Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

8-2-2015 a las 21:47:50 10.000 relatos y 10.000 recetas

10.001 relatos en tiocarlosproducciones

10.001 recetas en mundi-recetasdelabelasilvia

Translate

martes, 6 de enero de 2015

La ardilla insensata

Era otoño. Los árboles del bosque estaban perdiendo las hojas y el aire era frío. Todos los animales empezaron a prepararse para el invierno.
-Ahora que empieza a hacer frío ya no se consigue tanta comida. Será mejor que empecemos a almacenar todo lo que podamos para poder pasar el invierno -dijo el señor Zorro a su mujer una noche, al volver de cazar.
-Tienes razón -contestó ésta, haciendo entrar a sus cachorros en la madriguera.
-Me gustaría ir a pescar -dijo el señor Oso, pero ahora tendré que esperar a que llegue la primavera.
-Y, metiéndose en su cueva, cerró bien la puerta para aislarla del frío.
-He de darme prisa o no terminaré a tiempo mi cama de invierno -decía la señora Ratón mientras corría con un puñado de paja, aunque enseguida se acurrucó envuelta en su propia cola para entrar en color.
La única que no estaba preparada para el invierno era la señora Ardilla, que saltaba de rama en rama en su árbol.
-Yo no necesito prepararme para el invierno -presumía. Tengo escondida una buena reserva de nueces y mi hermosa y tupida cola me mantendrá caliente. Además, no tengo ni pizca de sueño.
-¿Aún estás despierta? -se sorprendió el señor Zorro.
-¡Vete a dormir! -gruñó el señor Oso.
-¡Silencio! -pidió la señora Ratón, tapándose las orejas con la cola.
Pero la señora Ardilla no se quería ir a dormir. Seguía bailoteando arriba y abajo y gritando a todo pulmón:
-¡QUE BIEN ME LO ESTOY PASANDO!
Y por fin llegó el invierno. El viento silbaba entre los árboles y el cielo se volvió gris. Poco después empezó a nevar. Al principio, la señora Ardilla se lo pasó muy bien haciendo bolas de nieve, pero no tenía a quién tirárselas. Pronto sintió frío y también hambre.
-No pasa nada -se dijo. Tengo unas estupendas nueces para comer. Pero, ¿dónde las puse? -Bajó corriendo del árbol y se encontró con que una espesa capa de nieve había cubierto la tierra. Empezó a corretear en busca de sus escondrijos, pero con la nieve todo el bosque tenía el mismo aspecto y al poco rato se dio cuenta de que estaba completamente perdida.
-¿Qué voy a hacer? -gimió. Tiritaba de frío, tenía hambre y su cola estaba mojada y sucia.
De pronto oyó una vocecilla, pero miró a su alrededor y no vio a nadie. Entonces se dio cuenta de que la voz venía de debajo de la nieve.
-¡Date prisa! -dijo la voz. Puedes venir conmigo aquí abajo, pero tendrás que excavar un sendero hasta mi puerta.
La señora Ardilla empezó a cavar y encontró un sendero que llevaba hasta una puerta situada bajo el tronco del árbol. La puerta se abrió lo justo para que la señora Ardilla pudiera meter su cansado cuerpo.
Entró en una acogedora habitación con una chimenea encendida junto a la que se sentaba un duendecillo.
-Te he oído dar vueltas por ahí arriba y he pensado que a lo mejor necesitabas refugio -dijo el duende. Ven, siéntate junto al fuego.
La señora Ardilla aceptó encantada.
-Ésta no es mi casa -dijo el duende. Creo que perteneció a unos tejones. Yo me perdí en el bosque, así que cuando encontré este lugar decidí quedarme hasta la primavera. Aunque no sé cómo encontraré el camino de regreso a casa.
-Y una gran lágrima le rodó por la mejilla.
-Yo he sido una inconsciente -dijo la señora Ardilla. Si no me hubieras dado cobijo, habría muerto. Estoy en deuda contigo. Si dejas que me quede aquí hasta la primavera, te ayudaré a buscar tu casa.
-¡Quédate, por favor! -contestó el duende. Me encantará tener compañía.
-Y la ardilla se acostó sobre su cola y se quedó dormida.
Y así fueron pasando los días y las noches hasta que un día el duende sacó la cabeza por la puerta y exclamó:
-¡La nieve se ha derretido, la primavera ha llegado! ¡Despierto, señora Ardilla!
La ardilla se frotó los ojos y se asomó. Había claros de cielo azul y se oía cantar a los pájaros.
-¡Súbete a mi espalda y te enseñaré el mundo! -dijo la señora Ardilla. Cruzaron el bosque y treparon hasta la copa del árbol más alto de todos. ¡Ya puedes mirar! -dijo la ardilla cuando se dio cuenta de que el duende se tapaba los ojos con las manos. Nunca había visto nada semejante en toda su vida. Ante su vista se extendían montañas, lagos, ríos, bosques y campos. El duende empezó a dar saltos de alegría.
-¿Qué pasa? -preguntó la ardilla.
-¡Veo mi casa! -gritó el duende, señalando hacia el valle. Y a mis amigos sentados al sol. Tengo que volver. Gracias por tu ayuda, señora Ardilla, si no hubiera sido por ti nunca habría vuelto a ver mi casa.
Y, bajando del árbol, se encaminó a su hogar a toda prisa. La señora Ardilla regresó a su árbol, y el señor Zorro, el señor Oso y la señora Ratón se alegraron muchísimo de verla.
-He sido una inconsciente, pero he aprendido la lección -les dijo. ¡Y ahora hayamos una fiesta, que tengo muchas nueces para comer!
Así que celebraron la primavera por todo lo alto y la señora Ardilla prometió ser más sensata el próximo invierno.


0.999.1 anonimo cuento - 061

No hay comentarios:

Publicar un comentario