Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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miércoles, 7 de enero de 2015

Los viejos tiempos

Las tardes de frío, lluvia y viento, cuando el viejo Martín deja que los animales se refugien en el cálido establo, a éstos les gusta pasar la tarde escuchando historias. Eso sí, todo depende de quién las cuente.
Los cuentos de los cerdos siempre tratan de comida, y los de las gallinas, sobre patos. Las vacas son unas chismosas y se dedican a repetir lo que han oído a través del seto.
Ahora bien, Til¡ y Tolo, que son los animales mayores de la granja, siempre hablan de los viejos tiempos. Los demás animales se aburren, porque ya se lo han oído contar un montón de veces.
Un día de primavera especialmente frío, había en la granja un montón de pollitos recién nacidos. El viejo Martín fue al gallinero y le dijo u Enriqueta:
-Lleva a tus hijitos al establo. Allí se está mucho mejor que aquí.
-¡Beeee! -baló la oveja María, que estaba junto a la puerta del establo-. ¿Habéis oído eso? Enriqueta va a traer a sus pollitos ¡Se acabó la paz!
Todos los animales mugieron, relincharon, gruñeron o cacarearon para decir que estaban de acuerdo. Aquellos pollitos chiquitines eran las criaturas más revoltosas de la granja, y todos los animales pusieron cara de disgusto cuando los pollitos entraron en fila.
Era el turno del cerdo Ceferino:
-Érase una vez -comenzó un cerdo que tenía mucha hambre...
Aunque los animales intentaban concentrarse, era muy difícil hacerlo con los pollitos correteando por allí. Picaron a la vaca Margarita en la nariz y le hicieron estornudar. Estuvieron arañando la cola de Blas, el perro ovejero, hasta que éste no tuvo más remedio que ladrarles enfurecido. Un pollito incluso intentó meterse a dormir en la lanuda oreja de la oveja María. No hacían más que distraer a los animales y ponerlos de mal humor.
-...algo muy, pero que muy delicioso.
Fin -dijo Ceferino, dándose cuenta de que nadie había podido escuchar su historia.
Gruñó sonoramente a los pollitos y se fue a un rincón muy enfadado.
Después le tocó al caballo Tolo:
-Os hablaré -dijo- de los viejos tiempos...
Todos los animales, menos Tili, refunfuñaron por lo bajo. Una historia aburrida y un establo lleno de pollitos revoltosos: ¡la mejor receta para una tarde horrorosa!
Pero mientras Tolo hablaba y hablaba monótonamente, ocurrió algo sorprendente: todos y cada uno de los pollitos empezaron a quedarse dormidos, acurrucados al calor de las plumas de Enriqueta.
-...y me acuerdo de otra historia -dijo Tolo, pero me imagino que no tendréis ganas de escucharla hoy.
-¡Claro que sí! -dijeron a coro. ¡Nos encantan tus historias, Tolo!
Y esta vez lo decían todos sinceramente.


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