Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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martes, 20 de enero de 2015

La chuña con el zorro .826

La chuña 'taba en el río, en la playa del río, bañandosé, echandosé agilita en la espalda. Y si arrima el zorro y la saluda. Y le dice:
-¡Hola, canilluda! ¿Cómo te va?
-¡Oh!, tío Juan Gallina, ¿cómo andas vos?
Porque siempre a tío Juan le han gustado, es muy aficionado a las gallinas, que es uno de los platos favoritos de él.
-Aquí 'toy -le dice la chuña, me estoy bañando.
-¡Ah! -le dice, pero no te arrimes mucho para el hondo que te vas ahogar.
-No -le dice, yo sé nadar.
-No, ¡qué vas a saber! -le contesta.
-Sí, yo soy una gran nadadora.
-No, pero como yo no has de ser.
Y empieza la discusión. Entonce le dice:
-Yo te voy hacer una apuesta. Vamos a jugar lo que vos quieras -le dice el zorro- quién aguanta más zambullendosé.
-Bueno -dice, ¡meta!
Bueno, desensillan. Sacan los estribos, que eran de plata, los frenos, el rebenque, y ponen encima los ponchos, los dos ponchos. Jugaban eso y todo lo demás.
-El que dura más, ése es el queda.
Muy bien.
-Vamos a contar hasta tres -dice Juan. Yo voy a contar -dice Juan siempre pensando sacar ventaja.
-Pero, a ésta, en la primera zambullida no más la despacho. Una, dos y tres...
Y la chuña zambulle. Y el zorro la deja estar un rato. Entonce calculando un rato, zambulle.
La chuña, que no era nada tonta, dejó pasar un tiempo, salió del agua, se arrancó una pluma de la cola, y la enterró en la arena, de manera tal que parecía que 'taba zambullendo.
Juan pasó un rato, y no le daban más los pulmones y pensaba:
-Bueno, a ésta le he ganau, pero de todas maneras voy a sacar despacito la cabeza y el hocico y voy a mirá a ver si sigue zambullendo y le voy hacer otra zambullida.
Muy bien. Saca, despacito la cabeza y alcanza a ver la pluma.
-¡Eh... qué aguante, ésta! -dice y se vuelve a zambullir.
Está un buen rato debajo del agua. Los pulmoncitos se le hinchaban. Vuelve a sacar, despacito la cabeza. La ve de nuevo.
-¡Hum! -dice, ¡qué barbaridá! ¡Pero ésta nu había teníu destino! -dice.
Vuelve a zambullir. Y está un buen rato nuevamente y empieza a pensar, dice:
-¿No si habrá ahugau esta pobre? ¿No será que por ganarme le ha pasau un accidente? ¿Y qué voy hacer? ¿Voy a cargar yo con semejante cargo de conciencia?
Muy bien. Saca con cuidau otra vez el hocico y la ve enterrada. Entonces dice:
-La voy a sacar. Seguramente se habrá muerto y la voy a llevar a entregar a su familia.
Bué...
Sale del agua, se arrima. Abre las manitos para abrazar a la chuña guiandosé por la pluma que estaba enterrada en la arena y se encuentra, cuál sorpresa, con una plumita.
-¡Ay, lo que me ha hecho esta trompeta! ¡Esta bandida, tramposa! La voy a matar. Donde la encuentre la voy a degollar. Pero ¡qué cosa bárbara! Increíble lo que me ha hecho. Voy a casa a buscar un cuchillo.
Va a la casa a buscar un cuchillo grande que tenía. Y lu hace así, lo chaira. Y lo ve que estaba un poco, no muy afilado, porque el zorro quería un cuchillo que esté cortando un pelo al aire para degollarla de entrada no más a la chuña. Y sale.
Empieza a caminar, a rastriarla, Juan, a la chuña, porque la chuña iba a gata con semejante carga. La chuña levantó los dos ponchos con todas las cosas que habían puesto y se mandó a mudar.
Llega a la casa de la iguana. Y le dice:
-¡Hola, caraipuca!, ¿no me la has visto pasar a la chuña?
-Sí -dice, esta mañana pasó, tío Juan. Iba contenta -dice. Iba llevando un montón de cosas que le ha ganado en apuesta a usté.
-Qué me va ganar a mí. Es una tramposa, una bandida. No sabe la que me ha hecho. ¿No tiene una piedrita pa que afile mi cuchillo?
-Sí, tío Juan, sí tengo un molejón ahí adentro, me lo prestaron.
Y va, afila: chas... chas... chas... chas... chas... chas... chas... Y lo probaba. Sacaba un pelito, cortaba una ramita...
-¡Ah, ya lo voy alcanzar!
Sigue viaje. Camina otro trecho y lo encuentra al llegar a la casa, al peludo:
-¡Hola, peludo -le dice- carachento!
-¿Qué tal, tío Juan?
-Aquí estamos. Voy siguiendo a la chuña, ¿no me lo ha visto pasar?
-Sí, tío Juan. Esta mañana sol alto ha pasau. Ya iba contenta. Dice que le ha ganau una apuesta a usté.
-Pero, ¡qué me va ganar! Me ha hecho trampa. ¡Esta bandida! Donde la encuentre la voy a degollar, la voy a matar. ¿No tiene una piedrita pa que afile mi cuchillo?
-Sí, tío Juan, tengo aquí un molejoncito bueno.
-Prestamelá. Y meta probar. Chas... chas... chas... chas... A medida que iba afilando el cuchillo se le iba achicando. Sigue andando un trecho. Y llega a la casa de la lechuza.
-¡Hola, cumpa lechuza! -le dice.
-¿Qué tal tío Juan? ¿Qué le anda pasando? ¿Qué le pasa que anda tan enojau?
-¡Ah, como para que no esté! -dice. ¿Vos sabes lo que me ha hecho la chuña?
-¡Ah! -dice, la chuña ha pasau hace un rato por acá. Contenta, iba llevando un atau muy grande. Agata iba, cansada, po. Y me ha contau que le ha ganau una apuesta, en una zambullida.
-¡Qué me va ganar, esa bandida, esa trompeta! -dice. ¿Vos sabes lo que me ha hecho?
Y le cuenta lo que le ha hecho.
-Pero, también donde la encuentre la voy a degollar. Pero, mirá, las tripas le voy a dejar al aire, ¿no tienes una piedrita pa que afile un cuchillo?
-Sí, tío Juan, sí tengo una piedrita. Buena es. La he traído del norte.
-Prestame pa que afile.
Chas... Chas... Chas... Chas... Y sigue la afilada. Y cada vez el cuchillito más chico. Llega a la casa de la garza mora.
-¿Qué tal, tío Juan, cómo le va?
-Decime, no me interrumpas. Voy muy apurau, voy viendo los rastros éstos. ¿No me la has visto pasar por acá a la chuña?
-Sí, tío Juan, ahicito va. Ha pasau. Y va a gala de cansada, llevando un atau muy grande.
-¿Vos no sabes lo que me ha hecho? -le dice.
-No. Iba muy contenta.
-¡Eh, no sabes lo que me ha hecho a mí! ¡Ah, es una bandida! Pero ya, ya le voy a alcanzar -dice. Mirá lo que llevo aquí.
Y era un cuchillito moto. Era cabo no más y un pedacito. Le dice:
-Decime, ¿no tienes una piedrita pa que afile mi cuchillo?
-Sí, tío Juan. Sí tengo una piedrita. Buena es.
-Prestame, porque así voy a chairar mi cuchillito.
-¡Cómo no! -le dice la garza mora. Le vuá prestar tío Juan.
Le presta. Chas... Chas... Chas... Y ya era el cabo que afilaba.
-Y bueno, esto no me va a servir. Pero igual no más la vuá matar -dice.
Y sigue no más. Sigue, como la chuña iba muy pesada, la alcanza a ver. Y la chuña, que no es nada tonta, había escondíu el atau en una cueva de vizcacha.
-¡Ah! -le dice, ¡así te quise pillar!
-Sí -le dice, ahora me vas agarrar -dice la chuña. Y vuela y se asienta arriba de un algarrobo, con un tronco torcido, y el zorro también sube. La quiere agarrar, pero no puede subir a los árboles. Sube por detrás de la chuña, pero en el momento que la quiere agarrar, vuela y se asienta en el tronco chaquista, un tronco quemado. Que no estaba más que el tronco. Vuela y se asienta en la punta. Y el zorro dice:
-¡Ah, de aquí no te me escapas!
Y hace un salto magistral para cazarla a la chuña, en el mismo instante que ésta vuela, de manera tal que da con la cabeza y se le desparraman los sesos.
Y colorín, colorado, que este cuento se ha acabado.

Aristóbulo Barrionuevo, 48 años.

Santiago del Estero. Capital, 1970.

Persona de cultura, Profesor. Aprendió el cuento de la madre que tiene un gran repertorio. Muy buen narrador.

Cuento 826 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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