Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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martes, 6 de enero de 2015

Guille y su terrible hermano javi

El pequeño Guille era un chico muy afortunado. Tenía una bonita casa y los mejores padres que se puedan desear. También tenía un gran jardín con un columpio y una portería de fútbol. En el jardín crecían muchos árboles a los que se podía trepar para correr aventuras. Guille iba también a un bonito colegio donde se lo pasaba muy bien todos los días y tenía muchos amigos. De hecho, todo era perfecto en la vida de Guille menos una cosa: su hermano Javi.
Javi era un chico muy travieso. Pero lo peor es que, hiciera la trastada que hiciera -y no paraba de hacer una detrás de otra, siempre se las apañaba para que pareciese que era otro el que tenía la culpa. ¡Y normalmente ese otro era el pobre Guille!
Una vez se le ocurrió poner sal en el azucarero. Esa tarde vinieron unos amigos de sus padres a tomar el té. Y, por supuesto, todos los invitados se pusieron salen el té pensando que era azúcar. Como eran muy educados, no se quejaron, pero todos pensaron que el té tenía un sabor muy extraño. Sin embargo, en cuanto los padres de Guille lo probaron, enseguida se dieron cuenta de que alguien les había gustado una broma. Pidieron disculpas a sus invitados y les hicieron otro té. ¿Y quién se llevó las culpas? Pues el pequeño Guille, porque Javi había echado sal por el suelo del cuarto de Guille para hacer creer a sus padres que él era el culpable.
Al poco tiempo, la tía Pepa vino a pasar unos días. Era una señora muy simpática, pero odiaba cualquier bicho que se arrastrase o reptase y, sobre todo, las ranas. ¿Y qué es lo que hizo Javi? Pues bajar al estanque del jardín, coger una gran rana verde y meterla en el bolso de la tía Pepa. Cuando la tía lo abrió para sacar las gafas, se encontró con dos ojos de rana que la miraban fijamente.
-iCroac! -dijo la rana.
-¡Aaahhh! -aulló la tía Pepa, a quien casi le dio un soponcio.
-Le dije a Guille que no lo hiciera -dijo Javi.
Guille había abierto la boca para asegurar que era inocente cuando su madre dijo:
-Guille, vete a tu cuarto ya mismo y no salgas hasta que te lo diga.
El pobre Guille se fue a su cuarto y se tuvo que quedar allí hasta después de la cena. A Javi le pareció muy divertido.
Al día siguiente, Javi decidió gastar otra broma con la que echarle las culpas a Guille. Fue al cobertizo y sacó todas las herramientas del jardín una por una. Cuando creía que no lo veía nadie, las escondió en el armario del cuarto de Guille. Allí metió la pala, el rastrillo, la regadera, la podadora... vamos, todo menos la segadora, y ésta se salvó porque era demasiado pesada y no la podía llevar hasta allí.
Pero esta vez la bromita fracasó porque la tía Pepa lo vio deslizarse escaleras arriba para subir las herramientas al cuarto de Guille e inmediatamente se imaginó lo que Javi estaba tramando y en quién iban a recaer las culpas. Habló con Guille sin que Javi se diera cuenta. Los dos estuvieron murmurando unos segundos y sonrieron triunfales.
Ese mismo día, el padre de Javi y Guille fue al cobertizo a buscar las herramientas para arreglar el jardín. Imaginaos la sorpresa que se llevó cuando vio que lo único que quedaba eran unos tiestos y la segadora. Estuvo buscando las herramientas por todo el jardín, miró detrás del montón de abono, bajo los peldaños del jardín, detrás del cajón de arena y en el garaje. Pero no las pudo encontrar por ningún sitio.
Después se puso a buscarlas por la casa. Miró en todos los armarios de la cocina y estaba mirando debajo de la escalera cuando vio algo en el piso de arriba que le llamó la atención. El mango de la gran pala del jardín sobresalía por la puerta del cuarto de Javi. Perplejo, subió la escalera y entró en la habitación. Y allí, en un montón dentro del armario, estaba el resto de las herramientas.
-¡Javi, sube inmediatamente! -lo llamó su padre.
Javi, que no tenía ni idea de lo que podía pasar, subió tranquilamente las escaleras. De repente, vio que todas las herramientas que él había metido cuidadosamente en el armario de Guille estaban ahora en su armario. Se quedó sin habla.
-Pues bien -dijo su padre, antes de salir a jugar vas a volver a bajar todas las herramientas al cobertizo. Luego siegas la hierba, después cavas los macizos de flores y u continuación quitas las malas hierbas.
Javi tardó horas en arreglar el jardín. Guille y la lo estuvieron mirando por la ventana y se partían de la risa. Javi no pudo averiguar cómo habían ido a parar las herramientas a su cuarto, pero seguro que tú lo has adivinado, ¿a que sí?


0.999.1 anonimo cuento - 061

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