Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 4 de enero de 2015

Tio grillo, el adivino

Esto quería ser un hombre al que llamaban «Tío Grillo». El pobre pasaba mucha necesidad, porque no tenía oficio ni beneficio. Un día, harto de calamidades, se hizo pasar por adivino y puso un letrero en la puerta de su casa, que decía: «Aquí vive Tío Grillo, el adivino». Pero antes se dedicó a robar unas cuantas cosas y a esconderlas en otro sitio. Primero robó una sábana y la escondió en una cenicera. La dueña fue a consultarle y él se lo acertó, como si lo hubiera adivinado. La mujer cogió su sábana y le pagó con un pan y un chorizo. Otro día le robó un caballo a un señorito y 1o llevó a un prado que estaba muy lejos. El señorito fue a consultarle y, como se lo acertó, le dio en pago un jamón.
Así se fue haciendo famoso «Tío Grillo, el adivino». Un día, cuando más tranquilo estaba, llamaron a su puerta y eran los soldados, que venían de parte del rey, para que acertara dónde estaba un anillo muy valioso que le habían robado a su majestad.
Tío Grillo no se atrevió a negarse y salió con los soldados. Por el camino iba pensando: «Esto va a ser mi perdición. A ver qué hago yo cuando llegue al palacio». Ya llevaban un rato de camino, cuando dice el capitán:
-¿Ha hecho usted ganas de comer?
-¡Hombre, ya lo creo! ¡Si ya llevamos recorridas por lo menos siete leguas!
-Pues a comer, que el rey ha dicho que lo tratemos a usted como debe ser; que coma y que beba todo lo que quiera.
-¡Eso está muy bien! -dijo el Tío Grillo. Y pensó que por lo menos se hartaría de comer antes de que pasara lo que tenía que pasar. De manera que comió a dos carrillos de todo lo que quiso, y cada cuatro o cinco leguas decía que tenía hambre. Los otros paraban y él se volvía a poner como el Quico. Cuando llegaron al palacio le dice el rey:
-Tío Grillo, te he mandado llamar expresamente para que averigües dónde está el anillo de mi familia, que me lo han robado. Pero, si no me lo adivinas, te mato.
-Majestad, eso que usted me pide es muy difícil. Voy a necesitar tres días para pensarlo.
-Está bien. Mando que te encierren en una habitación y que no te dejen salir de allí en los tres días. Aunque podrás comer y beber todo cuanto quieras. Cada día que pase, un criado te llevará lo que pidas.
-Eso está bien -dijo el Tío Grillo, y pensó: «Por lo menos moriré jartito».
Cuando se cumplió el primer día, un criado fue a llevarle lo que había pedido, y dice el Tío Grillo:
-¡Ay, señor San Bruno, que de los tres ya he visto uno!
El criado se fue corriendo a la cocina a buscar a otros dos, pues eran
los tres que habían robado el anillo, y les dice:
-¡El Tío Grillo me ha reconocido!
Los otros dos no se lo creyeron, y dice uno:
-Mañana voy yo a llevarle la comida.
Pasó otro día y se presentó el criado en la habitación. El Tío Grillo dice, dando un suspiro:
-¡Ay, señor San Antón, que de los tres ya he visto dos!
El criado salió corriendo y se lo contó a los otros. Pero el que quedaba tampoco se lo creía y fue a la mañana siguiente a llevarle la comida al Tío Grillo. En cuanto lo vio aparecer, dice, con un suspiro muy fuerte:
-¡Ay, señor San Andrés, que ya he visto los tres! Entonces el otro le dice:
-Cállese usted, por favor. Si no nos descubre, le decimos dónde está el anillo y además le damos mucho dinero.
El Tío Grillo se quedó un momento callado, pero en seguida comprendió lo que pasaba. Dijo que estaba bien. Los truhanes le dieron tres mil reales y le dijeron que el anillo del rey lo habían escondido en el buche del pavo real.
Ya llegó el rey y le preguntó que dónde estaba el anillo. Entonces él se lo dijo y era verdad. Mataron el pavo real y le sacaron el anillo del buche. El rey se puso tan contento, que le entregó muchos regalos al Tío Grillo y se ofreció él mismo a acompañarlo hasta su casa. Se montaron en una carroza y, cuando ya iban de viaje, se coló un grillo por la ventana. Tío Grillo no se dio cuenta, pero el rey sí y lo cogió y se lo escondió en una mano. Entonces le dice al Tío Grillo:
-Veamos si eres tan buen adivino. Si lo aciertas, te casas con mi hija. Y si no, te mato. ¿Qué es lo que tengo en la mano?
El Tío Grillo no supo qué contestar, porque no había visto nada. Entonces dice:
-¡Ay, Grillo, Grillo, en qué apuros te ves!
-¡Caramba! ¡Pues lo ha acertado usted! ¡Ahora se tiene que casar con mi hija!

Y se casó el Tío Grillo con la hija del rey, y vivieron felices y a mí me dejaron con tres palmos de narices.

0.003.1 anonimo (españa) - 075

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