Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 6 de febrero de 2015

El chiquillo y los animales que lo ayudan .1072

Dicen que había tres chiquillos. Dos de los mayores querían desprenderse del menor. Entonces éstos, como andaban sin empleo, pensaron ir a pedirle trabajo al Rey.
Durante el camino, como no lo podían dejar al menor, los dos dice que si iban adelante, y en un trecho, así, han encontrado, éste, a un halcón que estaba destrozando una paloma. Y el hermano mayor que le dice:
-Eh, Chiquillo, ¿por qué no se la quitás a la paloma? Total te va hacer falta para que la comas más tarde.
-¡No! -dice. ¡Pobre halcón, cómo habrá hecho él para cazar esa paloma! La 'tá comiendo así, con plumas.
Entonce, dice, le quitó la paloma, le ha sacado las plumas, ¿no?, y se la ha vuelto a dar. Entonce el halcón le dijo que eso lo iba a tener muy en cuenta, que cuando él se encontrara en algún apuro, que lo iba a ayudar.
Bueno. Siguen caminando y en eso uno de los hermanos, que ve un león que estaba destrozando un potro, con cuero y todo eso. Y que le dice:
-Chiquillo, ¿por qué no le quitás ese potro y llevás un pedazo de carne? A vos te puede hacer falta.
Y que dice:
-No -dice, pobre animal, cuántos días estará sin comer.
Entonce también le ayudó al león quitandolé el cuero al animal, y se lo dio ya pelado.
Siguen más allá y encuentran una pobre hormiga que estaba llevando un pedazo de pan, ¿no?, duro.
-¿Por qué no le quitás ese pedazo de pan? Te puede hacer falta.
-No -dice, pobre hormiguita, quién sabe cómo lo está llevando.
Entonce le ayudó. Se lo destrozó bien, se lo dejó bien desme-nuzado, ¿no?, y siguió camino.
Ya iban más cerca, dice, de la casa del Rey. Llegan allá y piden trabajo. Entonce el Rey que les dice, qué es lo que podían hacer, y ellos, los mayores, dicen:
-Nosotros -dice- tenemos un hermano, el Chiquillo, que dijo que podía alzar un trigal en veinticuatro horas. Que podía alzar un trigal que se perdiera de vista, de grande.
Entonce que les dice el Rey:
-¡Ah!, ¿sí? Bueno, está perfecto. Que venga ese Chiquillo para acá.
Y lo presentan y le dice el Rey, si era verdá que en veinticuatro horas podía levantar ese trigal, que era un trigal inmenso. Y le dice el Chiquillo que él no había dicho nada.
-¡Ah! ¡No! ¡No! Palabra de Rey no puede faltar.
Y le da plazo de veinticuatro horas porque sinó, de lo contrario, lo iban a matar. Y él, claro, lloraba desconsoladamente. Y en eso, la hormiga andaba andando por cerca de él, y le dice:
-¡Señor! ¡Señor!...
Y él no sabía de dónde salía esta voz. Y después, llorando, así agachado, mira hacia el suelo y la ve a la hormiga que lo estaba hablando, y que le dice qué lo que le pasaba.
-¿Y usté no sabe -dice- que yo tengo un plazo de veinticuatro horas para levantar ese trigal, porque sinó me matan?
-Bueno -dice, andá y pedí un granero y pedí las bolsas, y no te aflijás porque en veinticuatro horas se va levantar esa cosecha.
Entonce él pide todas esas cosas y se las lleva a la hormiga. Entonces vienen todas las hormigas y se encargan de levantar todos los granos de trigo del trigal.
Al otro día pasa revista el Rey y que ve las espigas del trigal. Estaban vacías completamente. Y dice:
-Pero, no puede ser que esté todo este campo desocupado.
Ve, se fija en los graneros y estaban todos completamente llenos de trigo. Dice:
-Bueno, está bien.
Entonce como los hermanos vieron que no lo mataban porque había levantado el trigal, van y le dicen otras mentiras al Rey. El Rey había perdido, hacía cinco años, un hermoso caballo de siete colores, y se le había escapado un loro que hablaba muy bien, que era un loro adivino. De eso estaban enterado los hermanos por comentario de la servidumbre. Entonce le dicen al Rey que el Chiquillo que había dicho él podía traerseló al caballo que se le había perdido hacía cinco años. Entonce lo hace llamar y le dice:
-¿Es verdá que vos podés pillar mi caballo de siete colores, que anda -dice- corriendo todos los días, a orillas del mar?
Nadie no lo podía pillar. Dice:
-No, mi Rey -dice, yo no dije nada.
Dice:
-Ah, no -dice. Sea que sí, sea que no, palabra de Rey no puede faltar.
Entonce lo comprometen a que tenia que ir a pillar ese caballo. Se vuelve, entonce, llorando desconsoladamente. Y no sabe qué hacer, ¿no? Y se retira así del castillo y se va a llorar otra vez de nuevo, al ver el daño que los hermanos le querían hacer. Y lo encuentra al león que se estaba paseando. Y le pregunta si qué lo que le pasaba. Que le dice:
-Y... ahora me dan como castigo, dice, para salvarme, que tengo que pillar un caballo de siete colores, que se pasea todos los días a la orilla del mar.
Y dice:
-No te aflijas. Vos me has ayudado en una oportunidá y ahora, dice, puedo ayudarte yo también. Ve y pedile el freno al Rey y me lo das, que yo le voy a pillar el caballo.
Hizo tal cual le indicó el león.
El león siguió la pisada del caballo. Cuando el caballo se acercó a tomar agua, ahí lu ha pillado y le puso el freno. Después se lo entregó al Chiquillo.
El Chiquillo se presentó ante el Rey con el caballo. El Rey, claro, contento por todo eso. Y los hermanos tristes porque no podían hacerlo matar.
-Y bueno -dicen, lo último que tenemos que hacer es ir y decirle al Rey que como se le ha perdido el loro, ése, adivino, que tanto lo quería, entonce que el Chiquillo lo puede pillar también.
Van y le dicen lo mismo al Rey:
El Chiquillo ha dicho que es capaz de traer al loro adivino que se le ha ido.
El Rey lo llama al Chiquillo y el Chiquillo niega. Entonce dice:
-No, palabra de Rey no puede faltar.
Y se va. Desconsoladamente pide qué comer para ir y buscar el loro adivino. Y camina un trecho largo y encuentra al halcón, ¿no? Él dice que estaba muy preocupado y le cuenta. Le pregunta cómo le iba. Le cuenta el problema en que estaba y le dice:
-Mirá, dice, no te aflijas, porque todos nos tenemos que ayudar. Andá y pedile al Rey la jaula donde dormía el lorito y el vino que tomaba el loro con el pan, y la bañadera, dice, adonde él se bañaba.
Llega él al castillo nuevamente y le pide todo eso al Rey. Y se va. Entonce se encarga el halcón de ir a buscar los loros. Llega a una aguada, donde hay agua. Entonce, dice, que se comenzaban a bajar los loros. Pero claro, ninguno hablaba. Y ya al último, ya cuando pensaba que ya no lo iban encontrar al loro adivino, venían cuatro loros. Se asientan ahí y ven la jaula. A ninguno le llama la atención, pero uno de ellos dice:
-Ah, qué hace aquí la jaulita donde yo sabía dormir. Y acá 'tá mi bañadera también donde sabía bañarme y el vino que sabía tomar.
Entonce el halcón va atrás y de repente lo hace asustar al loro, se entra a la jaula y le cierra la puerta.
Bueno, así que se lo entrega al Chiquillo. Él se lo lleva al Rey y el Rey contento porque había conseguido todo eso. Y los hermanos tristes de que no podían hacerlo matar.
El Rey, entonces, lu hace casar al Chiquillo con su hija d'él en premio a todo eso, y a los hermanos, por mentirosos, los mandan a quemar en un horno caliente.

Teresita de Jesús Arroyo, 32 años. Salta, 1970.

La narradora es maestra de escuela.

Cuento 1072. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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