Sucede
que una vez había una vieja flaca y fiera, que vivía en un molino
muy viejo, que era del Rey Tuerto.
Güeno,
este... y di áhi la vieja nu hallaba cómo agenciarse un hijo. Un
güen diya le pidió al santo de su devoción que le diera un hijo en
alguna forma.
Entós,
este... al otro diya se levantó la vieja muy temprano y se jue pal
riyo a juntar arena gruesa pa la torta. 'Taba juntando arena cuando
viene una espina di árbol y se le entierra hasta la grasita en la
rodilla. Al ratito no más se le empieza a hinchar la rodilla. La
vieja lloraba a moco tendiu de dolor, y se vino hasta las casas y si
acostó.
La
rodilla de la vieja se le siguió hinchando. Esa noche no durmió de
dolor. Al otro diya, ante qui aclare, cuando el diya venía crespito,
se levantó a hacer la necesidá. Entós sintió un dolor más grande
y que se li abría la hinchazón. Entós siente una voz gruesa, que
le dice:
Entós
miró y vio entre los yuyos un niñito recién nacido, claro, que lu
había tenido por la rodilla. Y ya había nacíu tan adelantau qui
hablaba y comía como un niño grande. Entós, muy contenta de este
milagro lu alzó y se lo llevó pa su cuarto y lu envolvió con los
trapitos que tenía, y unas lanas, y lo puso en su cama.
-Mama,
no me venga con meterme en la cama, y pase un pedazo 'e torta; pasemé
una güena troncha porque tengo hambre.
-Yo
soy un hombre grande y me guá ir pasau mañana a rodar tierra, pa
trairle algo a usté, pa ayudarla, pa eso soy su hijo. Así que
preparemé desde ya el bastimento.
La
viejita se puso a llorar de ver su mala suerte que había teníu un
hijo después de tantos años y a los tres días de nacido la dejaba.
Güeno,
llegó el tercer día, y el Chiquito montó un cabro macho. Le pidió
la bendición a su mama y se jue por un camino que iba al pueblo del
Rey Tuerto.
Cuando
había caminau, montau el chivato, un día y dos noches, llegó a
unos caserones viejos, abandonáus. Desensilló, buscó ande podía
dormir, arregló la cama con el apero y si acostó a dormir.
Cuando
pasó un rato, después del primer sueño, sintió que la tierra se
le estremecía igual que cuando está temblando. Se dispertó y vio
que un enorme gigante le estaba por poner una pata encima y matarlo.
Pegó un salto, y en esto que se montó en la panza del gigante y le
empezó a dejar cair cachetadas por las carretillas, por todos los
lados. Por áhi vino y se refaló y le sonó el traste en el suelo.
Entós sale corriendo y agarra del recau la cincha y le simpó un
chirlo en todito el costillar y lo cortó por medio, pero el cuerpo
del gigante se volvió a pegar. El caso era cortarle la oreja zurda y
recién podía morir el gigante. Visto y haciendo le aplicó otro
chirlo y cayó el gigante al suelo. Refaló el ala 'e buitrey l'hizo
un corte en la oreja zurda, y el grandote no se levantó más. La
peleya mortal, ¡la pucha!, l'hizo dar un hambre bárbaro al Chiquito
y salió a buscar comida.
Salió
el Chiquito pa juera y vido un potrero lleno de novillitos que
estaban miando grasita de gordos, y allá se jue. Le pegó un azote a
uno, y al suelo; le dio otro azote a otro, y de espalditas cayó. Así
hizo hasta que cuerió cinco novillos. Los alzó y los llevó pa las
casas.
Buscó
ande asar la carne y se ganó en una cocina vieja de este caserón.
Áhi hizo un gran juego y puso a asar los novillos. Al rato ya 'taban
y los empezó a comer. Iba por los tres, cuando siente una voz del
techo que le dice:
Entós
cayó del techo una bolsa 'e güesos y se empezó a formar una ánima
grandotaza, puros güesitos la pobre, y le dice:
Al
Chiquito le dio rabia y le tocó la panza, y nada. Cuando mira pal
suelo y ve los altos de carne mascada que le pasaban de largo a la
ánima. Entonce le dice:
-Sois
el primer hombre valiente qui ha pasau por acá. Yo soy la hija mayor
del Rey Tuerto y estoy encantada por una bruja por orden del gigante
que vos mataste. Si me desencantáis me casaré con vos y te daré
bolsas di oro y plata, y lo que más querás. La condición es que
tenís que buscar la agua del pozo de los siete liones. Son los
liones más malos qui hay en la tierra y rociarme los güesitos aquí,
en esta cocina a los cuatro días y cinco noches desde agora.
-Yo
soy una niña joven y güena moza, y soy muy rica y alhajita, paque
viás. Y pa prueba, en este rincón di áhi hay un cántaro llenito
di oro pal que me desencante.
Y
el Chiquito buscó y halló el cántaro, y dijo:
-Ya
la cosa se 'tá poniendo linda. Güeno, agora te creo. Andate, dejame
descansar y mañana gua hacer la diligencia.
Al
otro diya se levantó temprano, aperó su chivito y salió en busca
del pozo de los siete liones, los más malos del mundo.
Después
que había andado mucho, encontró en el camino un viejito que 'taba
casi muerto di hambre. Le dio de todo lo que él llevaba y conversó
con el viejito, y cuando se iba a despedir le dice el viejito:
-Y
güeno, si es tan valiente, dejemé que le dé unos consejos. Cuando
llegue, aguaite de lejo primero. Si los liones están con los ojos
abiertos, es porque 'tan durmiendo; si 'tán con los ojos cerra-dos,
es porque 'tan dispiertos. Ante de pasar el último cerro grande qui
hay en el camino, va a encontrar un algarrobo muy alto y coposo. En
ese algarrobo va 'tar un cóndor tuerto y rengo. Preguntelé a ese
cóndor qui ánde queda el pozo de los siete liones malos, y le va a
decir, porque es el único que sabe.
Y
güeno, y de áhi se despidieron y cada uno tomó su camino.
Siguió
en su chivo el Chiquito. Pasaron unos cuantos diyas de viaje y por
fin el Chiquito topó con el algarrobo grande, y en las últimas
ramas 'taba el cóndor. Entós el Chiquito le preguntó:
-Cerró
los ojos y montó en mis alas. Y no vais abrir los ojos porque te
volverís sapo y di áhi nu hay quien te salve.
Abrió
los ojos el Chiquito y vio que los liones 'taban con los ojos
abiertos y entós atropelló con una bota en la mano. Llegó
despacito y se agachó a sacar agua, cuando, ¡hijito 'e mi alma!, se
dispertaron los liones y lu encerraron a comerlo al Chiquito. El
chiquito agarró al primer lión que se le allegó del cogote, y con
ése les pegó a los otros y los mató a todos, menos a uno, que pa
que muriera había que sacarle un cormillo di oro que tenía junto al
tronco 'e la lengua. Entós se puso a peliar con el del cormillo di
oro que era el más malo. La batalla era muy grande y ya el Chiquito
'taba muy mal, y el lión en lo mejor. Entós vino el cóndor tuerto
y le empezó a picar el ocote al lión, mientras le decía al
Chiquito:
Y
le seguía picando con más juerza el cóndor al lión. El lión
pegaba unos bramidos muy juertes de dolor y de rabia, y en una de
esas qui abrió la boca el Chiquito aprovechó y le pegó una pedrada
tan grande, que le hizo volar el cormillo al lión. Entós el lión
cayó muerto. Sacaron la agua y pegaron la güelta, volviendo al
algarrobo. Entós el cóndor le dice:
Y
áhi se despareció sin que el Chiquito pueda darle las gracias.
Entós vido que venía el chivato. Lo montó y se fueron a los
caserones viejos del finau gigante.
Después
di unos días de viaje llegó el Chiquito a los caserones. Mató diez
novillos pa comer porque tenía mucho hambre. Hizo juego en la cocina
y los puso a asar. En lo mejor que 'taba comiendo, dice una voz en el
techo:
Cayó
la bolsa de güesos y el Chiquito lo roció con la agua del Pozo de
los siete liones y como un milagro, se cambiaron los güesos en la
niña más bonita y mejor vestida que nunca vieron los ojos del
Chiquito.
Al
Chiquito lo sorprendió tanto todo, que le dio un desmayo del que
volvió cuando 'taba aclarando. La niña, que era una princesa, lo
cuidaba, y cuando ya volvió en sí y salió el sol, él se levantó,
y del brazo de la Princesa salió pa ajuera. Lo primero que vido
entós, jue a su máma, que era tuerta y que estaba al lado del Rey
Tuerto, y había muchos soldados y curas. Y áhi 'taban también
muchos caballos cargados con petacas di oro y plata. Y también había
mucha gente muy principal del reinado de este Rey. Y claro, todo era
para festejar al Chiquito qui había desencantado a la Princesa y
había salvau al reino del gigante que los tenía dominados. Y los
caserones también si habían vuelto a lo que eran, un gran palacio
todo di oro y plata.
Entós
ya se preparó la boda y vino un cura y los casó. Y si hicieron
grandes fiestas. Y jueron muy felices y vivieron muchos años.
Y
pasé por una zapatito roto
pa
que me cuenten otro.
Carmen
Caliva, 65 años. El Alto Huaco. Jáchal. San Juan, 1940.
Lugareña
rústica. Buena narradora.
Al
cuento tradicional se han interpolado motivos que parecen de creación
comarcana.
Cuento
910. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 069
No hay comentarios:
Publicar un comentario