Una
chica que vivía en un poblado no conseguía casarse con ningún
hombre: cuando alguno iba a conquistarla, sus padres siempre se
oponían. Y era la única chica soltera del poblado.
Esto
llegó a oídos de un fantasma que decidió probar suerte. Pero, como
no tenía nada, pidió prestado todo lo que necesitaba para
acercarse al poblado de la chica: en un pueblo le dejaron una
bicicleta, en otro unos calzoncillos, y así sucesivamente fue
consiguiendo unos zapatos, unos pantalones, una camisa, un
peine, una chaqueta y una corbatai.
Con todo ello quedó muy elegante. Y, cuando llegó al poblado
de la chica, ésta quedó impresionada y se ilusionó con él.
De
manera que le trató de una forma exquisita: le preparó la cama, le
dio comida, le facilitó el baño, y al llegar la noche durmieron
separados. A la mañana siguiente, el fantasma habló claramente
al padre de la chica: «Me gusta tu hija, y quiero casarme con ella.
Pídeme lo que quieras, pero deja que nos casemos». El padre
respondió: «No creas que solamente busco tu dinero. Lo único que
te pido para que puedas casarte es que la cuides y que la mantengas
tal como hemos hecho hasta ahora su madre y yo». Quedaron de acuerdo
y fijaron la fecha de la boda.
El
fantasma regresó a su poblado y habló con sus padres: «He
encontrado a una mujer bellísima, y me hace mucha ilusión
casarme con ella». Sus padres no lo tenían claro: «Si ni siquiera
tienes una casa propia. ¿Crees que ella aceptará vivir en un
agujero? Además, eres muy feo». El fantasma estaba realmente
enamorado de la chica y replicó: «No todos los hombres pueden ser
guapos, ricos y buenos. Y es verdad que tendremos que vivir en un
agujero que he preparado. Pero si un hombre y una mujer se quieren,
todas estas cosas no les preocupan». Los padres le vieron tan
decidido que no le negaron su ayuda: le dieron comida y bebida, y
también algo de dinero.
Llegó
el día de la boda, y todo marchó sobre ruedas. El fantasma pudo
ofrecer comida, bebida y dinero para las fiestas. Y el padre de la
chica no aceptó ni exigió nada más para que se efectuara el
casamiento: solamente la promesa de que cuidaría de ella y la
mantendría. Así que, una vez concluida la ceremonia, emprendieron
el camino de regreso hacia la casa del chico.
Al
entrar en el primer poblado del trayecto, un hombre se les acercó:
«Vaya, amigo, ya es hora de que me devuelvas la corbata que te había
prestado». El fantasma se la devolvió y, ante el estupor de su
mujer, la tranquilizó: «No te preocupes. Esta corbata no tiene
ninguna importancia para mí». Siguieron el camino, y en cada
poblado alguien se acercaba a la pareja para exigir el retorno de lo
prestado. Y, así, el fantasma fue devolviendo la chaqueta, el peine,
la camisa, los pantalones, los zapatos, los calzoncillos y, por
fin, la bicicleta.
La
chica no comprendía por qué su marido le iba diciendo que no se
preocupara, y le dejó una de sus camisas para que -al menos- la
gente no le viera desnudo. Al llegar al agujero que el fantasma había
preparado, preguntó: «¿Tú crees que voy a vivir ahí? Enséñame
dónde está tu poblado y dónde viven tus padres, para que vea que
no me has engañado».
El
fantasma se resistía, pero al final tuvo que acceder. Al entrar en
el poblado, la gente decía: «Pero, ese hombre, ¿no había muerto?
Debe ser un fantasma». Y todos cerraban las puertas de sus casas por
miedo.
Él
se excusaba ante su mujer y le decía: «No les hagas caso. Sucede
que he estado mucho tiempo fuera de aquí, y creen que había muerto.
Pero no tienen razón».
La
chica se dio cuenta de que algo raro ocurría. Y, cuando su marido se
distrajo, entró corriendo en una casa para pedir auxilio: «Mis
padres habían rechazado a todos mis pretendientes, y en cambio han
permitido que me casara con un fantasma». La gente de la casa la
retuvo durante un tiempo, hasta que el fantasma desaparecióii.
Ento ces la devolvieron sana y salva a su poblado.
Fuente:
Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1
anonimo (guinea ecuatorial) - 055
i
También
el modelo de vestido es europeo.
ii
El
fantasma no se comporta como un agresor, pero la reacción de los
demás personajes lo presume. Se trata de resaltar el error de
la chica; que no es tanto el haber escogido a un fantasma como
marido, sino a un hombre sin recursos materiales.
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