Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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miércoles, 7 de enero de 2015

Leo quiere un amigo

Lo era un león bastante tímido, a diferencia de su madre, su padre, sus hermanos y sus hermanas, que eran bastante más atrevidos. A veces se sentía triste porque no tenía amigos.
-Mamá -dijo un día, ¿por qué no juega nadie conmigo? 
-Como eres un león, les das miedo -contestó mamá.
Hacía un día precioso y Leo estaba seguro de que haría un nuevo amigo. Se acercó a unos árboles, donde estaba jugando un grupo de monitos. Cuando los monos vieron a Leo se subieron corriendo a las copas de los árboles más altos.
-¡Hola! -gritó Leo. No hubo respuesta. 
-¡Hola! -repitió. ¿Queréis bajar y jugar conmigo?
Se hizo el silencio y uno de los monos le lanzó una sonora pedorreta.
-Vete -dijo de malas maneras. No nos gustan los leones. Tenéis los dientes demasiado grandes -añadió, y soltó una ruidosa carcajada.
Leo siguió caminando hasta que llegó a una profunda charca donde se estaban bañando una hipopótamo y su cría. Leo se los quedó mirando mientras jugaban en el agua.
-¡Hola! -gritó Leo. ¿Puedo meterme en el agua con vosotros? Me gustaría jugar -dijo.
-¡A mí también! -dijo el hipopótamo pequeño.
-No -dijo la mamá. Tú no juegas con leones.
Perplejo, Leo siguió caminando hasta que se encontró a un avestruz con la cabeza metida debajo de la arena.
-¿Qué haces? -preguntó Leo, sorprendido.
-Me escondo de ti -dijo el avestruz.
-¡Pero si sigo viéndote! -respondió Leo.
-Pero yo no te veo a ti -contestó el avestruz.
-Anda, ven. Juega conmigo en vez de esconderte -dijo Leo.
-¡Jamás! -dijo el avestruz. Yo no juego con leones, porque rugen.
Leo siguió andando. Vio una serpiente que estaba tomando el sol sobre una piedra y la tocó suavemente con la pata.
-Juega conmigo -le dijo.
-¡Ay! -se quejó la serpiente. ¡Qué garras tan afiladas!
«Me tendré que acostumbrar a jugar solo», pensó Leo.
-¡Hola! -dijo de repente una vocecita.
Leo vio un par de ojos observándolo tras un árbol.
-No vas a querer jugar conmigo -dijo Leo enfurruñado. ¡Tengo unas garras afiladas, y unos dientes enormes, y encima rujo!
-Yo también -dijo la voz.
-¿Quién eres? -preguntó Leo con interés. 
-¡Un león, por supuesto!
Y de repente apareció en el claro otro leoncito.
-Yo también soy un león -dijo Leo sonriendo. ¿Meriendas conmigo?
-¡Sí! -dijo el otro león. Y pasaron la tarde merendando y jugando.
-¡Me gusta ser un león! -dijo Leo feliz. ¡Por fin tengo un amigo!


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