Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 16 de enero de 2015

El tigre, san isidro y el zorro .582

Pues, señores, diz que una vez San Isidro que era melero, había salío pal monte buscando miel. En lo que sacaba una lechiguana, diz que había oído una voz que le decía: ¡Socorro, Isidro, me muero!
Entón, San Isidro diz que se había dao güelta, pa ver di ande salía la voz, pero que nada vía.
Otra vez diz que empezaron unos quejidos muy tristes, como si alguno estuviera finuquiando y nada podía ver San Isidro.
Ya diz que iba a seguir viaje cuando mira pa un lao del camino y lo alcanza a ver a don Ilijonso, el tigre, que había estao apretao con una peña.
Eso no más que vio San Isidro y no quiso ver más. Áhi qui había salío disparando de miedo.
-Venga amigo, ¡no me deje que me voa morir! -diz que le había gritao don Ilijonso. No lo voa comer, ¡no me tenga miedo, señor!
-Güeno, si no me vas a comer te guá sacar la peña.
-Cómo te guá comer, sinó soy tan mal pagao. ¡Nunca me voa olvidar del favor que hagáis agora! -diz que le había contestao don Ilijonso, el tigre.
Entón, que San Isidro le había créido, se había ido y le había levantao la peña. Entón que don Ilijonso pudo salir medio cogiando y quejandosé de dolor, y había quedao echao de dolor áhi no más. Entón que diz que le dice a San Isidro:
-¡Cónque le pagaré tanto favor que me ha hecho, San Isidro, yo que soy tan pobre enteramente!
-Nai, siempre que no me coma, toito está pagao -diz que había dicho San Isidro.
-Qué lo voa comer amigo -diz que había contestao el tigre.
Áhi habían quedao conversando un rato, muy amigos, cuando en eso dice que da un ronquido don Ilijonso y diz que le dice a San Isidro:
-¡Ay! amigo, tres días sin comer nada, y ¡tan gordito que está usté, amigo, y tan lindo pa comerlo, amigo!
-¡Ah! eso sí que no va a suceder, mi amigo -diz que le había contestado San Isidro. Trato hecho que no se güelva afrecho. Usté me dijo que si le sacaba la peña no me iba a comer, y tiene que cumplir su palabra.
-Vea, amigo -diz que le dijo el tigre, tengamé lástima, amigo, tres días hi estao sin comer y si no lo como a usté me voa a morir di hambre.
-Bueno, entón, pa que usté me coma, primero vamos a buscar un juez -diz que había dicho San Isidro. Si él dice que me coma, mi hai comer, y si dice que no, no mi hai comer.
-Güeno -diz que había dicho don Ilijonso, así será. Y tomaron por áhi los dos, buscando un juez justo.
Por áhi en lo que iban diz que lo habían alcanzao a ver a don Gregorio -éste era el güey. Que diz que cuando lo había visto a don Ilijonso, diz que había puntiao disparando de miedo pa medio 'el monte.
-Amigo, amigo, amigo -diz que le había gritao San Isidro. Venga, amigo, hagamé un favor. Páque somos amigos, entón.
-¡Ay!, amigo, sólo por usté me paro. Qué anda queriendo, amigo -diz que 'bía contestado don Gregorio, de lejos no más, y medio temblando de miedo porque lo vía a don Ilijonso.
-Amigo, lo estoy queriendo pa que me sirva de juez, amigo -diz que le había dicho San Isidro.
-Nai, bueno, viamos primero lo que hay, pu.
-Amigo, en lo qu'hi andao meliando oigo uno que me gritaba que lo favorezca. En eso lo veo a don Ilijonso que había estao apretao con una peña. Nai, yo no lo quería sacarlo por que m'iba comer. Que l'hi sacao la peña. Agora me dice que tiene mucha hambre y que me va a comer, por eso le vengo a molestar, amigo, pa que me sirva 'e juez. Si es que me va a comer, que me coma, y sinó, no.
Entón diz que le 'bía contestado don Gregorio:
-Amigo, así no más sucede en esta vida, cuando uno haga un favor espere un mal pago. Vea amigo don Isidro, yo también cuando hi sío joven jui un güey como no había otro. Mi amo me tenía pa Güenos Aires, pa Córdoba, y toitos mis compañeros descansaban por áhi, pero yo no tenía alce. Me hacían llegar di un viaje y ya me prendían pa otro. Así m'hi acabao antes de tiempo, señor, haciendoló ganar a mi amo mucha plata, y agora que soy viejo me han echao pal monte, pa que si engordo, me vendan pal matadero y sinó pa que me coman los caranchos. Ya ve amigo, así sucede siempre. Un bien con un mal se paga.
-Amigo don Gregorio, no me gusta su sentencia, vamos a buscar otro juez más justo -diz qui había dicho San Isidro. Nai, qué más iba decir el güey, si daba en contra e don Ilijonso tenía miedo que lo coma a él.
Güeno, siguieron viaje, por áhi. En lo que iban lu ha alcanzao a ver a don Felipe -éste era el caballo.
¡Qué, cuando lo 'bía visto al tigre, amigo, 'bía puntiau huyendo pa medio 'el monte!
-Amigo, amigo -diz que le 'bía gritao San Isidro. Venga, amigo, hagamé un favor. ¿Pa que somos amigos sinó pa los casos de necesidar?
-¿Qué quiere, amigo don Isidro? Sólo por usté me paro -diz que había dicho don Felipe, bajando las orejas de miedo y medio teniendosé cuando lo vía al tigre.
-Amigo, lo hi llamao pa que me haga un favor muy grande, amigo. Quiero que me sirva de juez en una cuestión que tengo con este señor don Ilijonso.
-Diga no más, señor, qué se le ofrece, que pudiendo ya sabe amigo lu hi di ayudar.
-Amigo, yo andaba meliando, cuando en eso oigo uno que me gritaba y me pedía socorro. En eso lo veo a don Ilijonso que 'bía estao apretao con una peña. Nai, yo no lo quería sacar por que me hacía que m'iba a comer, pero él me dijo que no me 'bía hi comer, y agora que lo hi sacau, ya dice que me va comer no más y por eso quiero que me sirva de juez.
-Vea, amigo -que le 'bía contestao don Felipe, cuando usté haga un favor no espere un buen pago. Yo cuando fui joven, era un caballo como no había otro. Lo hice ganar miles de pesos a mi amo, en carreras, en viajes, en fin. Pa las carreras, amigo, no 'bía quién me gane. Así hi acabao antes de tiempo. Agora, que soy viejo y necesito que me cuiden, me han cebao pa que si engordo me hagan jabón, y sinó, pa que m e coman los cuervos. Ya ve, amigo, que un bien con un mal se paga.
-No, amigo, no me gusta usté como juez. Vamos a buscar otro.
Tomaron pal medio 'el monte, don Isidro y don Ilijonso.
Por áhi dicen que iban, nai, don Ilijonso, que ya contaba muy segura la presa, y don Isidro, nai, que iba muy triste porque toito los jueces se estaban poniendo muy mal pa él. Cuando diz que 'bían empezao a sentir como un ruido a espadas que se venía pal lao de ellos.
-Por áhi se me hace que viene la autoridá -diz que había dicho don Isidro.
Cuando en eso diz que ya la 'taban viendo que venía por un lao del camino. Éste era el alcalde, don Juan el Zorro. Diz que venía con una espada más grande qu' él, torciendosé los bigotes y meniandosé pa toitas partes.
-Salú amigo don Juan -diz que li 'bían dicho a un tiempo don Isidro con don Ilijonso, a la autoridar.
-¿Cómo les va muchachos? -diz que les había contestao la autoridar sin mirarlos siquiera.
Que, diz que don Ilijonso medio había empezao a sentarse pa 'trás, cuando lo 'bía visto no más a don Juan. Porque diz que el zorro le ganó no más al tigre. Como el zorro es tan diablo...
-Mi señor alcalde, a usté lo andoy buscando pa que me sirva de juez en una cuestión con este señor don Ilijonso -diz que había dicho don Isidro.
-Siempre me hai dar qui hacer este viejo overo -diz que había dicho don Juan, diciendo por don Ilijonso. Decí no más, qu' es lo que querís, Isidro, como que juez soy.
-Señor alcalde, en lo qu' hi andao meliando oigo unos gritos y en lo que me doy la güelta para ver quién me llamaba, lo alcanzo a ver que don Ilijonso estaba apretao con una peña. Yo no lu iba a sacar, cuando él me ha pedío de favor que lo saque, que diz que no m' iba a comer -que 'bía contestao don Isidro.
-Güeno, vamos pa que me mostréis a dónde ha estao el viejo -diz que 'bía dicho don Juan, porque yo pa ser juez justo hi de ver primero cómo ha estao.
Güeno, diz que se 'bían güelto pa 'trás. Y por fin habían llegao hasta donde lo había hallao a don Ilijonso.
-Velay, aquí ha estao don Ilijonso.
-Güeno, echate, viejo, como has estao -diz que li había dicho a don Ilijonso, don Juan.
-¡Nai qué!, tuvo que hacer no más caso don Ilijonso. Cuando si había echao, diz que le dice a don Isidro, don Juan:
-¿Y vos solo has levantao esa peña, Isidro? Medio no te estoy crendo. Ma, volvela a poner encima como ha estao pa crerte.
Nai, claro, como don Isidro era juerzudo había levantao a la peña y la había puesto encima de don Ilijonso.
-Güeno, agora, pa que otra vez sepa cumplir su palabra, pegale con l'ojo l'hacha.
Nai, qué, don Isidro antes que había terminado de hablar la autoridar, ya diz que le había asentao con tanta juerza, que ni ¡ay! había alcanzao a decir don Ilijonso. ¡Al otro mundo se jue!
-¡Ay!, amigo. ¡Cónque le voa pagar tantas finezas! ¡Señor alcalde, yo soy tan pobre y nada tengo!
-Nai, an cuando sea con un par de chivitos d'esos que vos tenís tan gorditos y tan churitos, que los hi visto el otro día.
-¡Cómo no, amigo, aunque son dos no más los que tengo, pero l' hi tráir! Usté también ha sío tan güeno, amigo, ¡cómo no l' hi regalar!...
-Güeno, por áhi, en la orilla de tu cerco hi de andar mañana, por áhi me lo has de llevar. Mañana tempranito yo hi de andar por áhi. Güeno, entón, adiós.
-Güeno, adiós, señor alcalde, ¡muchas gracias!
Nai, diz que se habían despedido muy amigos. Nai, a don Juan diz que ya le parecía que estaba haciendo sonar los güenos de los cabritos. Y diz que decía:
-¡Qué güenos bocaos me voa comer mañana! ¡Si no hay otro como yo pa juez! ¡'Tá que me voa poner las botas con el Isidro tonto! Sobre que l' hi visto unas gallinas tan lindas... Y unos patitos... Qué les guá decir. Después que los coma a los chivitos l' hi de hacer la propuesta que me los venda. Me l' hai de dar no más -Y diz que 'bía suelto una carcajada muy contento.
¡Nai, que!, eso que se 'bían separao don Isidro también diz que había empezao a pensar en sus cabritos.
-Nai, no me está gustando nada lo de mis cabritos -diz que decía, y sobre todo que me los ha regalao mi comagre Cecilia, ¡qué le guá dar! ¿No ven? ¿Este pícaro hai querer que le dé mis chivitos? No, no ti dar nada... Pero, este canejo no me va dejar de embromar. ¡Qué voa hacer por Dios! Güeno, don Gregorio y don Felipe me han dicho que «un mal hai de pagar». Güeno, yo también no m' hi quedar atrás. Yo también lo hi de embromar a don Juan Alcalde. Vamos a ver cómo salimos.
Al otro día bien temprano diz que andaba rondiando el cerco don Juan, lamiendosé los bigotes, diz que andaba. De vez en cuando diz que daba un grito ¡cuac!... que decía pa que don Isidro no se olvide d' él.
Ya diz que lo había visto también a don Isidro que venía cargao con una bolsa.
-¡Ajá! ¡Ya viene Isidro! ¡Pucha que parecen gorditos, preparesén dientes!
-Güen día, señor Alcalde, ya l' hi tráido los chivitos -diz que había dicho San Isidro.
-Qué tal, amigo, bajelón no más. Los voa a tantiar primero -diz que había dicho Juan. ¡Ajá! ¡Gorditos parecen! Abra la bolsa, voa a jugar un ratito primero hasta que se me alijen las uñas un poquito.
-Güeno, señor, preparecé no más. No, que van a querer huyir -dijo San Isidro.
Que antes qui habían acabao de hablar, diz que habían salío dos caschis lanudos, y cuando lo 'bían visto a don Juan lo 'bían puntiao corriendo. Que don Juan no hay quien lo gane en listo, diz que también había puntiao saltando zanjas, alambraos, cercos. Diz que iba y que decía por áhi:

Arriba piernas,
abajo zambas,
que en esta vida
no se paga más que con trampas.

Y los caschis diz que, ya ti agarro y no te agarro, diz que lo tenían.
Por áhi había encontrao una cueva y áhi se 'bía suelto don Juan. Áhi si había podío salvar don Juan Alcalde. Nai, que los galgos diz que 'bían quedao al lado 'e la puerta, no más. Güeno, después que le 'bía pasao la sustiada, don Juan diz que empieza a verse las patitas, y diz que decía:
-¡Ah, mis patitas!, se han portao azora. ¡No hay otras como las mías! Tan churitas y tan ligeras, qué se habían de dejar correr con esos caschis tan fieros.
En eso diz que se ve la cola sucia y que dice:
-¡Ve! Esta cola no sirve para nada. ¡Comela, comela perro, comela! -y diz que iba reculando pa 'trás, pal lao la puerta, sin crer que áhi 'taban los perros.
Cuando en eso me lo 'bían agarrao los galgos, lo 'bían sacao de la cola y me lo había hecho charqui. Nai, don Isidro 'bía quedao riendo de la trampa que le 'bía hecho al zorro.
Nai, yo dentré por un zapato roto pa que usté me cuente otro.

Cecilio Panta, 71 años. El Molino. Chicligasta. Tucumán, 1946.

Campesino rústico. Muy buen narrador.

Cuento 582. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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