Ngwakondi
tuvo dos hijas. Ngwalezie, en cambio, sólo había tenido una; y poco
después de dar a luz murió. Ngwakondi decidió que la hijastra, que
se llamaba Ilombe, no merecía el mejor trato posible; y por eso le
ordenaba los trabajos más duros de la casa, le daba poca comida y
hacía que durmiera en el suelo.
Ilombe
se quejó a su padre Ndjambu. Pero él no le hizo caso, porque estaba
deseoso de acudir a una gran fiesta que daba el rey de aquel poblado.
Este rey tenía un hijo al que quería casar. Y, para que fuera
conociendo a todas las chicas, empezó a dar grandes fiestas a
diario, con mucha música y bailes.
Ngwakondi
y sus dos hijas también acudieron a la fiesta. Pero Ilombe tuvo que
quedarse en casa. Y cuando estaba llorando de tristeza, tuvo un
sueño: su madre apareció ante ella y le dijo: «Ya sé que te están
sucediendo todas estas cosas. Pero no te preocupes, porque voy a
ayudarte. Toma este paquete: encontrarás en él todo lo que desees».
Ilombe se despertó y, al cabo de un rato, las otras mujeres
regresaron a casa y le contaron con todo detalle la fastuosidad de la
fiesta y la belleza del hijo del rey del poblado, con quien querían
casarse.
Al
día siguiente, Ilombe trabajó como siempre. Pero, al llegar la
noche, deseó que en el paquete hubiera un vestido muy bonito, unos
bellos zapatos y un caballo blanco. Efectivamente, todo ello lo
encontró mientras las otras mujeres acudían de nuevo a la
fiesta del rey. Ilombe se bañó y se acercó a la fiesta. Sus
hermanas no la reconocieron, pero gustó mucho al mismo rey y a
su hijo, que quiso bailar con ella toda la noche. Pero entonces ella
recordó que su madre también le había advertido que todos los
deseos que le diera el paquete desaparecerían a la medianoche;
de manera que, cuando vio que se acercaba la hora, regresó a casa y
esperó allí a sus hermanas. Éstas volvieron contando que
había aparecido en la fiesta una mujer hermosísima, y que temían
que el hijo del rey acabaría enamorándose de esta otra. Y se fueron
a dormir.
A
la noche siguiente, Ilombe repitió sus deseos. Y estuvo bailando
durante toda la fiesta con el hijo del rey, que sólo deseaba estar
junto a ella. Incluso se opuso a que regresara a casa al acercarse la
medianoche. Tanto que Ilombe, en el forcejeo, perdió uno de sus
zapatos. Y volvió a casa con un sólo zapato.
El
rey, al amanecer, ordenó a un grupo de hombres que visitaran todas
las casas del poblado para comprobar de quién era el zapato que
había quedado abandonado. Los hombres fueron por todas las casas sin
encontrar a la mujer que buscaban. Y al final entraron en la casa de
Ndjambu. Tampoco a las hijas de Ngwakondi el zapato les venía bien,
y no querían que Ilombe se lo probara: «¿Para qué? ¿No veis que
no tiene ni bonitos vestidos ni caballo alguno? Ella no puede ser la
mujer que estáis buscando». Pero los hombres no estaban de acuerdo:
«El rey ha dicho que debemos intentar poner el zapato a todas las
mujeres del poblado; aunque no tengan vestidos bonitos; aunque sean
cojas; aunque duerman en el suelo».
De
manera que probaron el zapato a Ilombe, y resultó ser la chica que
tanto gustaba al hijo del rey. Éste dio una buena recompensa a los
hombres que la habían encontrado, se casó con ella ese mismo día,
y colmó de riquezas a Ndjambu y a toda su familia.
Fuente:
Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1
anonimo (guinea ecuatorial) - 055
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