Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

8-2-2015 a las 21:47:50 10.000 relatos y 10.000 recetas

10.001 relatos en tiocarlosproducciones

10.001 recetas en mundi-recetasdelabelasilvia

Translate

jueves, 1 de enero de 2015

La ratita gris - Cap III. El principe gracioso

Mientras la joven dormía, el Príncipe Gracioso cazaba en aquel bosque a la luz de las antorchas. Un cuervo perseguido por los perros fué a acurrucarse cerca de la mata junto a la que descansaba Rosalía. De repente los perros cesaron de ladrar y se agruparon silenciosamente. El Príncipe bajó de su caballo, intrigado, y recibió una gran sorpresa al ver a la hermosa joven apaciblemente dormida. Al examinarla de cerca vió en sus mejillas huellas de lágrimas. El traje de Rosalía, aunque no era llamativo, denotaba en su poseedora más que bienestar; sus lindas manos, sus cabellos de color castaño cuidadosamente recogidos con un peine de oro, sus elegantes zapatos y un collar de perlas finas en torno de su cuello dejaban traslucir su elevada alcurnia.
El Príncipe, estupefacto, no se cansaba de mirar a Rosalía. Ninguna de las personas de su corte que ahora se hallaban junto a él la conocía. Inquieto por su sueño tan profundo, Gracioso le cogió la mano con suavidad, pero Rosalía continuó durmiendo.
-No puedo abandonar así a esta desgraciada niña que, sin duda, ha sido extraviada a propósito, víctima de alguna odiosa maquinación. Pero ¿cómo llevárnosla dormida?
-Príncipe -le dijo su montero Hubert, ¿no podríamos transportarla en unas parihuelas hechas con ramas?
-Es una buena idea -dijo el Príncipe. Haced las parihuelas y llevadla en ellas a mi palacio. Esta joven debe de ser de alto nacimiento y es bella como un ángel.
Hubert y los restantes cazadores arreglaron pronto las parihuelas, sobre las cuales extendió el Príncipe su propio manto. Después, aproximándose a Rosalía, la cogió en sus brazos y la puso sobre el manto. En aquel instante Rosalía parecía soñar y murmuró en voz baja:
-¡Padre mío... padre mío... salvado para siempre! ¡La Reina de las Hadas... el Príncipe Gracioso... ya lo veo... ya lo veo... qué guapo es!
El Príncipe, sorprendido al oír pronunciar su nombre, no dudó ya de que Rosalía era una Princesa bajo el yugo de un encantamiento y dió orden a sus criados de que anduvieran despacio para que el movimiento no despertase a Rosalía.
Al llegar al palacio, el Príncipe Gracioso hizo preparar la cámara de la Reina y, no queriendo que nadie tocase a la joven, la llevó él mismo en brazos hasta la cama y recomendó a las doncellas que habían de servirla que le avisasen cuando despertase.
Rosalía durmió hasta el día siguiente muy tarde; miró a su alrededor sorprendida y, como no vió a la maligna rata, se quedó muy contenta.
-¿Será -dijo -que estoy en casa de algún Hada más poderosa que Detestable?
Se levantó y fué a la ventana; desde allí vió hombres de armas y oficiales con brillantes uniformes. Cada vez más sorprendida, iba a llamar a uno de aquellos hombres que ella creía otros tantos encantadores, cuando oyó pasos en su habitación. Al volverse vió al Príncipe Gracioso que iba vestido con un traje de caza muy elegante y estaba mirándola con admiración. Rosalía reconoció en él inmediatamente al Príncipe de su sueño y exclamó involun-tariamente:
-¡El Príncipe Gracioso!
-¿Me conocéis, señorita? -dijo el Príncipe, sorprendido.
-No os he visto más que en sueños, Príncipe -dijo Rosalía ruborizandose.
Rosalía le contó entonces todo lo que le había dicho su padre el día anterior y le confesó candorosamente su culpable curiosidad y las fatales consecuencias que había tenido para ella y para su padre.
El Príncipe, por su parte, le contó como le había encontrado dormida en el bosque y añadió:
-Lo que vuestro padre no os ha dicho, Rosalía, es que la Reina de las Hadas, nuestra pariente, había decidido que me casara con vos cuando tuvieseis quince años. Sin duda es ella misma la que me ha inspirado el deseo de ir a cazar por la noche a fin de poderos encontrar en el bosque. Puesto que tendréis quince años dentro de pocos días, Rosalía, podéis considerar el palacio como vuestro y mandar en él como Reina y Señora. Pronto estará libre vuestro padre y podremos celebrar nuestras bodas.
Rosalía dió las gracias a su primo y le acompañó en un paseo por el palacio. Al llegar al invernadero vio una pequeña rotonda adornada con flores escogidas. En medio de ellas había como un árbol cubierto por completo de una tela muy recia.

0.012.1 anonimo (alemania) - 066

No hay comentarios:

Publicar un comentario