Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 31 de enero de 2015

Ilombe y el fantasma .007

Cuando un hombre del poblado acudía a casa de Ndjambu para pedir la mano de Ilombe, ésta se negaba. Fuera el hombre que fuera, lo despreciaba y parecía que no quería casarse con nadie.
Esto llegó a oídos del poblado de los fantasmas, y uno de ellos acudió para intentar mejor suerte. Y, en todas las casas que encontraba por el camino, pidió algo: uno le dejó unos zapatos, otro una camisa, otro unos pantalones, otro una chaqueta, otro un sombrero, y otro unas gafas.
Cuando llegó a casa de Ndjambu para pedir la mano de Ilombe, ésta creyó que se trataba de un hombre rico, así que habló con su padre: «Con este hombre sí voy a casarme.» Quedaron de acuerdo, y se celebró la ceremonia.
Al terminar el casamiento, el hombre se llevó a Ilombe hacia su poblado. Ilombe empezó a comprender que algo iba mal cuando se dio cuenta de que aquel a quien creía rico devolvía todos sus vestidos. Porque, efectivamente, a medida que el fantasma pasaba por las distin­tas casas, entregaba las prendas que le habían dejado: las gafas, el som­brero, la chaqueta, los pantalones, la camisa y los zapatos.
Y, cuando llegó al poblado de su marido y vio que todos vivían en sepulcros, comprendió que se había casado con un fantasma. Entonces reflexionó y dijo a su marido: «Antes de entrar en la casa, tengo que hacer mis necesidades».
Se apartó un poco, abrió su sombrilla y la dejó abierta para taparse. Pero en lugar de hacer sus necesidades, emprendió la huida a toda ve­locidad.
El fantasma se impacientaba, y preguntó: «¿Todavía no has termi­nado?». La sombrilla le contestó con la voz de Ilombe: «No te preocu­pes. Tengo mucha diarrea, pero en cuanto termine entraré en la casa». Al pasar mucho rato, el fantasma preguntó de nuevo. La sombrilla contestó: «No estés tan impaciente, que enseguida terminaré».
Al cabo de mucho rato, el fantasma levantó la sombrilla y vio que allí no había ninguna mujer. Emprendió el vuelo, y desde arriba vio que Ilombe escapaba corriendo a toda velocidad. La persiguió y la llamaba desde arriba. Pero Ilombe ni siquiera levantó la cabeza. Y, cuando parecía que el fantasma la alcanzaría, llegó a su casa y cayó exhausta al sueloi.
Ndjambu y Ngwalezie se sobresaltaron mucho. Pero, por más que le preguntaban, Ilombe no era capaz de articular palabra: la emoción la había dejado muda. El rey Ndjambu llamó a un curandero, que con su magia le devolvió el uso de la voz.
Cuando Ilombe se recuperó y contó lo sucedido, Ndjambu senten­ció: «¿Ves lo que te ha pasado? Si hubieras aceptado a un hombre normal, hubieras sido feliz con tu marido. Ahora, sin embargo, has tenido que huir de él y quedarte sola en la vida».

Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 055

i El episodio del río insalvable completaría la versión.

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