Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 31 de enero de 2015

Ilombe, la hijastra maltratada .011

Ngwakondi tuvo dos hijas. Ngwalezie, en cambio, sólo había tenido una; y poco después de dar a luz murió. Ngwakondi decidió que la hijastra, que se llamaba Ilombe, no merecía el mejor trato posible; y por eso le ordenaba los trabajos más duros de la casa, le daba poca comida y hacía que durmiera en el suelo.
Ilombe se quejó a su padre Ndjambu. Pero él no le hizo caso, porque estaba deseoso de acudir a una gran fiesta que daba el rey de aquel poblado. Este rey tenía un hijo al que quería casar. Y, para que fuera conociendo a todas las chicas, empezó a dar grandes fiestas a diario, con mucha música y bailes.
Ngwakondi y sus dos hijas también acudieron a la fiesta. Pero Ilombe tuvo que quedarse en casa. Y cuando estaba llorando de triste­za, tuvo un sueño: su madre apareció ante ella y le dijo: «Ya sé que te están sucediendo todas estas cosas. Pero no te preocupes, porque voy a ayudarte. Toma este paquete: encontrarás en él todo lo que desees». Ilombe se despertó y, al cabo de un rato, las otras mujeres regresaron a casa y le contaron con todo detalle la fastuosidad de la fiesta y la belleza del hijo del rey del poblado, con quien querían casarse.
Al día siguiente, Ilombe trabajó como siempre. Pero, al llegar la noche, deseó que en el paquete hubiera un vestido muy bonito, unos bellos zapatos y un caballo blanco. Efectivamente, todo ello lo encon­tró mientras las otras mujeres acudían de nuevo a la fiesta del rey. Ilombe se bañó y se acercó a la fiesta. Sus hermanas no la reconocie­ron, pero gustó mucho al mismo rey y a su hijo, que quiso bailar con ella toda la noche. Pero entonces ella recordó que su madre también le había advertido que todos los deseos que le diera el paquete desapare­cerían a la medianoche; de manera que, cuando vio que se acercaba la hora, regresó a casa y esperó allí a sus hermanas. Éstas volvieron con­tando que había aparecido en la fiesta una mujer hermosísima, y que temían que el hijo del rey acabaría enamorándose de esta otra. Y se fueron a dormir.
A la noche siguiente, Ilombe repitió sus deseos. Y estuvo bailando durante toda la fiesta con el hijo del rey, que sólo deseaba estar junto a ella. Incluso se opuso a que regresara a casa al acercarse la mediano­che. Tanto que Ilombe, en el forcejeo, perdió uno de sus zapatos. Y volvió a casa con un sólo zapato.
El rey, al amanecer, ordenó a un grupo de hombres que visitaran todas las casas del poblado para comprobar de quién era el zapato que había quedado abandonado. Los hombres fueron por todas las casas sin encontrar a la mujer que buscaban. Y al final entraron en la casa de Ndjambu. Tampoco a las hijas de Ngwakondi el zapato les venía bien, y no querían que Ilombe se lo probara: «¿Para qué? ¿No veis que no tiene ni bonitos vestidos ni caballo alguno? Ella no puede ser la mujer que estáis buscando». Pero los hombres no estaban de acuerdo: «El rey ha dicho que debemos intentar poner el zapato a todas las mujeres del poblado; aunque no tengan vestidos bonitos; aunque sean cojas; aun­que duerman en el suelo».
De manera que probaron el zapato a Ilombe, y resultó ser la chica que tanto gustaba al hijo del rey. Éste dio una buena recompensa a los hombres que la habían encontrado, se casó con ella ese mismo día, y colmó de riquezas a Ndjambu y a toda su familia.

Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat


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