Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 2 de febrero de 2015

El chiquillo .939

Era una viejita hachera. Era trabajadora en el campo. Un día 'taba hachando un árbol muy corpulento. En cada hachazo que pegaba oía que decían:
-¡Ay, mamita, no mi hachís!
Entonce rompió una parte del tronco y vio que había un güeco. Y entonce del güeco sacó un niñito. Y se jue para las casas con el niñito, contenta, la viejita. Ya lo crio al niñito. Lo hizo bautizar y le puso el nombre de Angelino, pero le decían Chiquillo.
El niño se crio. Áhi ayudaba a la viejita. Iba y le traiba leña a la viejita.
Un día encontró un cabrito de todos colores en la majada, y el niño le dice a la viejita:
-Lo quero para hacer mi cabaíto.
Entonce la viejita le dice:
-Ese cabrito es de mi compadre, no es mío.
Lloraba por el cabrito el niño.
Se jue la viejita a la casa del compadre y le cuenta que el niño lloraba por el cabrito, y él le dice:
-Lo hubieran agarrado no más, si es para mi ahijadito, que lo agarre no más.
La viejita le hizo riendas, y apero, y todo lo adecuado para que el chico ande en el cabrito. El chico montaba en el cabrito y le traiba cargas de leña a la viejita.
Un buen día encontró tres jóvenes en el campo, y como el niño ya era grande, éstos le dicen:
-¿Quere que vamos a un baile?
El chico les dice:
-No puedo, mi mamita se va enojar.
Se jue a la casa y le pidió permiso, y la viejita le dijo:
-Todavía sos chico para ir a bailes.
Entonce insistió el chico y la viejita le dice:
-Vaya y vuelva temprano.
Se fueron a un baile de una vieja bruja que era un azote en aquel lugar.
Mientra los mozos 'taban adentro, el chico se quedó por afuera, medio escondido, y oyó que la vieja preparaba todo para matar a los mozos.
El chico va y les dice a los compañeros:
-Mozos, vamos, que la vieja bruja los va a comer.
Entonce, la vieja lo oye, y le dice:
-Callate, chico zonzo, qué sabís lo que decís.
Y le dice:
-Déme un peine, me voy a callar.
Y se lo dio.
Más tarde vuelve a decir el chico:
-Mozos, vamos, la vieja bruja los va a comer.
Vuelve a decir ella que se calle, y él le dice:
-Déme un pan de jabón, y me callo.
Y ella se lo dio.
Y efectivamente, la vieja hacía acostar pal lau del rincón a los que quería comer y ella se acostaba para el lau de bajarse de la cama. Y a la noche los mataba y los comía.
Tenía un puñal grande la vieja pa matar la gente.
Entonce el niño les dice a los mozos que no si acuesten para el lau del rincón, sinó que la hicieran acostar a la vieja para ese lau. Y que ellos tenían que salir en cuanto se durmiera la vieja.
La vieja tenia una chancha, que era el caballo que ella tenía, en un chiquero. Era muy ligera esa chancha. Entonce el niño le robó el puñal a la vieja y le hizo pedacitos la chancha. Y los llamó a los mozos. Subieron los cuatro en un caballo que tenía la bruja, y se dispararon.
Da güelta uno de ellos, y dice:
-¡Ay, niño, cómo los salvamos! ¡Áhi viene la vieja! Había unido, la vieja, todos los pedazos de la chancha, y los venía corriendo en ella. Entonce el mozo sacó el peine y lo tiró al suelo. Se formó un pencal tremendo. Entonces ellos pasaron y la vieja quedó atrás.
Áhi quedó la vieja porfiando por pasar el pencal, y al fin lo pasó. Entonce uno dio güelta y la ve a la vieja que viene cerquita, y le dice:
-¡Ay niño, cómo los salvamos, áhi viene la vieja otra vez!
Entonce sacó el jabón y lo tiró al suelo. Y al tirarlo, se formó una niblina. La vieja no podía pasar la niblina, quedó confundida, y no pudo pasar. Al fin pasó.
Cuando la vieja pasó, ellos llegaron a un árbol muy alto, y se subieron todos arriba.
La vieja llevaba una bolsa.
El niño les dijo:
-Cuando la vieja les diga, ¡mozos a la bolsa!, ustedes miren arriba, sinó se van a cair y los va a embolsar.
Entonce llegó la vieja, se puso abajo del árbol y abrió la bolsa y dijo: ¡Mozos a la bolsa!
Los mozos si asustaron con la voz de la bruja, y los mozos no aguantaron y miraron abajo, y cayeron a la bolsa.
Cuando le tocó al niño, dijo él:
-¡Vieja, arriba!
Entonce la vieja subió y él bajó por otra parte del árbol. Los sacó a los mozos. Le prendieron juego al árbol y la quemaron viva a la vieja.
Entonce volvieron a la casa de la vieja ésta, le sacaron las prendas que tenía y se repartieron entre ellos.
Los mozos se jueron muy agradecidos del niño que les había salvado la vida. Él se jue a su casa.
Al llegar, la viejita le dijo:
-Hijo mío, ¿por qué te has demorado tanto?
Entonce le dijo él:
-Cumpliendo con mi deber de lo que Dios me mandó. Los hi salváu a esos mozos y también hi quemáu una bruja qui hacía mucho mal en este lugar.
Y le dice después:
-Mamita, ante que salga el sol, me darís un tarrito de café.
Y ella le dijo que sí.
Y al otro día, cuando el sol salió, lo encerró al sol en el tarrito, y lo tapó.
Era una alarma en el pueblo porque el sol no salía.
Supo el Rey de esto. Y mandó ofrecer una cantidá de plata a quen tuviera el sol encerrado y lo soltara, y Angelino dijo que él lo tenía. Lo llamó el Rey y le preguntó, y él dijo:
-Yo lo tengo. Si me da tres bolsas de oro yo lo suelto; yo lo tengo.
El Rey le mandó las tres bolsas de oro.
Y al largar el sol, todo el pueblo dispone una fiesta, porque también se enteraron que Angelino había salvado al pueblo de la bruja. Y la fiesta jue con música, acordiones, guitarras y cuetes. Y jueron Angelino y la viejita a la fiesta.
Y cuando salió la luna, hizo lo mismo Angelino. La encerró en un tarrito de café. Entonce el Rey le mandó decir por cuánto largaba la luna, y él le dijo:
-Señor, me conformo con una bolsa de oro.
El Rey le mandó la bolsa de oro y él largó la luna.
Entonce le dijo a la viejita:
-Mamita, yo me voy.
La viejita lloraba desesperadamente y le pregunta por qué se va. Entonce él le dice:
-Porque soy un ángel que Dios me mandó para que la salvara a usté y al lugar de la bruja, que era el azote del pueblo.
La dejó rica a la viejita, y el cabrito y él se convirtieron en palomitas y se volaron, y se jueron.

Rafael Amaya, 50 años. Tulumba. Córdoba, 1952.

El narrador es persona de cierta cultura.

En el cuento figura el motivo de la fuga mágica.

Cuento 939. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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