Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 16 de enero de 2015

El rey de los pajaritos y la lechuza .665

El rey de los pajaritos tiene el poder de comerse a todos los pájaros. Él los llama con un silbidito largo y perdido, y áhi vienen todos revolotiando alrededor d'él, y áhi elige el que quere y lo come. Ése es el poder que tiene.
Que la lechuza había sacau pichones y ya 'taban grandecitos los hijitos. Y si anotició de qui andaba por esos mundos el rey de los pajaritos haciendo de las suyas. Y no sabía cómo hacer para que éste no le coma los hijos. Y resolvió de ir a conocerlo y hacerse amiga.
Y áhi jue y lu habló y s'hicieron muy amigos y le pidió tamén que li alce los hijos, que si hagan compadres. Y han quedau en eso.
Y güeno, que le dice la lechuza:
-Vea, compadre, no me vaya a comer los hijitos cuando yo salga a buscar comida, ¿oye?
Y güeno, comadre, pero yo no los conozco a sus hijitos, digamé cómo son.
-Mire, compadre, usté los va a conocer cuando los vea, son los más bonitos. Usté los va a ver entre los otros y los va diferenciar por bonitos que son.
Y que un día el rey de los pajaritos 'taba con hambre y empieza a llamar a los pajaritos. Y ya comenzaron a cáir de todos los pajaritos chicos y a revolotiar, ¡pobrecitos!, asustados alrededor del cazador. Y cuando iba a cazar, si acuerda, pues, del pedido de la comadre lechuza. Y empezó a mirar y a remirar. Y claro, había muchos pajaritos bonitos y no sabía cuáles eran los más bonitos. Entonces pensó de comer los más feos, para acertar. Y áhi vio unos pichones ojos saltones, con el pico ganchudo, con las plumas descoloridas y alborotadas, los más fieritos de todos, y se los comió. Y justo, eran esos los hijos de la comadre lechuza.
Ya cuando vino la lechuza y vio que andaba por áhi el rey de los pajaritos, claro, se dio cuenta de lo qui había pasado, y llorando, muy sentida, le va a decir al compadre:
-Pero, compadre, ¿no le dije que no me comiera los hijitos? Yo le dije, tuavía pa que los reconociera, que eran los más bonitos.
-Sí, comadre, pero yo m'hi como los fieritos que han estau áhi. ¡Cómo puede ser eso!
Y claro, como nu hay hijos feos para la madre, la lechuza lo confundió al compadre. Y por eso, cuando una madre alaba a los hijos, dicen la gente, los hijos de la lechuza han de ser.

José García, 80 años. San Martín. San Luis, 1933.

Cuento 665. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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