Un
día el zorro la encontró a la perdiz con sus guagüitas y le dice a
la perdiz:
-¡Qué
bonitos son tus hijitos! ¿Cómo los pintás overitos? La perdiz,
entonces, le dice:
-Junto
mucha leña y prendo el horno, y cuando está bien caliente, tiro mis
guaguas adentro y tapo bien. Y camino a la vuelta del horno; gritando
y golpiando, digo: ¡Guagua pinta! ¡Guagua pinta! ¡Guagua pinta!
¡Guagua pinta! Y después saco mis guagüitas y todas salen
overitas.
Entonces
el zorro dice:
-Voy
a pintar mis guaguas también para que naides los conozca.
Juntó
mucha leña, prendió el horno, y cuando estaba bien caliente, tiró
sus hijos adentro. Cerró la puerta y empezó a dar vueltas al horno
golpiando y diciendo: ¡Guagua pinta! ¡Guagua pinta! ¡Pinta guagua!
¡Pinta guagua!
Y
cuando abrió la puerta del horno, encontró a sus hijos hechos un
carbón. Y el zorro se enojó y gritó a la perdiz:
-¡Ah!,
perra pizpila. Me has hecho quemar mis guagüitas. Ya vas a ver
cuando te agarre.
Por
eso la perdiz se esconde bien cuando ve al zorro.
Juana
Apaza, 49 años. Barrios. Yavi. Jujuy, 1953.
Cuento
719 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 048
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