Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 16 de enero de 2015

El zorro, el quirquincho y la perdiz .683

Resulta de que el quirquincho preparaba todos los años para el carnaval, sus carpas, sus fiestas, unos bailongos tremendos... Todos los mozos y las mozas solían ir a esas carpas porque el quirquincho es buen músico y toca muy bien la quena. El zorro 'taba envidioso y siempre pensando qué puede hacer para que las mujeres lo sigan a él. Entonces un día, haciendosé el buenito también, le pregunta a la perdiz:
-¡Ay!, comadre, ¡cómo podré hacer yo para aprender a tocar la quena! -dice. Todas las mozas se van con el quirquincho porque él sabe tocar muy bien la quena, y conmigo, yo guitarreo y guitarreo, pero nu hay caso -dice, la gente no se viene conmigo.
-Y bueno, compadre -dice, yo le voy hablar al quirquincho y vamos a ver qué podemos hacer. Yo creo que él enseña también porque a varios les ha enseñado a tocar la quena.
-Pero, ¿querrá enseñarme a mí? Yo creo, que nu hai querer -decía el zorro.
-No, sí hai querer -le dice la perdiz. Ya le voy a hablar yo.
Bué...
Se va la perdiz y le habla al quirquincho, y le dice:
-Mirá -le dice, el zorro quiere aprender a tocar la quena, pero ahora es la nuestra. Ahora nos podemos vengar de todas las que nos hace este sinvergüenza.
-¿Y qué vamos hacer? -le dice el quirquincho.
-Mirá -le dice, lo que podemos hacer, es coserle la boca. Yo le voy a decir que vos le vas a coser la boca, con esa condición, para enseñarle a tocar la quena.
-Bueno, comadre.
Bué... Se ha vuelto la perdiz.
Cuando vuelve el zorro a la casa de la perdiz, le dice:
-Mire, compadre, el quirquincho le va enseñar a tocar la quena a usté, pero con una condición: usté se tiene que dejar coser la boca, porque con la boca tan grande, el aire se le sale para todos lados y es imposible que aprenda a tocar la quena.
-Bueno, comadre.
-Pero, ¿usté va aguantar el dolor, compadre? Mire que duele mucho.
-Sí, voy aguantar; con tal de aprender a tocar la quena, cualquier cosa aguanto.
-Bueno -dice, a tal hora vaya usté a la casa del quirquincho, que él le va a coser.
Se fue, efectivamente, y el quirquincho le fruncía bien la boca, le cosía de un lado, le cosía del otro, hasta que le había dejado apenas un aujerito. Y el quirquincho, contento, le dice:
-Bueno, de aquí a unos cuatro días, que ya 'tén las puntadas ésas, cicatrizadas, venga usté que le voy a enseñar a tocar la quena.
Se fue el zorro y volvió a los cuatro o cinco días. Empezó con las lecciones y le iba, pero, a las mil maravillas. Aprendió a tocar la quena, pero de primera. Ya cerca del carnaval, el zorro se ensayaba todos los días en la puerta de la casa. Y la gente lo escuchaba admirado de sentir qué hermoso sabía ejecutar el instrumento.
Entonce puso él también una carpa. Y toda la gente se iba con el zorro, porque el zorro es más farrista que el quirquincho. Había comprado, pero cantidá de bebidas, de adornos para su carpa, de manera que toda la gente se fue con él.
Bueno... Y una tarde el quirquincho le dice a la perdiz:
-¡Ay! -dice, comadre -dice, yo creo que usté mi ha arruinau el negocio a mí -dice. Yo no vendo ninguna entrada y el zorro 'tá lleno de gente.
-Quedesé tranquilo, compadre, ya va ver lo que le voy hacer yo esta noche. Cuando 'tén bajando al carnaval del cerro, áhi va ser la nuestra.
Bueno, y el zorro venía batiendo banderas. Tenía buenos hombres que tocaban el bombo, cantores y todo. La cumparsa venía de primera. Y la perdiz 'taba echadita, agachadita bien contra la pirca. Y el zorro pasaba bailando. Y sale la perdiz por entre medio 'e las piernas, le pega el silbido ¡Shish!... Y el zorro, ¡guac!... hizo. Había abierto la boca de oreja a oreja otra vez y se le acabó el carnaval. Le quedó más grande la boca todavía.

Delia Corvacho de Saravia, 46 años. Humahuaca. Jujuy, 1970.

Aprendió este cuento a la abuela en Humahuaca, doña Rosa Centini de Uro, nativa de la Quebrada, y que sabe muchos otros. La narradora es maestra de escuela.

La variante del cuento refleja el ambiente de la Quebrada de Humahuaca en la época del carnaval.

Cuento 683 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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