Hace
mucho, tres príncipes salieron a cazar en un monte grande. Y estos
tres príncipes tomaron distintos caminos a ver cuál traía más
presas a la casa.
Risulta
que el más chico anduvo mucho y llegó la noche sin saber adonde
'staba. Se'bía perdido. Los otros llegaron al palacio sin el menor.
El Rey s'enojó y los mandó de nuevo que lo encuentren.
Habían
pasado dos días y el niño caminaba y caminaba sin poder salir.
Comía ráices en el monte, pero una ser bárbara lo tenía mal. Una
tarde sintió sonar l'agua que cáiba pa una lagunita y
arras-trandosé llegó el pobre príncipe y s'echó de panza pa
tomar. ¡Cuando se li apareció una serpiente! Él esperó. Iba a
tomar otra vez y salía el bicho. Al fin habló la serpiente y dijo:
-Al
otro láu de la peña hay un aujero por donde vas a entrar. Pero no
te vas a dejar ver con Cuerpoespín que te va a matar.
Entró
en el aujero y vio qui abajo había otro mundo. Empezó a andar pero
no vía a nadies. Sólo una sombra andaba cerca d'él, y le servía
de comer y hablaba con él. Un día le dijo la sombra que si venía
Cuerpoespín y lu encontraba lo iba a peliar. Que lu iba a llevar a
elegir armas y él tenía que elegir la espada más vieja y sucia, y
cuando peliaran tenía que tirarle a cortar el talón porque áhi
tenía la vida. Y después le dijo que 'taba llegando, y lo escondió
en un baúl.
-No,
no, hay alguien aquí -ha dicho y se puso a buscar hasta que lo
encontró al Príncipe en el baúl.
Tal
cual, lo llevó a un cuarto y li ha dicho que elija espada. Había
espadas muy lindas y nuevitas, pero él eligió una vieja y sucia.
Y
se pusieron a peliar. Han peliado un día entero y han seguido otro
día más con las dos noches. Y se sentaron a descansar y ha dicho
Cuerpoespín:
-Yo
también -dijo el joven.
Han
vuelto a seguir peliando todo el tercer día y la noche, y ya estaba
muy débil Cuerpoespín y ha dicho:
Han
vuelto a seguir peliando, y al fin al cuarto día le cortó el talón
y cayó muerto Cuerpoespín. Y de ese lugar empezó a crecer un
naranjo. Vino la sombra y le dijo al joven que tiene que cuidar toda
la noche ese naranjo para que los pájaros no lo coman, y así podía
irse a vivir con ella lejos en un palacio.
Llegó
la noche. A cada rato venían los pájaros. Ya se iba durmió-endo y
venían otra vez. Así estuvo hasta que ya a la mañana, pobrecito,
cansado se durmió, no resistió. Al rato llegó la niña,
desencantada ya. Era linda como ninguna.
A
lo lejo se divisa una nubecita que venía a llevarla a la niña. Y
ella lo empieza a despertar al joven.
El
joven seguía durmiendo. No había caso de despertarlo. Al fin llegó
la nubecita y la levantó. Ella en el apuro, sólo le dejó un
pañuelo con su nombre, María, pa que se acordara de ella.
El
joven durmió tres días. Cuando se dispertó no halló nada, todo
era campo. Echó a andar a buscar a la niña, nada. Todo era inútil.
Siguió caminando. Llegó a la casa di una vieja bruja y le preguntó
ande era el reino de la niña encantada. No sabía esta vieja, pero
le dijo que su compadre, el Viento, podía saber. Lo llevó pa la
casa del compadre Viento. Era un viejo largo y flaco. Éste
tampoco 'bía sabíu.
-Pero
te voy a llevar pa mi amiga Zonda, tal vez sepa -li ha dicho el
Viento y lu ha empezáu a arrastrar al pobre joven.
Cuando
ya iban llegando a la casa de la Zonda, ha salíu ésta con las
mechas cáidas, y se pusieron a peliar. El pobre joven andaba de un
lau pal otro hasta que al fin si han entendíu. Después de darle
tantos golpes la Zonda tampoco 'bía sabíu, pero lo llevó pal Rey
de los Pájaros, como tenía tantos sirvientes, a lo mejor podía
saber. Este rey sacó una corneta y empezó a llamar. Llegaron
muchos, muchos pajaritos, pero ninguno sabía nada. Faltaba solamente
un águila vieja. Al fin llegó con la nueva que 'bía conocíu una
ciudá muy linda en donde se estaba por casar una princesa que 'bía
siu desencantada y que se llamaba María. El Rey le ordenó que lo
llevara al joven.
El
joven subió sobre las alas del bicho, con un cordero encima pa comer
en el camino. Anduvieron un día entero y l'águila se comió el
cordero. Al día siguiente, dijo el bicho:
Cuando
estaba oscureciendo vieron cómo brillaba pa abajo. Es que estaban
llegando a la ciudá. Bajó el bicho y le dijo al joven:
-Pegame
en la nuca y te devolveré las carnes.
-La
última pluma del ala sacala. A ella le podís pedir lo que quieras
que es de virtú -y se jue l'águila.
Lo
primero que hizo al otro día, pidió a la pluma de virtú que lo
volviera bien viejo, tal cual. Se echó una bolsita al hombro y se
jue al palacio a pedir limona. Salió la princesa María a atenderlo.
Lo hizo quedar al viejito pa que coma y después lo despidió. Salió
contento porque al fin encontraba a la niña encantada.
Al
otro día eran las bodas en el palacio. Pidió otra vez a la pluma de
virtú que lo volviera viejo, tal cual. Fue a la iglesia y se sentó
en el primer banco. Ya llegaron los novios y apareció el cura. Pero
el viejo sacó el pañuelo con el nombre de María y lo pasó por las
narices. Al verlo María la conoció a la prenda y se desmayó. Quedó
entonces pal otro día el casamiento.
Llegó
otra vez el momento que llegaron los novios y el cura, y él ocupó
otra vez el mismo banco. Pero ya no venía viejo, estaba tal cual
era, bien simpático como ninguno y buen mozo. Sacó el pañuelo y se
pasó por los ojos. Al verlo la niña s'hizo la desmayada. Entonces
el novio se enojó y se jue. Entonce María ha corrido y lo ha
abrazado al joven porque sabía quien era. Entonce la niña le dijo
al Rey y a todos que ese joven la ha desencantado, esponiendo la
vida, y que era su novio verdadero.
Manuel
Romero, 84 años. La Candelaria. Ledesma. Jujuy, 1953.
Buen
narrador.
Cuento
955. Fuente: Berta Elena
Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 069
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