Era
un padre que tenía tres hijos. Eran muy pobres y los hijos salieron
a buscar trabajo.
Salió
primero el mayor. Llegó a la casa de un señor que tenía grandes
alfares. Era Nuestro Señor. Le dio trabajo, lo conchabó. Le dijo
que le tenía que llevar una carta a la madre que vivía en otra
parte. Le dio una mula blanca. Le dijo que siguiera ese camino y le
dijo:
El
muchacho caminó todo el día. No si arrodilló la mula. Entonce
rompió la carta, la tiró y se volvió.
Llegó
a la casa, les ha entregado la carga de plata a los padres y en lugar
de plata, ha sido todo carbón.
Ha
salido el segundo. Ha llegado también a los alfares, y el Señor lu
ha conchabado para que le lleve la carta, y li ha dicho lo mismo qui
al otro, y li ha dado la mula blanca.
-Llevá
esta carta y ande se arrodille la mula entregá la carta a la señora
que va salir, que es mi madre.
Va
el tercero, el shulco, que se llamaba Enrique. El Señor le encargó
lo mismo y le dio la mula blanca, y le ha dicho:
Cuando
entró en el camino anduvo todo el día. Ya lejos entró en un monte.
En el monte vio dos colgados de la lengua. Más allá 'taban muchos
hombres que voltiaban un árbol muy grande. Después fue y encontró
un río crecido, di agua. Si abrió l'agua y pasó la mula. Después
encontró un río crecido, de leche. Si abrió y él pasó. Después
encontró un río crecido, de sangre. Si abrió y él pasó.
Siguió
otra parte del camino. Encontró unas virtientes de agua. Tenía
mucha ser y si agachó a tomar agua. No pudo tomar porque l'agua
'taba hirviendo.
Siguió.
Después encontró dos chanchos, peliando, que se 'daban tajiando.
Tenía que pasar entre los chanchos y casi li agarraron el trasero a
la mula, los chanchos.
Siguió.
Más allá encontró unas vacas con unos semejantes aujeros en el
lomo y unos pájaros encima, que las comían.
Siguió.
Después encontró un alfar muy lindo, ande 'taban unas vacas secas.
Más allá, un potrero pelau y con vacas gordas.
Siguió.
Llegó a un lugar, a una casa, y áhi si arrodilló la mula. Áhi
salió una señora viuda y le recibió la carta. Y lo invitó que
pasara. Y trajo un cordero chiquito y le dio a Enrique y él lo puso
sobre el apero, en la mula. Le dio un pan. Enrique se sentó, puso
una pierna sobre otra y se puso a comer el pan. Mientras él comía
el pan sentía grandes melodías. Y él estaba embelesado en lo que
sentía cantar. Y seguía comiendo el pan que no se le acababa nunca.
Él estaba en el cielo y seguía comiendo el pan. Los que cantaban
eran los ángeles.
-Ésos
son tus hermanos que 'tán colgaus de la lengua por la mentira, que
me tiraron la carta y me mintieron que la entregaron.
-Después
hi visto un gran árbol que lo bamboliaban por voltiarlo.
-Después
hi visto unas vacas overas con unos aujeros grandes en el lomo, y los
pájaros encima, que las comían.
-Los
pájaros son los ángeles que mueren sin bautismo, los duendes, que
las molestan a las madres que los dejaron así.
-Bueno,
Enrique -le dice, vos has estado dos años en la gloria y ti ha
parecido un momento. Mirá el cordero que te dio la Virgen, es ya un
carnero con las astas grandes.
-Con
este libro vas a tener la ciencia. Ya la Virgen te dio el pan que te
va durar toda la vida. En este libro vas a tener todas las cosas en
cuanto las pensís. Cuando te mande tu
padre a hacer algo ya va 'tar hecho.
Bueno, ¿qué querís que te pague, un almú de plata o un
Dios te lo pague?
Se
despidió Enrique y se fue. Cuando llegó a la casa tenía las
alforjas llenas de plata y le entregó a la madre que se puso muy
contenta.
Enrique
se ponía a ler todos los días el libro que le dio Nuestro Señor.
Cuando el padre le mandaba que haga un trabajo, que siembre, que
riegue, que vea las compuertas, al momento 'taba todo hecho por la
virtú del libro. Y así han vivido muchos años muy felices. Yo
'tuve áhi y mi hi venido después para acá.
Ramona
Virginia Villafañe de Coronel, 86 años. Ciudad de Catamarca, 1968.
Cuento 1007. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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