Éste
era un cazador, güen cazador y valiente, que salió a cazar. En una
laguna encontró una paloma asentada en l'agua. Le tira, y se
convierte la paloma en una niña bonita, y le dice al cazador:
-Cazador,
soy una niña encantada, si sos valiente y bueno y me querís
desencantar, tenís que ir a buscar las Altas Murallas. Yo no sé
dónde quedan, pero sé que es muy difícil llegar hasta allá -y
desapareció la niña.
Quedó
triste y pensando, el cazador, y dijo, ¡iré!, y se fue caminando.
Caminó, caminó, y vio tres hombres que venían. Se escondió por no
tener que verselás con ellos y descuidar el pedido de la niña, pero
éstos lo habían visto y se allegaron. Y el cazador se aprontó para
tirar, pero éstos le hablaron pidiendolé que los arreglara, que
ellos tenían una herencia y no podían ponerse de acuerdo para
repartirselá entre los tres, de modo que quedaron de acuerdo. El
hombre cazador no quería, pero ellos que eran hermanos, le pidieron
por favor, y al fin el cazador los arregló. Se despidieron, tomando
cada cual para su lado, pero los hermanos se acordaron que habían
sido desatentos con aquel cazador al no pagarle o darle algo por la
gauchada y el bien que les había hecho, y se volvieron adonde estaba
el cazador y le hablaron que los disculpara porque no le habían
pagado el servicio que les había hecho. El cazador les dijo que no
cobraba nada y que no se acordaran de eso, pero uno de los hermanos
le quiso hecerle un regalo para recuerdo, y le dio un sombrero
diciendolé:
El
otro le regaló unas botas que cuando se las pusiera correría más
ligero que el viento, y el otro le dio una piedrita de virtud, que
cuando necesitara para cazar, un galgo más ligero que una gama, o un
halcón más ligero que una paloma, dijiera: ¡A ver, galgo! ¡A ver,
el gavilán!
Se
fueron, pero áhi no más se acordó que no les había preguntado
dónde quedaban las Altas Murallas, y los llamó y les preguntó.
Éstos le dijieron que habían sentido hablar de ese lugar, pero que
no sabían para dónde quedaba.
Entonce
le dijieron que siguiera no más, que más allá encontraría una
viejita al lado del fuego. Que tenía un hijo la viejita muy
andariego y que él les podría dar noticias de las Altas Murallas.
Caminó
y caminó y encontró el ranchito. Llamó, y la viejita le dijo que
se acercara para poderle escuchar. Le dijo el cazador a qué venía,
y entonce la viejita le dijo que ella tenía un hijo que sabría, que
lo esperara. Y lo hizo sentar diciendolé que no tardaría en llegar
el hijo en forma de viento, que no tuviera miedo. Que remolineaba y
hacía volar chispas y la hacía quemar, porque era muy malo.
No
tardó en divisarse gran polvareda, y dijo la viejita:
El
hombre se colocó el sombrero que le habían regalado y esperó. En
eso llega el viento, entra en el ranchito levantando el fuejo y
ceniza y chispas, y la madre le pedía que se calmara, diciéndole
que había llegado un hombre que necesitaba hablarlo para pedirle que
le dijiera dónde era las Altas Murallas. Quitándose el sombrero que
lo hacía invisible, el hombre lo saludó, y el viento le dijo:
-Amigo,
las Altas Murallas yo sé donde quedan, pero es muy lejos y muy
difícil llegar, porque hay un gigante muy malo y que todo lo tiene
escondido, pero yo lo voy a llevar si usted se anima a seguirme.
Entonce le contestó el cazador:
Se
colocó las botas y se fueron. El cazador disparaba más ligero que
el viento, y lo esperaba. Hasta que llegaron a un lugar de donde
venía otro viento, y que el que lo acompañaba no podía pasar, y le
dijo:
-Hasta
aquí cazador. Yo no puedo seguir más adelante, pero usted siga y
pronto dará con la casa del gigante donde están las Altas Murallas.
Se
despidieron y se fue el cazador. Y caminó, y divisó el palacio del
gigante. Llegó y vio en una ventana a una niña que tenía cerca una
jaula con un hermoso canario, y la saludó. La niña, atenta, le
escuchó a lo que venía, y le dijo que sí, que sabía que su padre,
el gigante, que era muy malo, pero que no era malo con ella, tenía
en sus propiedades las Altas Murallas, pero que ella no las conocía.
Que ella lo iba hablar preguntandolé, pero que él tenía que
esconderse bien para que sintiera lo que su padre le dijiera. Y así
lo hizo el cazador.
Llega
el gigante y siempre desconfiado le dijo a la hija que quién había
venido. No quería mentir la niña y le contestó que un
hombre, pero que se fue. El gigante pidió que le trajiera una
botella de una bebida muy fuerte. Se tomó la botella y buscó al
hombre, pero el hombre tenía el sombrero puesto y no lo encontró.
Entonces el gigante le dice a la niña:
-Las
Altas Murallas están allá, en mis montañas, áhi 'tá mi vida,
porque allá hay un árbol, y dentro del árbol una gama, y dentro de
la gama una paloma, y dentro de la paloma, un huevo que es mi
corazón. Ese árbol sólo lo puede hachar una hacha que yo guardo
abajo de mi cama.
El
canario hermoso, era la niña encantada que le pidió al cazador que
la salvara. El canario, queriendolé ayudar al hombre, le dijo que
esperara a que se fuera a dormir el gigante, porque tenía la puerta
con llave, y esa llave la tenía sólo él. Y que al abrir la puerta
se entrara y sacara el hacha. Así lo hizo, y cuando abrió la puerta
áhi no más, entró, sacó la hacha y salió. Caminó muchos días y
llegó a las Altas Murallas siempre con el sombrero puesto que no
fuera a venir el gigante. Y por fin encontró el árbol, le pegó un
hachazo, y saltó una astilla. Vio a la gama, pero si pegaba otro
hachazo se le podía escapar. ¿Qué hacer? Con todo cuidado pegó
otra vez, y saltó otra astilla, y áhi no más se le escapaba la
gama. Se acordó de la piedrita y de las palabras, y dijo: ¡A ver el
galgo!, y salió un galgo, más ligero que la gama, y cerquita la
tapó, y la mató el cazador. Ahora, para abrirla y poder agarrar la
paloma, le corta la panza abriendolé despacito, y con mucho cuidado,
pero cuando tira el manotón, se le escapa la paloma. ¡A ver el
gavilán!, dice, y sale el gavilán que consigue cazarla a la paloma,
y se la trae al cazador... Ya había desaparecido el galgo, y ahora
desaparece la paloma, ya muerta, y tiene el güevo adentro. Y abre la
paloma y ahí 'tá lo que buscaba, el güevo. Saca el güevo y se le
cae al suelo, se rompe, y justo el gigante muere. Corre al palacio el
joven, y áhi 'tá la niña que encontró en la laguna. Áhi 'tá
también la hija del gigante con su novio. El cazador y la niña
encantada, que con el valor y sacrificio del cazador había
desencantado, se enamoran los dos. La hija del gigante y el novio se
casan y siguen viviendo felices en el palacio. El cazador lleva a la
niña encantada al palacio del padre, que era un rey, y, después de
unos días también se casan y viven felices.
Domingo
Livayza, 60 años. El Lince. La Capital. San Luis, 1950.
El
cuento ofrece fusión con motivos del cuento
Los tres picos de amor.
Cuento
858. Fuente:
Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 069
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