Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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martes, 6 de enero de 2015

En casa de la abuela

Santi abrazaba su oso con fuerza mientras mamá metía en una bolsa su pijama y sus zapatillas.
-¿Por qué no puedo ir con vosotros? -preguntó.
-Porque papá y yo tenemos que pasar fuera una noche -dijo mamá. Tú te vas a casa de los abuelos. Tienen muchas ganas de verte.
-Pero si papá y tú no estáis, tengo miedo -dijo Santi bajito.
-No te preocupes -dijo mamá. ¡Te lo vas a pasar tan bien que no querrás volver a casa!
Los abuelos salieron a abrir la puerta cuando papá, mamá y Santi llegaron a su casa. Holy, la perrita de la abuela, asomó la cabeza entre sus piernas moviendo el rabo nerviosamente. Pero cuando llegó el momento de despedirse, Santi se sintió muy triste.
-¡Te voy a echar de menos! -dijo, agarrando a su mamá con fuerza. Mamá le dio un gran abrazo y le sonrió.
-Te prometo que mañana por la mañana estaremos de vuelta -dijo.
Papá y ella se metieron en el coche. Cuando el coche se puso en marcha, Santi les dijo adiós con la mano hasta que ya no pudo verlos y los ojos se le llenaron de lágrimas.
-Venga, Santi -dijo la abuela. Nos lo vamos a pasar muy bien. ¿A que no sabes adónde nos va a llevar el abuelo esta tarde?
Santi se frotó los ojos y negó con la cabeza.
-Um... No lo sé -sollozó.
El abuelo le dio un pañuelo mientras Holy se les acercaba.
-¡Hola, Holy! -dijo Santi, más alegre, y le acarició las orejas. Santi quería mucho a Holy y esta noche podía hacer como si fuese suya.
-Abuelo -preguntó Santi, ¿adónde vamos esta tarde?
-Es una sorpresa -dijo el abuelo. Pero vamos a necesitar el coche. ¿Qué te parece si le damos una lavadita?
Y le dio a Santi una gran esponja amarilla y un cubo de agua jabonosa.
La abuela lo llamó desde la cocina:
-Voy a preparar una merienda para llevar. ¿Me quieres ayudar, Santi?
Santi aceptó encantado.
-Al abuelo le gustan los bocadillos de salchicha y a mí los de queso con tomate -dijo la abuela. ¿Y a ti?
-¡El pan untado de crema de chocolate! -respondió Santi, relamiéndose. ¿Y para Holy también llevaremos algo?
-Le llevaremos una de sus galletas -sonrió la abuela.
Con el coche limpio y la merienda preparada, Santi y el abuelo metieron en el portaequipajes todo lo que necesitaban.
La abuela sentó a Santi en el asiento para niños y se pusieron en marcha.
-Ya hemos llegado -dijo el abuelo: el parque.
-¡Genial! -exclamó Santi, impaciente por salir a explorar.
Enseguida encontraron el sitio perfecto para la merienda. Santi se comió con apetito sus bocadillos de chocolate y después el abuelo lo llevó con Holy a dar un paseo por el bosque mientras la abuela dormía una siestecita. Por el camino, Santi vio un parque infantil.
-¿Podemos ir un ratito, abuelo? -preguntó.
-¡Pues claro! -contestó el abuelo, quien primero columpió a Santi y después lo vigiló mientras se deslizaba por el tobogán.
-¡Bien! -gritó Santi. ¡Qué divertido!
Estuvo riendo y jugando con los otros niños mientras el abuelo lo miraba, igual que hacían sus papás.
Cuando llegó la hora de volver a casa, recogieron las cosas de la merienda y las metieron en el coche.
Santi, agotado, se durmió enseguida. Había sido un día muy divertido.
Esa noche, la abuela le hizo una cena especial: salchichas con puré y, de postre, pastel de manzana con helado. Después estuvieron viendo en la televisión los programas favoritos de Santi hasta que se hizo la hora de ir a dormir.
Santi se acostó con el osito de peluche a su lado y el abuelo le preguntó qué cuento quería que le contase.
-Mamá me suele leer éste -dijo Santi, dándoselo.
-Érase una vez... -empezó a leer el abuelo.
Santi se sabía la historia de memoria. Era muy bonito oírla otra vez y enseguida empezó a quedarse dormido, igual que si estuviera en su casa.
Cuando Santi se despertó, no entendía por qué su habitación le parecía tan extraña. Entonces se acordó: ¡estaba en casa de sus abuelos!
-A desayunar, Santi -le dijo la abuela cuando entró para ayudarle a vestirse. ¿Has dormido bien?
-Sí, abuela -contestó.
Para desayunar, la abuela le preparó un huevo pasado por agua, pan tostado, leche y zumo de naranja fresco. ¡Delicioso!
Después Santi ayudó a la abuela a preparar su bolsa. Cuando llegaron sus papás, corrió contentísimo a su encuentro y les dio un abrazo gigantesco.
-¿Te lo has pasado bien? -preguntó mamá.
-¡Sí! -rió Santi. Merendamos en el parque y bajé por el tobogán y paseamos a Holy y el abuelo me leyó un cuento... ¿Puedo quedarme más veces?
Todos se rieron y Holy se puso a ladrar.
-¡Claro que puedes! -respondieron sus papás.


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