Éste
era un hombre que vivía solo en su casita, en el campo. Tenía
animalitos y hacía trabajos en su campito.
En
sus idas y venidas siempre oía para el lado donde había una gran
peña, llantos, clamores. Un día agarró el lazo y se jue a ver qué
era esto. Entonce vio que abajo de la peña 'taba agarrada una víbora
grandota. Entonce la víbora cuando lo vio a este hombre le clamó
que le sacara la peña. El hombre tenía recelo, pero la víbora le
dijo que ella le iba agradecer, que no le tuviera miedo. Bueno, el
hombre enlazó la peña y la sacó. En cuantito la víbora se sintió
libre empezó a querer comer al hombre y le decía:
-¡Me
lo como! ¡Me lo como no más! Entonce el hombre le dice:
-Pero,
cómo me va a comer después que la he salvado. Entonce
la víbora le dice:
-Hace
muchos días que estoy sin comer, así que lo como nomás.
Entonce
le dice el hombre:
-Mire,
entre en razón, cómo me va a comer. Mire, vamos pal pueblo a buscar
alguna persona que nos diga si usté tiene razón, que sirva de juez.
Tanto
le dijo el hombre que la víbora dijo que bueno y se jueron. En el
camino encontraron a una zorra y la pararon. Entonce le dice el
hombre:
-Mire,
yo salvé a esta señora de abajo de una peña y ahora me quiere
comer. Diga si hay razón.
Entonce
la víbora dice:
-Yo
lo como y lo como. Y dice la zorra, haciendolé de ojo al hombre:
-Bueno,
pero vaya a saber si esta señora no tiene razón. Yo para opinar
tengo que ver cómo estaba esta señora.
Entonce
se volvieron al lugar de la peña. Entonce le dice
la zorra:
-Yo
tendría que ver cómo estaba esta señora. En qué forma la pisaba
la piedra. A ver, vuelvasé a poner como 'taba antes.
Entonce
la pusieron a la víbora abajo de la piedra, bien pisada como estaba
antes. Entonce dice la zorra:
-Ahora
veo que no tiene derecho de comerlo a este hombre. Se jueron, y le
dice el hombre a la zorra:
-Mire,
comadre, mi casa es como su casa.
La
zorra le agradeció y cada uno tomó su camino.
El
hombre tenía gran cantidá de gallinas. La zorra se las había ido
llevando. Pasado un tiempo, el hombre vio que no le quedaba más del
gallo. Justamente llegó la zorra y se ponen a conversar. Entonce le
dice el hombre:
-¿Sabe,
comadre, que de tantas gallinas que tenía no me queda más del
gallo?
-En
busca de él vengo le dice la zorra.
-¡Ah!
-que le dice, pero muy bien comadre. Esperesé que voy a buscar maíz,
así lo agarramos.
Entró
adentro el hombre y soltó dos enormes galgos que tenía y la sacaron
corriendo a la zorra. Y la zorra dentró a correr hasta que pudo
meterse a una cueva.
Adentro,
la zorra, después que descansó un poco, se preguntaba ella misma,
ya cuando le pasó el susto:
-Ustedes,
patitas, ¿qué hacían cuando me traían corriendo los galgos?
-Nosotros
saltábamos ramas y pozos -se contestaba.
-Y
ustedes, ojitos, ¿qué hacían en tan apurada situación?
-¡Ah!,
nosotros mirábamos siempre adelante, y tratábamos de mirar ande
juera más fácil salvarse.
-¡Pero,
muy bien! ¡Pero, muy bien!
-Y
usté, colita, ¿qué hacía?
-Yo
me enredaba en las ramas a ver si me agarraban los galgos.
Entonce
la zorra enojada dice:
-¡Salga
para ajuera! ¡Salga para ajuera cola cochina!
Y
empezó a retroceder y hacía ademán de botar la cola.
Y
claro, los galgo que 'taban en la puerta esperando, la sacaron y la
mataron.
Nicasio
Muñoz, 25 años. El Durazno. Pringles. San Luis, 1988.
El
narrador, oriundo del lugar, ha cursado los grados de la escuela
local. Compárese el lenguaje y el estilo de este narrador con los
del narrador anterior a quien oyó muchas veces el cuento.
Cuento
594. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 048
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