Había
una vez un hombre que había quedado viudo y tenía muchos animales.
Los salía a ver todos los días. Un día iba pasando por cerca de un
corral hecho de piedra, y sintió que abajo de una piedra muy grande
se sentían unos quejidos, y se sentía que lloraban. Entonces dijo
el hombre:
-¿Qué
lo que será esto? Si se siente esto a la tarde, cuando vuelva voy a
dar vuelta la piedra. ¡Quién sabe no sea el alma de mi esposa que
anda penando!...
Bueno,
se fue el hombre para el campo, y a la tarde, cuando volvió y iba
pasando, sintió que se quejaban y lloraban más fuerte debajo de la
piedra.
Bueno,
se fue no más para las casas porque era tarde. Al otro día temprano
ensilló y se fue a dar vuelta la piedra. Le puso el lazo y la ató a
la cincha, y la hizo tirar con la mula que tenía ensillada. Cuando
la piedra se dio vuelta, saltó una serpiente que había apretada en
la piedra, y se lo quería comer al hombre. Entonce le dijo el
hombre:
-No
me coma, señora Serpiente; mire que yo la hi salvado, l'hi sacado la
piedra de encima, yo le hi hecho un bien. Agora usté me quere comer.
-Yo
lo voy a comer no más -le dijo la serpiente, porque usté no sabe
que un bien con un mal se paga.
-No
puede ser -le dijo el hombre. Mire, señora, vamos más allá, a ver
si encontramos alguno que los dé la razón. Si usté tiene razón,
me come, y si yo la tengo, me deja.
Así
lo hicieron. Se fueron. En seguida encontraron un güey que ya no
podía caminar de flaco, todo lastimado. Le dijo el hombre a la
serpiente:
-Acá
le vamos a preguntar a este güey, a ver quén tiene razón.
Bueno,
le dijieron:
-Oiga,
señor Güey, venga, saquelós de esta duda.
-Mire
-le dijo el hombre, esta señora serpiente estaba apretada abajo de
una piedra muy grande, y yo con mi mula le saqué la piedra, y agora
me quiere comer. ¿Será justo o no? Ella me dice que un bien con un
mal se paga.
-Mire
-le dijo el güey, yo creo que tiene razón la señora Serpiente. Yo
ante era nuevo, gordo, mi dueño sabía arar la tierra con mí. La
sembraba, la cosechaba, trabajaba todo el año con mí y me atendiya
muy bien. Agora que m'hi puesto viejo mi han tirado por acá para que
me muera. Así es que yo, después de haberle hecho tanto bien, agora
él me ha pagado con un mal.
-Bueno
-le dijo la serpiente al hombre, agora me lo como, yo tengo razón.
-No,
señora Serpiente, ¡no me coma todavía! Vamos más allá a
preguntarle a otro.
Se
fueron. Ahí cerca había un caballo reflaco, estaba lastimado en el
lomo y en el pecho. Lo llamaron y le dijeron:
-Mire,
señor Caballo, usté los va a dar la razón. Yo saqué esta señora
Serpiente de abajo di una piedra, que ya se moría, y agora, en pago
d'eso, ella me quere comer, porque dice que un bien con un mal se
paga.
-Mire
-le dijo, yo era un caballo hermoso, era muy guapo. A mí me ataban
al arado, al coche, en todas parte. Mi dueño si ha puesto rico con
mi trabajo, y agora que m 'hi puesto viejo mi ha tirado al campo para
que me muera; ya no si acuerda más de mí. Así está visto que un
bien con un mal se paga.
-Bueno
-le dijo la serpiente, no hay más remedio que lo tengo que comer;
yo tengo razón, un bien con un mal se paga.
-No,
señora Serpiente -le dijo el hombre, vamos más allá. A ver, le
vamos a preguntar a otro. Si da la mesma respuesta, me come.
Bueno,
siguieron. Áhi cerca encontraron una zorra, y le dijieron:
-Oiga,
señora Zorra, venga que le querimos hacer una pregunta.
-No
-le dijo la zorra, me van a matar ustedes.
-No,
venga -le dijo el hombre. Esta señora Serpiente 'staba abajo de una
piedra muy grande, y yo la saqué di áhi, y agora ella quere
comerme. ¿Será justo que después de haberle hecho un bien, me
quere pagar con un mal?
-Sí
-le dijo la serpiente, ustedes saben que el que hace un bien, que
espere un mal.
-Bueno
-le dijo la zorra -yo no puedo dar ninguna respuesta. Yo tengo que
ver cómo ha estado la señora Serpiente, para decile cual tiene
razón.
Así
que se fueron para donde había estado la serpiente, y le dijo la
zorra:
-Pongasé
como ha estado usté, abajo de la piedra. Y usté -le dijo al hombre-
enlace la piedra como la tenía enlazada para darla vuelta.
Bueno,
así lo hicieron. Cuando la serpiente si acomodó bien, hecha rosca
como había estado, la zorra l'hizo seña al hombre que le tirara la
piedra encima. Y áhi se quedó por morirse. Por más que se
lamentaba no le hicieron juicio.
Bueno,
la volvieron a apretar a la serpiente, y le dijo la zorra al hombre:
-Bueno,
amigo, yo lo hí salvado de que no lo coma la serpiente, así que a
mí me debe la vida.
Bueno
-le dijo el hombre, mire señora Zorra, vaya a mi casa. Allá tengo
gallinas, pavos, patos, gansos. Venga a traer todo lo que usté
quera.
A
la noche fue la zorra, y comió bastantes gallinas, y vido que
quedaban muchísimas más aves. A la noche siguiente volvió la
zorra. Envitó a otra zorra más y comieron bastante, y otras
gallinas llevaron. Así siguieron viniendo todas las noches. Un día,
fue el hombre y vido que no había quedado más que un gallo y un
gallineto, que la zorra no había podido agarrar. Al día siguiente
'staba enojado el hombre con la zorra, y de repente, cuando golpearon
la puerta, salió el hombre y era la zorra.
-Güen
día, amiga zorra, ¿cómo le va?
-Bien
-le dijo la zorra, y a usté, ¿cómo le va?
-Bien
-le dijo el hombre. ¿Cómo no ha venido ante?
-Si
hí estado viniendo todas estas noches, y agora vengo a llevar un
gallo y un gallineto que ha quedado.
-Bueno
-le dijo el hombre, pase.
Pasó
la zorra y se sentó. Entonce el hombre fue y desató tres perros que
tenía atados y los trajo y se los arrimó a la zorra. Y la agarraron
los perros, y ya la mataban y decía la zorra:
-Bien
decía la serpiente que un bien con un mal se paga. Razón tenía.
Miren, yo lo hí salvado a este hombre que no lo coma la serpiente, y
agora él me hace matar con los perros.
Y
la terminaron de matar los perros.
Julián
Aguilera, 39 años. Saladillo. Pringles. San Luis, 1945.
Gran
narrador.
Cuento
595. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 048
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