Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 6 de febrero de 2015

El caballo de siete colores .1058

Éste que era un rey que tenía un hijo. Cuando ya era jovencito se le puso irse a rodar tierra. El padre viendo que todo era inútil para que se quedara, le dio unas alforjas con plata y se jue.
Andando, andando, se jue muy lejos. Llegó a otro pueblo. Entró a un rancho ande estaba una viejita sola.
-¿Qué dice, mama vieja?
-Aquí estoy no más, hijo.
-¿Puede decirme qué contiene, que cerca de aquí está un cadáver sin sepoltura, y botado en el campo?
-Es hijo, que si ha muerto una persona que debe y no se lo puede enterrar hasta que no pague todo lo que haiga debido. Es ley en este pueblo.
Muy atento oyó el hijo del Rey, y al otro día temprano se va a la ciudá, averigua a quiénes debía el finau y paga todo lo que debe. Luego lo entierra. Después vuelve ande está la vieja, y al otro día temprano quiere irse, pero resulta que la bestia que él cabalgaba no estaba en el potrero. Inútil jue buscarla por todas partes. Entonces dispuso el hijo del Rey seguir caminando. Puso la montura al hombro, se despidió de la viejita y se jue andando... Andando llegó a un algarrobo, cuando ve un caballito flaco, de siete colores, que venía para el lao que él estaba. Lo pilló y lo ensilló, y se jue. Anduvo muy lejos, cuando ve en medio del camino que él iba, una pluma muy bonita. Se bajó. Cuando iba a agarrarla, lo habló el caballo:
-No alce esa pluma -le dijo, puede andar en muchos apuros por ella.
-Qué sabe este caballo -dijo.
Y no hizo caso y la alzó y la guardó en las alforjas. Que ya no tenía nada de plata. Siguió camino. Más allá encontró una herradura de plata. Se bajó y antes que la alzara le dijo el caballo:
-No alcís esa herradura, que por ella podís andar en muchos trabajos.
No hizo caso. La alzó y la guardó en las alforjas y siguió camino. Más allá halló un retrato de una niña muy bonita. Se bajó, y entonces le dijo el caballo:
-No alcís ese retrato, que por ello podís andar en muchos apuros.
No hizo caso y guardó el retrato en las alforjas y siguió camino...
Ya muy lejos, llegó a una casita de gente pobre y le preguntó qué había de nuevo:
-Nada más -le dijeron la gente- que el Rey tiene una apuesta que no hay quien se la gane, a jugar al naipe.
-Yo sé algo -dijo el joven, mañana yo iré a jugar al naipe con él.
Al otro día jue y jugó tan bien que el Rey lo invitó al otro día a almorzar. El joven no quiso ganarle sino que hacía unas jugadas que el Rey se quedaba almirado. Almorzó con él y siguió viniendo todos los días. Entonces el Rey lo invitó que se viniera a vivir al palacio, que el trabajo que tendría sería jugar al naipe con él. El joven aceptó y se vino al palacio. Los vasallos del Rey viendo que el Rey cada día tenía más confianza en el joven, no hallaban cómo hacerlo quedar mal.
Cuando un día le buscaban en las alforjas y le encuentran la pluma, como era tan bonita y rara se la llevaron al Rey, diciendolé:
-Dice el joven que él es capaz de traerle el pájaro dueño de esta pluma.
Llamó el Rey al joven y le dijo:
-¿Así que usted es capaz de traerme el pájaro dueño de esta pluma?
-Nu es verdad -dijo el joven.
-Pero palabra del Rey no puede faltar, tiene que traerme el pájaro o sino le hago cortar la cabeza.
El joven muy triste, al otro día muy tempranito, se jue muy lejos. Llegó a un árbol, y entonces le dice el caballo:
-¿No te dije que no alzases la pluma?
-¿Ahora qué hago? -le dice el joven.
-Vamos a ver -le dice el caballo, subí y vamos.
Fueron muy lejos y entonces le dijo el caballo:
-Allá en aquel palacio es, pero hay un puente bramador y un gigante que se come la gente. Voy a ir a toda furia. En un árbol que está en el patio, está la jaula, cuando lleguís la tomás y no la larguís.
Hicieron así. Cuando el puente bramó, ellos ya estaban lejos. Corrió más ligero que el viento el caballo.
Cuando llegó con el pájaro, el Rey se puso muy contento. Viendo los vasallos que el joven volvía a ganarse la confianza del Rey, van y hallan en las alforjas del joven la herradura de plata. Se la llevan al Rey y le dicen que había dicho el joven que él era capaz de traerle el caballo de la herradura. Manda llamar el Rey al joven y le dijo:
-¿Así, amigo, que usté se halla capaz de traerme el caballo dueño de esta herradura?
-Yo no dije nada -contestó el joven.
-Pero haiga dicho o no, tiene que traerme el caballo o sinó le hago cortar la cabeza.
Muy triste se jue al árbol donde sabía venir el caballo, y al ratito llegó:
-¿Has visto, no te dije que no alzaras esa herradura? Pero, vamos a buscarlo al caballo dueño de esa herradura. Está a dos mil leguas de aquí, pero haremos la diligencia. Subí en mí y llevá el cabresto y vamos.
En una hora de camino pasaron ciudades, ríos, y llegaron a una serranía.
-Bueno, amigo -dijo el caballo, vamos llegando.
Entraron en una quebradita muy, muy fiera para andar, pero el caballo andaba sin dificultá. Llegaron a una planicie y el caballo le dijo al joven:
-Estate aquí, yo voy a pegar tres relinchos, y cuando viás venir el caballo, tratá de agarrarlo con el cabresto y agarrate que vamos a disparar fuerte para que cuando echen de menos al caballo, nohotros estemos lejos.
Así lo hizo, pegó un relincho y contestó un caballo. Al ratito pegó otro relincho, y le contestó más cerca.
-Estate atento -le dijo el caballo, y pegó el tercer relincho.
Como por encanto llegó un hermoso caballo y el joven, en cuanto se pudo allegar, le puso el cabresto y dispararon. Corrían más ligeros que el viento. Llegaron al palacio y el joven con el caballo. El caballo era maravilloso, hermoso el animal. El Rey le agradeció, pero en cuanto el joven se fue del palacio los vasallos llevaron el retrato de la niña, diciendolé al Rey que el joven había dicho que era capaz de traerle esa niña. Hizo llamar al joven, el Rey, y le dijo mostrandolé el retrato:
-La traís o sinó te hago cortar la cabeza; palabra de Rey no puede faltar.
-No hi dicho nada, pero tendré que hacer la diligencia.
Y se jue ande estaba el caballo. Llegó éste y le dijo:
-¿No te dije que no alzaras ese retrato, que tenías que pasar por muchos peligros? Tal vez la puédamos trair. Volvete al palacio y pedile al Rey una carrada de trigo, otra de carne y otra de bordalesas de agua, y que las lleven hasta donde vos les digás.
Gustoso el Rey le cedió el pedido. Al otro día temprano se jue el joven donde estaba el caballo. Los carros cargados fueron muy lejos y les dijo el joven:
-Aquí me dejan el trigo.
Y principiaron a llegar ratones y más ratones. A mediodía no había ni rastro de trigo. Cuando ya se iban, un ratón viejo le dijo al joven:
-Cuando usté se vea en apuros, diga: Dios y mis ratoncitos, y áhi estaremos nosotros.
Siguieron camino. Cuando más tarde le dijo al carrero que llevaba la carne:
-Aquí no más dejemé la carne.
Cuando descargaron la carne y se fue el carro, principiaron a llegar águilas, chimangos, halcones y muchos animales carniceros. No tardaron una hora y ni rastro dejaron de la carne. Cuando ya se iba el joven, le dijo una águila vieja:
-Cuando usté se vea en apuros, no tiene más que decir Dios y mis pájaros, el que usté necesite y áhi estaremos nosotros.
Se fue el joven. Alcanzaron el carro y siguieron camino. Hacían tres meses que andaban y andaban a la orilla de un río seco, y en un punto le dijo al carrero:
-Dejemé aquí las bordalesas con agua, amigo, y vuelvasé.
Al poco andar vio unos pececitos que se morían, por no tener más que un barrito no más, pero empezó a largar el agua hasta que los animalitos estaban salvos. Estaba mirando un ratito, y cuando ya se iba, un pececito sacó la cabecita del agua y le dijo:
-Si alguna vez necesita ayuda no tiene más que decir Dios y los pececitos.
Siguieron andando. Cuando estaban cerca de una casa le dijo el caballo:
-Aquí está la niña pero la tiene una vieja bruja bajo siete llaves. Entrá a la casa y ponete al servicio de la vieja. Yo te vigilaré.
Así lo hizo el joven. Tan pronto lo vio la vieja, le dijo:
-¡Cómo te va, hijo! ¡Cómo me gustaría vivir con vos!
El joven le dijo que si en algo le servía estaba a sus órdenes. La vieja lo cuidaba muchísimo y le decía:
-Ya ves, hijo, vivo sola y me viene muy bien tu compaña. Andá traerme leña.
Así hizo el joven y ya todos los días lo mandaba a trair leña. Cuando ya tenía muy mucha leña, le dijo la vieja:
-Agora, hijo, tenís qui acarrear todo el trigo de ese granero para esti otro, sinó vamos a andar mal, hijo.
Entonces el joven se fue y en cuanto se alejó un poquito de la casa, ya vio el caballo.
-No ti aflijás -le dijo el caballo, acordate de los ratones y te ayudarán.
Así lo hizo, abrió la puerta del granero que estaba llenito de trigo y dijo Dios y mis ratoncitos.
Cuando empezaron a llegar ratones y más ratones. A las doce ya estaba todo el trigo en el otro granero.
-Ya está, mama vieja -le dijo el joven.
-Bueno, hijo -le dijo.
Al otro día le dijo:
-Agora tenís que acarriarme el agua de este estanque a esti otro, que está más cerca. A mediodía ya tenís que terminar -le dijo.
Le dio un balde roto, y se fue.
-Tenga cuidado, hijo, haga las cosas como yo le digo o sinó vamos a andar mal.
Se jue el joven donde se juntaban con el caballo, y ya llegó éste y le dijo:
-Agora tenís que pedir ayuda a los pececitos.
Entonces el joven llegó al estanque y dijo Dios y mis pececitos. Llegaron miles y miles y antes de mediodía ya estaba el agua en el otro estanque.
-Está bien, hijo -le dice la vieja- agora tenís que comer todos esos animales que están en la invernada. Hasta la tarde tenís tiempo, y tenís que traerme todas las cabezas, que son doscientas.
El joven muy triste se acordó de los pájaros y dijo, Dios y mis pájaros. Dicho esto atronaron los aires miles y miles de águilas y halcones y gran cantidá de animales carniceros. A media tarde ya no había más que las osamentas de las doscientas cabezas.
-Está bien, hijo -dijo la vieja, agora voy a ir a lo de mi comadre a trair un cordero para que comamos. Quero celebrar tu guapeza.
Ni bien se jue la vieja el joven se habló con el caballo y éste le dijo:
Bajo de la cama de la vieja está un cuero de cordero, debajo están las llavecitas. Volá y sacalas, entrá a la pieza que está a la derecha y ya te darís cuenta. Seguí hasta la pieza siete, pero apurate.
Jue el joven hasta la pieza siete con todo el apuro que es de imaginar. En la pieza estaba la niña peinandosé. En cuanto vio al joven, ésta abrió los brazos. Se jue con él, pero llevó un peine, un jabón y una tualla. Velaron a donde estaba el caballo, subieron y se jueron. Al ratito llegó la bruja, y en cuanto llegó a la casa se dio cuenta que el joven se había robado la niña. Furiosa se subió al palo de una escoba y voló. Ya les iba dando alcance, cuando la niña le tiró el peine. Se le hizo un pencal que no pudo andar. Tardó un buen rato para salir y siguió persiguiendolós. Cuando ya los volvía alcanzar, la niña tiró el jabón, formandosé unos ríos llenos de agua. En vano la vieja corría di un lao pa otro, hasta que pudo cruzar. Ya los tocaba con la escoba, cuando la niña le tiró la tualla. Se formó una niebla que no se vían ni las manos. Viendo que era imposible seguirlos, la vieja se volvió a su casa.
Ya iban a llegar al palacio cuando a la niña se le cayó un anillo al cruzar un río. Por fin llegaron. Cuando la vio el Rey, dijo:
-¡Ay, ésta es mi hija! Se me perdió cuando era muy chiquita. Me la robó una hechicera, pero le falta un anillo que tenía.
Cuando se jue el joven, oyendo esto dos servidores del Rey, le dijieron que había dicho el joven que él era capaz de trairle el anillo de la niña. Lo mandó a llamar. Cuando el joven vino le dijo:
-¿Verdá que usté ha dicho que es capaz de trairme el anillo de mi hija? Si no lo trai le cortaré la cabeza. Palabra de Rey no puede faltar.
Cuando supo la niña, dijo que era imposible que se lo traiga, porque lo había perdido en el río.
-No -dijo el padre, el anillo o muere.
Se jue el joven. Estaba sumamente triste, cuando llegó el caballo.
-No hay por qué ponerse triste -le dijo, vamos al río y veremos cómo conseguir el anillo.
Llegaron al río y ¡oh, sorpresa!, los pececitos jugaban con un anillo. Entonce el joven los habló, y di un saltito un pez le dio el anillo. Volvieron y se lo dio al Rey. Éste creyó que la niña se lo había dado en compromiso, y le dijo:
-Si es así, yo te doy mi hija por esposa.
El joven no dijo nada, pero la niña que pensaba en esta dicha, dijo que la boda sería lo más pronto posible. Se fue el joven a comunicarle al caballo lo acontecido, cuando ve que iba un paje del Rey y le dijo que vaya inmediatamente. El Rey lo esperó y le dijo:
-Usté es un joven de un coraje sin igual, así es que ha dicho que es capaz de entrarse en un horno caliente, en tres días. Lo haiga dicho u no, tiene que hacerlo, palabra del Rey no puede faltar.
Se jue el joven con el desaliento más grande de su vida, llegando a donde estaba el caballo.
-No hay por qué ponerse triste -le dijo el caballo.
-Ya están calentando el horno -le dijo el joven.
-Pero no importa -le dijo el caballo. Tienen que cederte lo que vos pidás.
-Sí, así es el trato -le dijo el joven.
-Bueno, no hay más que esperar.
Llegó el tercer día. El horno era de fierro y estaba rojo hasta encima. Llegó el joven al palacio montado en el caballo y le dijo al Rey:
-Tiene que darme una sábana de diez metros de largo por cuatro de ancho, y me va a comprar una guitarra de lo mejor.
Ya estaba todo listo. El joven subió al caballo, dio tres vueltas a la plaza a toda furia, y cuando dio las tres vueltas le secó con la sábana el sudor, y se fue al horno. Le llevaron una silla. Se sentó, se envolvió en la sábana, a garró la guitarra y les dijo:
-Ya estoy, tienen qui abrir mañana a la tarde el horno.
Lo echaron y lo cerraron. La niña lloró todo el día y la noche, y al otro día no quiso probar bocado. Estaba desesperada, cuando el Rey ordenó abrir la puerta del horno, pero tan pronto se abrió la puerta, principió a bailar el joven. Estaba tocando la guitarra. Avisaron al Rey. Vino él en persona. Tan pronto iban llegando cuando empezaban a bailar. Bailaban de lau, de costillas. En toda forma bailaban todos los presentes. Ya bañaus en sudor, le gritaban ¡basta!, ¡basta! Nada, todo el mundo bailaba y bailaba. Ya estaban por el suelo, cuando llegó la niña. Dejó de tocar la guitarra el joven, y bajó.
-Bueno, hijo, ahora veo que sos un hombre capaz de remplazarme a mí. Ya que has expuesto tantas veces la vida. Pero antes de nada quero hacer yo también lo que vos has hecho. Para eso estoy haciendo calentar el horno. Quero estrenar mi caballo y entrarme con la guitarra al horno le dijo el Rey.
-No haga eso, señor Rey -le dijo el joven- que es una temeridá.
-No -dijo el Rey, palabra de Rey no puede faltar. Esta noche te casás. El baile durará hasta pasado mañana, entonces yo mismo entraré al horno.
Así se hizo oponiendosé el joven a la aventura del Rey.
Se casó el joven con todas las pompas de un príncipe. Las fiestas duraron hasta el tercer día. Cuando llegó la hora, el Rey subió al hermoso caballo, dio las tres vueltas en la plaza, lo secó con la sábana. Tomó la guitarra, se sentó en la silla y lo entraron al horno. Al otro día abrieron la puerta del horno. Silla, guitarra y Rey eran un solo montoncitos de cenizas.
En vista de lo ocurrido, se fue el joven y flamante Rey, a donde estaba el caballo. Éste lo encontró y le habló de esta manera:
-Voy a dejarte ya. Hi venido a salvarte de los peligros que corría tu vida. Yo soy aquel cadáver que vos, tan generoso, me pagastes todas mis deudas y me distes cristiana sepultura. Te agradezco y me voy dejandoté feliz y dueño del reino más lindo del mundo.
El joven lloró, pero el caballo se hizo una palomita y se jue volando al cielo. Volvió el joven al palacio y se quedó con su señora y yo me vine pacá, dejandolés muy felices.

Edelmira López, 75 años. Pampa Vieja. Jáchal. San Juan, 1951.

Nativa del lugar. Muy buena narradora.

Al cuento del caballo protector se amalgaman los motivos del muerto y los animales agradecidos.

Cuento 1058. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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