Como
la zorra es tan ardilosa, quiso aprender a silbar como la perdiz,
porque así las engañaba a las perdices y las cazaba mejor. La zorra
le rogó tanto a la perdiz, que al fin dijo que güeno. Con mucha
cautela le cosió la boca. Le dijo que probara. El zorro hizo fuerza
para silbar y el silbido le salió bastante fino. Entonce la perdiz
le dijo que ya había terminado el trabajo y se despidió. Entonces,
de pícara la perdiz, se escondió por donde tenía que pasar el
zorro, y cuando éste pasó, voló y le pasó rozando el hocico.
Entonces el zorro, que no podía con su instinto, se olvidó que
tenía la boca cosida y hizo el ademán de abrir la boca y de
cazarla. Áhi se le rajó la boca muy grande y desde entonces le
quedó así, la boca más grande que antes.
José
Torres, 60 años. San José. Pringles. San Luis, 1940.
Lugareño
de gran predicamento. Buen narrador.
Cuento
696 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 048
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