Era
un día de vacaciones. Fuera, estaba lloviendo y Simón, no pudiendo
ir a bañarse como de costumbre, se había puesto a rebuscar entre
las viejas revistas y los libros del desván. Entre las páginas de
un grueso volumen, encontró un estuche entelado. Lo abrió y
encontró las viejas gafas de aumento de su abuelo.
Simón
se las puso. «Nunca hubiera pensado -se dijo- que el mundo fuera tan
gigantesco en tiempos del abuelo. Casi da miedo.»
Ante
sus ojos, entre dos vigas, se extendía una enorme tela de araña. En
su centro, una araña del tamaño de una pelota de tenis. Miró a
Simón con enormes ojos del tamaño de dos pelotas de golf. Un ratón
atravesó el desván como un torbellino, antes de desapa-recer por un
agujero de la pared. Le pareció más grande que un gato.
«Todo
debía de ser muchísimo más grande en su época» -pensó Simón.
Con el repiqueteo de la lluvia en el tejado, se quedó dormido y soñó
con el mundo tal como es hoy. Desde que había encogido, era mucho
más agradable vivir el él.
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anonimo cuento - 064
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