Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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miércoles, 7 de enero de 2015

Los ositos traviesos

Un soleado día de verano, los papás de Jorge y de Juan les dijeron que preparasen sus cosas porque iban a ir a la playa.
-¡Yupiii! -dijo Jorge. ¿Podemos llevar nuestros ositos?
-Sí, siempre y cuando esta vez no los perdáis de vista -dijo papá. No queremos pasar la tarde buscándolos por todos los sitios si se pierden otra vez.
Jorge y Juan llevaban sus ositos a todas partes, pero los perdían continuamente y luego no había quien los encontrase. La verdad es que, cuando ellos no miraban, los traviesos ositos se escapaban corriendo en busca de emociones y aventuras.
Ese día volvió a pasar lo mismo. La familia llegó a la playa y se puso a sacar sus cosas. Papá se sentó a leer el periódico y mamá sacó su libro. Jorge y Juan se pusieron enseguida a hacer castillos de arena. Cuando los ositos traviesos se dieron cuenta de que nadie los estaba mirando, dieron un salto y, riéndose, echaron a correr por la playa.
-Vamos a explorar -dijo Billy, que era el mayor de los dos. Allí veo una cueva.
-Y señaló un oscuro agujero entre las rocas que había junto al agua.
-Está un poco oscuro y me da miedo -dijo Bella.
-No seas tonta -respondió Billy. Eres una osa, ¿no? Siempre he creído que a los osos les gustaban las cuevas oscuras.
Los ositos treparon por las rocas y entraron en la cueva. Era muy profunda y estaba muy oscura. En aquel preciso momento, Bella descubrió en el suelo algo reluciente. Se agachó a recogerlo y se lo enseñó a Billy.
-¡Oro! -exclamó Billy muy emocionado, cogiendo la monedita que había encontrado Bella. ¡Debe de ser la cueva de unos contrabandistas! A lo mejor, todavía están por aquí. ¡Vamos a echar un vistazo!
-No -dijo Bella. Quizás son peligrosos. Vamos a volver.
Y, dándose la vuelta, echó a correr hacia la salida. Pero cuando llegó vio aterrorizada que, mientras exploraban, la marea había subido y había separado las rocas de la playa.
-¡Billy! -gritó. ¡Ven rápidamente, estamos atrapados!
Entre tanto, Jorge y Juan ya habían acabado de hacer castillos de arena y se habían dado cuenta de que los ositos habían desaparecido.
-¡Oh, no! -se quejó papá. ¡Otra vez no!
La familia recorrió la playa arriba y abajo, pero no hubo forma de encontrar a los ositos.
-A lo mejor se los ha llevado el mar -dijo Juan con voz temblorosa.
Desde la cueva, los ositos traviesos veían a sus dueños buscándolos. Daban saltos y agitaban las patas.
-No sirve de nada -dijo Bella. No pueden vernos, somos demasiado pequeños.
-No te preocupes -contestó Billy, tratando de aparentar menos miedo del que en realidad sentía.
Y entonces aparecieron dos hombres al otro lado de la roca. A los ositos les dio un escalofrío: ¡debían de ser los contrabandistas! Y se echaron a temblar de miedo cuando los hombres los cogieron y, trepando, los llevaron a un bote que estaba oculto detrás de las rocas. Los ositos se apretujaron en el fondo del bote, mientras los hombres saltaban, dentro y empezaban a remar. ¿Adónde los lleva-rían?
-Billy, tengo mucho miedo -susurró Bella. ¿Nos harán daño?
-No, Bella, seguro que no nos va a pasar nada -respondió Billy.
Pero en su interior no estaba tan convencido. En realidad, le daba mucho miedo no poder regresar a casa y no volver a ver a Jorge y a Juan.
Bella empezó a llorar bajito y grandes lágrimas corrieron por sus mejillas.
-Si logramos regresar a casa, nunca más nos escaparemos -sollozó.
-¡No te preocupes! -la tranquilizó Billy mientras la acariciaba.
Al cabo de un rato el bote se detuvo y los hombres se bajaron de un salto. Cogieron a los ositos y los levantaron en el aire por encima de sus cabezas. Uno de ellos preguntó a voz en grito:
-¿Quién ha perdido estos osos?
Toda la playa se los quedó mirando. Jorge y Juan echaron a correr y recogieron sus osos.
Papá también corrió a reunirse con ellos. Tanto él como los chicos dieron las gracias a los hombres por haberles devuelto los osos.
-Los hemos estado buscando por todas partes -dijeron Jorge y Juan sonriendo con alivio.
-Estaban en aquella cueva -dijo uno de los hombres, señalando en aquella dirección. Seguramente, los chicos los dejaron allí.
-¡Pero si los chicos han estado haciendo castillos de arena toda la tarde! -contestó papá un tanto perplejo.
Nadie pudo averiguar nunca cómo habían ido a parar a la cueva los ositos traviesos, ni de dónde había salido la monedita que Billy llevaba en el bolsillo, pero papá dijo que a partir de entonces se tendrían que quedar en casa. A los ositos traviesos no les importó, ya habían tenido suficientes aventuras por un tiempo. Y además, así tendrían tiempo de sobra para jugar a su juego favorito: ¡el escondite!


0.999.1 anonimo cuento - 061

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