Éste
que era un rey que tenía un hijo. Cuando ya era jovencito se le puso
irse a rodar tierra. El padre viendo que todo era inútil para que se
quedara, le dio unas alforjas con plata y se jue.
Andando,
andando, se jue muy lejos. Llegó a otro pueblo. Entró a un rancho
ande estaba una viejita sola.
-¿Puede
decirme qué contiene, que cerca de aquí está un cadáver sin
sepoltura, y botado en el campo?
-Es
hijo, que si ha muerto una persona que debe y no se lo puede enterrar
hasta que no pague todo lo que haiga debido. Es ley en este pueblo.
Muy
atento oyó el hijo del Rey, y al otro día temprano se va a la
ciudá, averigua a quiénes debía el finau y paga todo lo que debe.
Luego lo entierra. Después vuelve ande está la vieja, y al otro día
temprano quiere irse, pero resulta que la bestia que él cabalgaba no
estaba en el potrero. Inútil jue buscarla por todas partes. Entonces
dispuso el hijo del Rey seguir caminando. Puso la montura al hombro,
se despidió de la viejita y se jue andando... Andando llegó a un
algarrobo, cuando ve un caballito flaco, de siete colores, que venía
para el lao que él estaba. Lo pilló y lo ensilló, y se jue. Anduvo
muy lejos, cuando ve en medio del camino que él iba, una pluma muy
bonita. Se bajó. Cuando iba a agarrarla, lo habló el caballo:
Y
no hizo caso y la alzó y la guardó en las alforjas. Que ya no tenía
nada de plata. Siguió camino. Más allá encontró una herradura de
plata. Se bajó y antes que la alzara le dijo el caballo:
No
hizo caso. La alzó y la guardó en las alforjas y siguió camino.
Más allá halló un retrato de una niña muy bonita. Se bajó, y
entonces le dijo el caballo:
-Nada
más -le dijeron la gente- que el Rey tiene una apuesta que no hay
quien se la gane, a jugar al naipe.
Al
otro día jue y jugó tan bien que el Rey lo invitó al otro día a
almorzar. El joven no quiso ganarle sino que hacía unas jugadas que
el Rey se quedaba almirado. Almorzó con él y siguió viniendo todos
los días. Entonces el Rey lo invitó que se viniera a vivir al
palacio, que el trabajo que tendría sería jugar al naipe con él.
El joven aceptó y se vino al palacio. Los vasallos del Rey viendo
que el Rey cada día tenía más confianza en el joven, no hallaban
cómo hacerlo quedar mal.
Cuando
un día le buscaban en las alforjas y le encuentran la pluma, como
era tan bonita y rara se la llevaron al Rey, diciendolé:
Llamó
el Rey al joven y le dijo:
El
joven muy triste, al otro día muy tempranito, se jue muy lejos.
Llegó a un árbol, y entonces le dice el caballo:
-Allá
en aquel palacio es, pero hay un puente bramador y un gigante que se
come la gente. Voy a ir a toda furia. En un árbol que está en el
patio, está la jaula, cuando lleguís la tomás y no la larguís.
Hicieron
así. Cuando el puente bramó, ellos ya estaban lejos. Corrió más
ligero que el viento el caballo.
Cuando
llegó con el pájaro, el Rey se puso muy contento. Viendo los
vasallos que el joven volvía a ganarse la confianza del Rey, van y
hallan en las alforjas del joven la herradura de plata. Se la llevan
al Rey y le dicen que había dicho el joven que él era capaz de
traerle el caballo de la herradura. Manda llamar el Rey al joven y le
dijo:
-¿Has
visto, no te dije que no alzaras esa herradura? Pero, vamos a
buscarlo al caballo dueño de esa herradura. Está a dos mil leguas
de aquí, pero haremos la diligencia. Subí en mí y llevá el
cabresto y vamos.
En
una hora de camino pasaron ciudades, ríos, y llegaron a una
serranía.
Entraron
en una quebradita muy, muy fiera para andar, pero el caballo andaba
sin dificultá. Llegaron a una planicie y el caballo le dijo al
joven:
-Estate
aquí, yo voy a pegar tres relinchos, y cuando viás venir el
caballo, tratá de agarrarlo con el cabresto y agarrate que vamos a
disparar fuerte para que cuando echen de menos al caballo, nohotros
estemos lejos.
Así
lo hizo, pegó un relincho y contestó un caballo. Al ratito pegó
otro relincho, y le contestó más cerca.
Como
por encanto llegó un hermoso caballo y el joven, en cuanto se pudo
allegar, le puso el cabresto y dispararon. Corrían más ligeros que
el viento. Llegaron al palacio y el joven con el caballo. El caballo
era maravilloso, hermoso el animal. El Rey le agradeció, pero en
cuanto el joven se fue del palacio los vasallos llevaron el retrato
de la niña, diciendolé al Rey que el joven había dicho que era
capaz de traerle esa niña. Hizo llamar al joven, el Rey, y le dijo
mostrandolé el retrato:
-¿No
te dije que no alzaras ese retrato, que tenías que pasar por muchos
peligros? Tal vez la puédamos trair. Volvete al palacio y pedile al
Rey una carrada de trigo, otra de carne y otra de bordalesas de agua,
y que las lleven hasta donde vos les digás.
Gustoso
el Rey le cedió el pedido. Al otro día temprano se jue el joven
donde estaba el caballo. Los carros cargados fueron muy lejos y les
dijo el joven:
Y
principiaron a llegar ratones y más ratones. A mediodía no había
ni rastro de trigo. Cuando ya se iban, un ratón viejo le dijo al
joven:
Cuando
descargaron la carne y se fue el carro, principiaron a llegar
águilas, chimangos, halcones y muchos animales carniceros. No
tardaron una hora y ni rastro dejaron de la carne. Cuando ya se iba
el joven, le dijo una águila vieja:
-Cuando
usté se vea en apuros, no tiene más que decir Dios
y mis pájaros, el que usté necesite
y áhi estaremos nosotros.
Se
fue el joven. Alcanzaron el carro y siguieron camino. Hacían tres
meses que andaban y andaban a la orilla de un río seco, y en un
punto le dijo al carrero:
Al
poco andar vio unos pececitos que se morían, por no tener más que
un barrito no más, pero empezó a largar el agua hasta que los
animalitos estaban salvos. Estaba mirando un ratito, y cuando ya se
iba, un pececito sacó la cabecita del agua y le dijo:
-Aquí
está la niña pero la tiene una vieja bruja bajo siete llaves. Entrá
a la casa y ponete al servicio de la vieja. Yo te vigilaré.
El
joven le dijo que si en algo le servía estaba a sus órdenes. La
vieja lo cuidaba muchísimo y le decía:
Así
hizo el joven y ya todos los días lo mandaba a trair leña. Cuando
ya tenía muy mucha leña, le dijo la vieja:
-Agora,
hijo, tenís qui acarrear todo el trigo de ese granero para esti
otro, sinó vamos a andar mal, hijo.
Cuando
empezaron a llegar ratones y más ratones. A las doce ya estaba todo
el trigo en el otro granero.
-Agora
tenís que acarriarme el agua de este estanque a esti otro, que está
más cerca. A mediodía ya tenís que terminar -le dijo.
Entonces
el joven llegó al estanque y dijo Dios
y mis pececitos. Llegaron miles y
miles y antes de mediodía ya estaba el agua en el otro estanque.
-Está
bien, hijo -le dice la vieja- agora tenís que comer todos esos
animales que están en la invernada. Hasta la tarde tenís tiempo, y
tenís que traerme todas las cabezas, que son doscientas.
El
joven muy triste se acordó de los pájaros y dijo, Dios
y mis pájaros. Dicho esto atronaron
los aires miles y miles de águilas y halcones y gran cantidá de
animales carniceros. A media tarde ya no había más que las
osamentas de las doscientas cabezas.
-Está
bien, hijo -dijo la vieja, agora voy a ir a lo de mi comadre a trair
un cordero para que comamos. Quero celebrar tu guapeza.
Ni
bien se jue la vieja el joven se habló con el caballo y éste le
dijo:
Bajo
de la cama de la vieja está un cuero de cordero, debajo están las
llavecitas. Volá y sacalas, entrá a la pieza que está a la derecha
y ya te darís cuenta. Seguí hasta la pieza siete, pero apurate.
Jue
el joven hasta la pieza siete con todo el apuro que es de imaginar.
En la pieza estaba la niña peinandosé. En cuanto vio al joven, ésta
abrió los brazos. Se jue con él, pero llevó un peine, un jabón y
una tualla. Velaron a donde estaba el caballo, subieron y se jueron.
Al ratito llegó la bruja, y en cuanto llegó a la casa se dio cuenta
que el joven se había robado la niña. Furiosa se subió al palo de
una escoba y voló. Ya les iba dando alcance, cuando la niña le tiró
el peine. Se le hizo un pencal que no pudo andar. Tardó un buen rato
para salir y siguió persiguiendolós. Cuando ya los volvía
alcanzar, la niña tiró el jabón, formandosé unos ríos llenos de
agua. En vano la vieja corría di un lao pa otro, hasta que pudo
cruzar. Ya los tocaba con la escoba, cuando la niña le tiró la
tualla. Se formó una niebla que no se vían ni las manos. Viendo que
era imposible seguirlos, la vieja se volvió a su casa.
Ya
iban a llegar al palacio cuando a la niña se le cayó un anillo al
cruzar un río. Por fin llegaron. Cuando la vio el Rey, dijo:
-¡Ay,
ésta es mi hija! Se me perdió cuando era muy chiquita. Me la robó
una hechicera, pero le falta un anillo que tenía.
Cuando
se jue el joven, oyendo esto dos servidores del Rey, le dijieron que
había dicho el joven que él era capaz de trairle el anillo de la
niña. Lo mandó a llamar. Cuando el joven vino le dijo:
-¿Verdá
que usté ha dicho que es capaz de trairme el anillo de mi hija? Si
no lo trai le cortaré la cabeza. Palabra de Rey no puede faltar.
-No
hay por qué ponerse triste -le dijo, vamos al río y veremos cómo
conseguir el anillo.
Llegaron
al río y ¡oh, sorpresa!, los pececitos jugaban con un anillo.
Entonce el joven los habló, y di un saltito un pez le dio el anillo.
Volvieron y se lo dio al Rey. Éste creyó que la niña se lo había
dado en compromiso, y le dijo:
El
joven no dijo nada, pero la niña que pensaba en esta dicha, dijo que
la boda sería lo más pronto posible. Se fue el joven a comunicarle
al caballo lo acontecido, cuando ve que iba un paje del Rey y le dijo
que vaya inmediatamente. El Rey lo esperó y le dijo:
-Usté
es un joven de un coraje sin igual, así es que ha dicho que es capaz
de entrarse en un horno caliente, en tres días. Lo haiga dicho u no,
tiene que hacerlo, palabra del Rey no puede faltar.
Llegó
el tercer día. El horno era de fierro y estaba rojo hasta encima.
Llegó el joven al palacio montado en el caballo y le dijo al Rey:
-Tiene
que darme una sábana de diez metros de largo por cuatro de ancho, y
me va a comprar una guitarra de lo mejor.
Ya
estaba todo listo. El joven subió al caballo, dio tres vueltas a la
plaza a toda furia, y cuando dio las tres vueltas le secó con la
sábana el sudor, y se fue al horno. Le llevaron una silla. Se sentó,
se envolvió en la sábana, a garró la guitarra y les dijo:
Lo
echaron y lo cerraron. La niña lloró todo el día y la noche, y al
otro día no quiso probar bocado. Estaba desesperada, cuando el Rey
ordenó abrir la puerta del horno, pero tan pronto se abrió la
puerta, principió a bailar el joven. Estaba tocando la guitarra.
Avisaron al Rey. Vino él en persona. Tan pronto iban llegando cuando
empezaban a bailar. Bailaban de lau, de costillas. En toda forma
bailaban todos los presentes. Ya bañaus en sudor, le gritaban
¡basta!, ¡basta! Nada, todo el mundo bailaba y bailaba. Ya estaban
por el suelo, cuando llegó la niña. Dejó de tocar la guitarra el
joven, y bajó.
-Bueno,
hijo, ahora veo que sos un hombre capaz de remplazarme a mí. Ya que
has expuesto tantas veces la vida. Pero antes de nada quero hacer yo
también lo que vos has hecho. Para eso estoy haciendo calentar el
horno. Quero estrenar mi caballo y entrarme con la guitarra al horno
le dijo el Rey.
-No
-dijo el Rey, palabra de Rey no puede faltar. Esta noche te casás.
El baile durará hasta pasado mañana, entonces yo mismo entraré al
horno.
Se
casó el joven con todas las pompas de un príncipe. Las fiestas
duraron hasta el tercer día. Cuando llegó la hora, el Rey subió al
hermoso caballo, dio las tres vueltas en la plaza, lo secó con la
sábana. Tomó la guitarra, se sentó en la silla y lo entraron al
horno. Al otro día abrieron la puerta del horno. Silla, guitarra y
Rey eran un solo montoncitos de cenizas.
En
vista de lo ocurrido, se fue el joven y flamante Rey, a donde estaba
el caballo. Éste lo encontró y le habló de esta manera:
-Voy
a dejarte ya. Hi venido a salvarte de los peligros que corría tu
vida. Yo soy aquel cadáver que vos, tan generoso, me pagastes todas
mis deudas y me distes cristiana sepultura. Te agradezco y me voy
dejandoté feliz y dueño del reino más lindo del mundo.
El
joven lloró, pero el caballo se hizo una palomita y se jue volando
al cielo. Volvió el joven al palacio y se quedó con su señora y yo
me vine pacá, dejandolés muy felices.
Edelmira
López, 75 años. Pampa Vieja. Jáchal. San Juan, 1951.
Nativa
del lugar. Muy buena narradora.
Al
cuento del caballo protector se amalgaman los motivos del muerto y
los animales agradecidos.
Cuento
1058. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 072
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