
Y salió en una chancha que tenía, que daba un tranco de una cuadra, con tres bolsas y el hacha. Y se fue caminando largo trecho. Y ya los iba a alcanzar, cuando Alejito le tira con la toalla. Y se hace un mar de agua. Y no podía pasar la bruja. Y la hacía a la chancha para un lado y para otro, hasta que pudo pasar y se fue.
Ya iban lejos. Y siguió y ya otra vez los iba alcanzando. Y Alejito le tira con el peine. Y se hace un pencal, que también no podía pasar. Y hachaba la bruja el tunal, y la hacía a la chancha de un lado para otro, hasta que pudo pasar. Y luego los iba alcanzando otra vez. Y Alejito le tira la aguja. Y se hace un espinal que también no pudo pasar. Y luego pasó, no más.
Y los volvió a alcanzar. Entonces, Alejito, le tira con el hilo y se hace una neblina que la bruja no podía ni ver el camino.
Pero al fin pasó. Y ya lo iba alcanzando otra vez.
Y en tanto ya iban lejos Alejito y sus compañeros. Luego, dice Alejito:
-No hay más caso que subirse en aquel árbol. La bruja ya viene muy cerca.
Áhi había un árbol, muy alto, y andaban unos leñadores cerca. Y los llevó a los caballos de los hombres y les dijo a los leñadores que le escondieran los caballos.
Y subieron al árbol. En tanto la bruja ya pasó la neblina y se venía por el camino. Y va justito y mira hacia arriba del árbol y los ve. Y se va para abajo del árbol. Y empieza a hacerles muecas pa que se caigan, pero más antes Alejito les encargó a los hombres que no miraran para abajo cuando la bruja les haga algo. Pero uno de los hombres dijo:
-Yo me voy a agarrar fuerte y voy a mirar.
Y así lo hizo y ¡cataplún!, dentro de la bolsa. Al otro le pasó lo mismo. Y la bruja empezó a hacerles morisquetas a Alejito, pero él silbaba y miraba para el cielo. Y la bruja le dice:
-¡Ya vas a ver pícaro, lo que te voy a hacer!
Y se fue subiendo por el tronco del árbol. Y Alejito se iba bajando por la rama con el corderito. Cuando la bruja quedó arriba, Alejito se bajó y empezó a hacerle gracias y entonces la bruja miró hacia abajo y ¡cataplún!, dentro de la bolsa. Y desató a sus compañeros de las dos bolsas. Y la ató bien dentro de la bolsa a la bruja, y se fue y le pidió leña a los leñadores. Y prendió un fuego y la quemó a la bruja, con la chancha y el hacha.
Y salieron con sus compañeros y se fueron. Luego Alejito les dice:
-¡Adiós, compañeros! ¡Qué Dios los guíe!
Y le pegó un azote al corderito, se hizo una palomita, y se fue al cielo.

Jacinta Pérez, 27 años. Los Bulacio. Cruz Alta. Tucumán, 1952.

Lugareña nativa del lugar. Ha cursado los grados de la escuela primaria.

Cuento 1085. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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