Había
una vez una viejita y un viejo que tenían tres hijos y eran muy
pobres.
Pasaron
varios meses y no volvían. Entonces el shulco pensó lo mismo que
los otros hermanos y les dice a sus padres:
Y
los viejitos se enojaron mucho, pero al fin le dieron la bendición,
y se fue.
Caminó
varios días hasta que alcanzó a sus hermanos. Éstos al verlo se
indignaron y le dijieron que se quede, que no los siga. Pensaron
echarlo dentro del primer pozo que haiga, si los seguía.
-Aquí
andamos, hijo; ¿por qué te vas? Tus hermanos van pensando en
echarte en un pozo para que te mueras.
-Ve
-que le dice, cuando tus hermanos te tiren adentro del pozo, vos
tomás un pelito del conejito que se te aparecerá y él te va a
salvar. Si no te llegás a escapar, morirás augado. Bueno, vaya
m'hijo y tenga mucho cuidado.
-¡Velo
al sinvergüenza que se ha veníu! ¿No te hemos dicho que no nos
sigás? Ahora te vamos a matar -le dijieron.
-No
-le dice el conejito-, se me cumple la licencia -y desapareció.
-¿Quí
andás haciendo por acá, hijo? Tus hermanos van muy cerca, y van
pensando en que si te salvás te harán otra picardía. Te tirarán
dentro de un río que está pantano, y áhi te morirás de frío.
Bueno, seguí, yo te voy a ayudar -y desapareció.
No
caminó dos pasos y volió a ver a sus hermanos, quienes se lanzaron
sobre él como perros bravos y lo alzaron y lo echaron al río, y
sigues camino.
El
shulco comenzó a llorar y gritar inútilmente porque sus hermanos no
se sienten por él. Y en eso aparece una chiquita. Le da su mano, él
la toma, y desaparece el pantano y la chiquita. Él da las gracias
sin ver a nadies y continúa su camino.
Se
arriman a la casa del Rey, golpian las manos y sale la sirvienta
quien les pregunta, si qué desean. Éstos le contestan que van en
busca del Rey para que les dé trabajo.
El
Rey los hace pasar y los manda a trabajarle el jardín. Muy contentos
le arreglan en la mejor forma el jardín.
-¿Que
hace, mama vieja? ¿Cómo le va?
-Mi
Rey, este Chiquillo se ha dejau decir que es capaz de trair el loro
de siete colores del negro Horcón.
-¡Ay,
m'hijo! -dice la viejita, ese hombre te matará. Áhi nadies llega,
pero yo te voy a dar un consejo; tomá, andá, comprá pan y vino y
te vas a ir, pero con mucho cuidado. Cuando llegués allí le vas a
ofertar al loro vino y pan. Éste, al verte va a gritar. Vos decile
que le llevás pan y vino.
Se
escondió en el corral, y el negro no vio nada. Volvió a arrimarse
el Chiquillo. Volvió a gritar el loro, y así varias veces, hasta
que el negro se enojó con el loro y lo amenazó de matarlo si volvía
a gritar.
El
Chiquillo aprovechó para hacer emborrachar al loro, y se lo llevó.
Antes de cruzar el río con agua gritó:
Y
salió el negro enojado. Llegó hasta el río, pero no pudo cruzarlo
y se volvió. El Chiquillo muy contento llega y se lo entrega al Rey.
Más
regalón es todavía del Rey, mientras los hermanos se mueren de
envidia y están tramando otra picardía. Vuelven otra vez a
acusarlo:
-Mi
Rey, que el Chiquillo se ha dejau decir que va ir a trair la colcha
de siete campanillas del negro.
-Bueno,
haigás dicho u no, vas a ir a trairla. Palabra de Rey no puede
faltar, si no la trais, plazo de tres días, te vuela la cabeza.
-Que
mis hermanos mi han acusado con el Rey. Que li han dicho que m'hi
dejan decir que soy capaz de ir a trair la colcha de siete
campanillas del negro.
-¡Ay!
¡Hijo! Difícil que te salvís, pero, te vas a ir, tomá esta
pastilla. Cuando vas llegando, como todo está con llave, vos vas a
tomar esta pastilla. Inmediatamente te vas a convertir en una
hormiguita y vas a poder entrar por el ojo de la llave de la puerta.
Tirá la colcha y te metís en medio de ella.
Y
así hizo. Entró por la cerradura, tiró la colcha y se escondió.
El negro se levantó enojado, pero no vio nada. Volvió a tirar. El
negro se volvió a levantar, pero tampoco vio nada. Entonce dijo el
negro:
Y
así el Chiquillo pudo sacar la colcha. Llegó donde estaba el Rey y
se la entregó. El Rey se puso muy contento y lo premió.
-Palabra
de Rey no puede faltar; usté irá, y si no cumple, plazo de tres
días, se le vuela la cabeza.
Llora
más desesperadamente el niño y se va a la casa de la viejita. La
viejita se pone también muy triste porque es difícil que vuelva, y
le dice:
-Ve,
hijo, es muy difícil, pero yo le voy a pedir al sacerdote toda la
vestimenta y vas a hacer un cajón de dijunto con llave. Vos te vas a
ir vestido de cura y le vas a decir que andás por hacer un cajón
para las almas buenas, y como él es bueno, vos has pensado en él,
primero.
Una
vez que estuvo allí, hizo todo lo que le dijo la viejita. El negro,
muy contento, se entró, se midió el cajón y le andaba bien. El
Chiquillo le dice:
Creyó
el negro y se entró. Rápido le echa llave el Chiquillo. El negro
grita furioso dentro del cajón. El Chiquillo se lo coloca a la
espalda y llega adonde está el Rey y se lo tira encima, pegandolé
con el cajón y le dio muerte. El Chiquillo queda dueño de todo y a
sus hermanos los tiene de piones. Es muy feliz.
Zapatito
roto
que
usté me cuente otro.
Buena
narradora.
Cuento
936. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 069
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