Había
una serpiente que se había puesto debajo de una roca a tomar sombra.
Y resulta que la roca 'taba mal puesta y durante ella dormía, la
tierra se desborona y la roca la aprieta a la serpe. Y entonce queda
apretada, solamente con la cabeza afuera. Que tenía siete cabezas. Y
la serpiente se pone a quejarse y a pedir por favor que la saquen,
por misericordia.
Entonce,
de pronto viene un hombre de buen corazón y le saca la roca de
encima. Ella, en gratificación de lo que la sacó, se lo quiso comer
al hombre. Y le dice:
-Toy
muerta di hambre y no puedo aguantar más. No puedo ir a buscar qué
comer lejos. No tengo más que pagarte el servicio que me has hecho
de sacarme de abajo de la roca, con comerte.
Entonce
el hombre dice que no podía ser que le correspondiese con comerlo
después de haberlo sacado de abajo de la roca y ponerla en libertá.
En
ese entonce discutieron el hombre con la serpe. Que el hombre le
decía que no era posible que le pagara con comerlo. Y en eso llega
otro buen hombre y los encuentra a los dos discutiendo. Uno, decía
que no podía aguantar más el hambre, y el hombre que no le podía
pagar su buena acción así, que no estaba bien que lo comiese. Y
hizo de juez el hombre que había llegado. Y el hombre le dice:
-Yo
l'hi hecho un servicio a esta serpe y la serpe me quiere pagar el
servicio con comerme.
Entonce
la serpe dice:
-Yo
no le puedo pagar de otra manera. Yo tengo la presa a mi vista y es
con lo único que puedo saciar mi hambre.
Entonce
el juez le dice:
-Yo
no le puedo creer a ninguno de los dos. Para esclarecer este asunto
bien, yo tengo que ver cómo estaba apretada esta serpe para dar el
fallo a quen tenga la razón.
Y
entonce así convinieron la serpe y el hombre que sirvió de juez. Y
entonce fueron al lugar ande 'taba la serpe. Y ella se enroscó de
nuevo y le pusieron la roca encima y la serpe quedó apretada como
estaba antes. Entonce le dice el juez:
-Mirá,
eso es para que no siás de mal proceder, que le querís pagar con
comerlo al que te ha hecho un servicio. Para que no siás de mala fe,
y para que quedís presa. Áhi podís buscar el alimento.
-Y
vos, hombre, ya 'tás salvo de tu apuro.
Y
así lo salvó al pobre hombre bueno.
Rudecindo
González, 56 años. Carrodilla. Godoy Cruz. Mendoza, 1951.
Labrador
lugareño. Buen narrador.
Cuento
590. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 048
No hay comentarios:
Publicar un comentario