Había
una vieja y un viejo que tenían tres hijos. Un día dispusieron de
ir a buscar trabajo los dos hijos mayores. Y el menor, que lo
llamaban Chiquillo, dijo:
Los
padres ni los hermanos no querían que él se vaya. Bueno, quieran o
no, él siguió viaje igual. Se despidió de sus padres y se fue por
detrás de sus hermanos. Después de caminar una distancia, se dan
vuelta para atrás y lo divisan al hermano.
Por
fin les dio alcance. En cuanto llegó, lo empezaron a retar que se
vuelva, que con ellos no iba a ir. Él les rogaba, pero ellos no
querían saber nada. Pero él seguía por atrás. Llegaron a donde se
separaban unos caminos, y le dijieron:
Él,
muy pensativo, siguió, siempre por donde iban ellos. Caminaron hasta
que llegaron a la casa de un rey, que tenía tres hijas y áhi se
alojaron esa noche, en la casa del Rey Malo, que era brujo.
Después,
a la hora de dormir, los hizo acostar a cada uno de los jóvenes, con
cada una de sus hijas. Cada una de las hijas tenía una gorra con
franja de oro que se ponían al dormir. Eso era para que el Rey no se
equivoque al intento que él tenía. En seguida esperaba un rato que
se duerman todos. El Chiquillo se levantó, le saca la gorra a las
niñas y se las puso a sus hermanos, y él hizo igual. Así que, una
vez que el Rey se levantó para degollarlos a los jóvenes, se acercó
a las camas y les tocaba la cabeza, a ver cual eran sus hijas, para
no matarlas, y empezó a cortar cabezas. Las degolló a sus tres
hijas, por degollar a los jóvenes, y se fue a su pieza a dormir
tranquilo.
Una
vez que el Rey se fue a dormir, el Chiquillo se levantó y los
despertó a sus hermanos, y les dijo lo que pasaba, y siguieron viaje
esa misma noche. Caminaron hasta que llegaron a la casa de otro Rey.
Ahí buscaron trabajo y se quedaron. Un día los hermanos mayores,
dijieron:
Se
fue el Chiquillo, llegó a la casa del Rey Malo y esperó que se haga
la hora en que se duermen los dueños de casa. Una vez que se durmió
el Rey, él se entró a la 'pieza. Empezó a tirarle la sobrecama,
del lado que dormía la Reina y lo destapaba al Rey.
Y
se quedó quieto para dormir. Al rato, ya le pegaba otro tirón de la
sobrecama, el Chiquillo. Tanto embromó, que el Rey dijo a la vieja:
-Dejame
dormir, vieja del diablo.
-Ahora
sí -se dijo el Chiquillo, y se fue, levantó la sobrecama y se fue
muy contento a llevarselá al otro rey. Sus hermanos dijieron:
Se
fue el Chiquillo pensando cómo hacer para engañarlo al loro. Compró
vino y pan para llevarle. Se fue y esperó que se duerma el Rey. Se
arrimó a donde estaba el loro y le dijo:
Ya
se enojó el loro. Se acerca de nuevo al loro el Chiquillo y le
vuelve a ofrecer vino.
Por
fin se ha chupado un poco el loro, y ya lo convidó el Chiquillo. Y
dijo, bueno, y se lo alzó al loro y se fue muy contento.
Se
levantó el Rey Malo, nada de loro. Se fue a seguirlo al Chiquillo.
Lo fue alcanzando y se largó al río.
-Ah,
pícaro, me hiciste matar a mis tres hijas, me llevaste las gorras,
la sobrecama y ahora me llevás al loro.
Se
fue el Chiquillo. Compró un cajón de muerto muy seguro y con llave,
y se disfrazó. Llevaba un carro en el que conducía el cajón.
Andaba cerca de la casa del Rey Malo. Había un árbol muy hermoso y
ahí se puso a descansar a la siesta. Ya lo vio la negra del Rey, se
fue a contarle al Rey, que estaba un negro por hachar el árbol. Se
levantó el Rey y se fue a correrlo y en lo que estuvo ahí, vio el
cajón y le gustó. Le dijo, si lo tenía para venderlo. Él le
contestó que sí, que lo había de vender.
-Pero
primero tiene que probarseló si le es útil -le dice el negro.
El
Rey lo quería levantar al cajón con la fuerza, pero estaba bien
asegurado. Y con esto le dijo el Chiquillo:
-Ahora,
sí has visto, que a llevarte a vos también iba a volver. Y lo cargó
en el carro. El Rey Malo se moría y volvía a vivir, y le clamaba
que lo largue.
Al
Chiquillo, por sus hazañas, lo felicitó y vio de verdá que los
hermanos eran mal intencionados, y los mató. Al Chiquillo lo coronó
de Rey y lo hizo casar con su hija y lo dejó en su bienestar.
Y
dentré por un portillito
y
se me cayó un cormillito;
y
me dentré por otro
y
se me cayó otro;
dentré
por un zapato roto
para
que usté me cuente otro.
Pedro
Sergio Brizuela. Talva. General Belgrano. La Rioja,
1950.
El
narrador es maestro de escuela. Ha oído el cuento a los campesinos
del lugar.
Cuento
937. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 069
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