(Los
animales protectores)
Éste
era un joven que se fue a rodar tierra.
Había
hecho mucho mal este hombre, pero después se arrepintió y se volvió
un hombre buenísimo. Y juró hacer bien a toda la humanidá y a
cualquier bicho. Y salió con una bolsita al hombro a correr el
mundo. Y se fue.
Había
caminado mucho y se arrimó a un río a tomar agua. Y en ese momento
saltó un pescadito afuera del agua. Y el pescadito se moría. Pero
como este hombre había jurado hacer el bien, se levantó y agarró
el pescadito y lo echó al agua. Inmediatamente vio que el agua
empezó a arremoliniar y vio que el pescadito sacó la cabeza y le
dijo:
-Mirá,
amigo, yo estoy tan agradecido porque me has salvado la vida, y
sabrás que soy el rey de los pescados. Y por eso, cuando algún día
te encuentres en algún apuro decí: Dios y mi amigo el pescadito. Y
en seguida me tendrás para servirte.
A
poco de andar, después de unos días, encontró a un cóndor, con el
ala quebrada, que 'staba muriéndose porque no podía cazar. Y dice
el hombre:
Y
así lo hizo, para lo cual le entablilló el ala, le ató con unas
fibras las maderitas del entablillado, lo puso sobre el hombro y
siguió viaje. Le cazaba perdices y le daba de comer. A los pocos
días el cóndor empezó a probar a ver si podía manejar el ala. Él
seguía mante-niéndolo hasta que un día el cóndor salió volando.
Remolinió un poco y se bajó, y le dijo:
-Te
agradezco mucho que me has salvado la vida. Yo soy el rey de los
cóndores. Escuchá bien lo que te digo: Si alguna vez te ves en
algún apuro, decí: Dios y mi amigo cóndor, que yo estaré a tu
lado para socorrerte.
A
poco andar encontró también un zorro con la pata quebrada. Lo
agarró al zorro y también le entablilló la pata, lo curó y lo
llevaba de tiro con una cadenita. Cuando el zorro 'tuvo curado, se
despidió y le dijo que si alguna vez estaba en un apuro, que diga:
Dios y mi amigo el zorro, y que estaría ahí, en seguida, para
servirlo. Se despidieron y siguieron viaje.
El
hombre siguió. Después de unos días de viaje se encontró a la
entrada de una ciudá muy grande, de mucho movimiento. Entró y al
primero que encontró le preguntó qué novedades había en ese
pueblo. Entonce ése le dijo:
-Que
la hija del rey ha hecho juramento de casarse con el que se esconda
en un lugar que ella no pueda adivinar. Y el rey le va a regalar el
palacio y muchas riquezas.
Al
oír esto, el joven tomó en seguida rumbo al palacio del rey donde
se presentó y dijo que venía a buscar a la princesa para
esconderse. Entonce la princesa habló con él y le dijo:
-Si
te encuentro, sabé que te cortarán la cabeza y si no te encuentro
te casarás conmigo. De modo que desde ya puedes esconderte, que
tendrás veinticuatro horas de plazo.
Él
estaba a la orilla del mar, y apareció un pescado grandote. Se había
criado el pescadito. Al verlo al joven le dijo el pescado:
-Me
he comprometido a esconderme en un lugar que la Princesa de este
palacio no me pueda encontrar. Quiero que me digas dónde puedo
ocultarme.
-Ni
una palabra más. Subite sobre mí, que yo te voy a llevar a las
profundidades del mar y te voy a ocultar donde no te pueda ver nadie.
Entonce
el joven se subió en el pescado y el pescado se sumergió con él, a
unas oscuridades muy hondas y lo metió en unas rocas.
Al
momento que salió la Princesa a buscarlo. Sacó un gran teodolito
que tenía para buscar hasta el último rincón de la tierra y del
cielo. Entonce miró por toda la tierra hasta el último rincón y le
dice al Rey:
-¡Oh!,
¡papá!, ¿ves? ¿Sabes dónde está? En aquellas oscuridades, entre
las algas de aquellas rocas tan profundas. ¿Cómo se habrá
escondido ahí?
Llegó
la hora indicada para ver si lo habían visto. Y se presentó el
joven al palacio. Y apenas lo vio la Princesa le dijo:
-Y...
¿dónde estaba?
-Allí,
en aquella profundidá del mar, en aquellas rocas llenas de algas.
Pero, no te asustes. Te vamos a dar otra prueba, que te vuelvas a
esconder.
Al
otro día se fue, y andaba caminando muy preocupado. Y en lo que iba
se acordó del cóndor, y ahí lo llamó:
Le
refirió lo que le pasaba con la Princesa y que si no lo hallaban
esta vez le cortaban la cabeza. Y Entonce el cóndor dijo:
-No
te asustes, yo te voy a ocultar en un lugar que no te va a encontrar
la Princesa. Subite sobre mí, y agarrate del tronco de mis alas.
Y
ni bien estuvo sentado el joven, el cóndor se elevó a las alturas.
Y en aquellas alturas había una tormenta borrascosa, oscura, donde
el cóndor lo llevó, entre esas nubes muy oscuras, que no se vía
nada. Áhi lo dejó y le dijo:
La
Princesa sacó su teodolito y buscó por la tierra hasta el último
rincón, y nada; buscó en el mar hasta el último rincón, y nada.
Entonce le dice el Rey:
Ella
lo felicitó otra vez y le dijo:
-Joven,
usté se esconde muy bien pero ¿cómo hizo para esconderse en las
nubes? Es la primera vez que veo una persona que tenga tanto poder.
Pero no te aflijas, no te desanimes, te vamos a dejar la última
prueba, que te vuelvas a esconder.
Y
al momento se presentó el zorro, gordo y grandote, claro, era el Rey
de los zorros, y al verlo le dijo:
Y
entonce el joven le contó que estaba en peligro de muerte, que se
había escondido dos veces con la ayuda del Rey de los pescados y del
Rey de los cóndores, y que ésta era la vencida. Entonce le dijo el
zorro:
Pego
un grito el zorro y entonces empezaron a llegar zorros de todas
partes, de todas direcciones y se formó un ejército de zorros, y
les dijo:
-Hagan
una cueva acá que corra hasta abajo de la tierra, a los pies de la
Princesa, donde está ella con su teodolito.
Y
los zorros empezaron a cavar y a sacar la tierra hasta que quedó
hecho un túnel, hasta los pies de la Princesa. Entonce le dice el
zorro:
-Metete
en esta cueva y caminás hasta que se acabe, que da justo a los pies
de la Princesa. Y ahí te quedás tranquilo y esperás hasta que sea
la hora de presentarte, y te sales y te presentas a la Princesa.
La
Princesa dirigió el telescopio a la tierra y no lo vio al joven; lo
dirigió al mar y tampoco lo vio; lo dirigió a las nubes y tampoco
lo vio. Y la Princesa y el Rey es taban desesperados, pero no lo vio.
Pasó el tiempo, y el joven salió de la cueva y se presentó.
Entonce el Rey le dice a la Princesa:
Entonce
la Princesa le dijo que lo había visto. Y él le dijo:
Y
ahí le hizo ver el túnel y quedó comprobado. Pero el Rey dijo que
su hija no se podía casar con ese joven pobre y que no sabía de
dónde era.
-Yo
soy tan Rey como vos, yo soy el Rey de los zorros y si no dejas casar
a la Princesa con el joven dentro de unas horas se derrumbará tu
palacio.
Y
comenzaron a cavar los zorros y cuando vio el Rey el peligro no tuvo
más remedio que decir que se casaran. Y se casaron los jóvenes y
hicieron una gran fiesta. Y yo estuve en la fiesta que duró varios
días y después yo me vine al Chubut.
Baldomero
Terraza, 73 años. Rawson. Chubut, 1959.
Muy
buen narrador; tiene fama en la región, en donde son muy pocos los
narradores. Toda la Patagonia ha sido colonizada a principio de
nuestro siglo.
Cuento
1083. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 072
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