Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 16 de enero de 2015

El premio al que mejor vuela .786

En el tiempo que los animales hablaban, se reunían los pájaros una vez al año y hacían concursos de vuelo. Daban un lindo premio para el que hacía el vuelo mejor.
Una vez se juntaron todos los pájaros y pusieron los jueces que iban a dar los premios. Y se presentaron los mejores voladores. Tenían que hacer pruebas y hacer ver cómo resistían todas las clases de vuelos.
Es así que en el concurso se inició el primer vuelo con una paloma. Voló muy bien y todos aplaudieron. Luego voló la golondrina y se lució con sus vuelos y la concurrencia aplaudió más todavía. Después voló la calandria, voló el casero, voló el teruteru y así desfilaron varios pájaros. Luego voló la lechuza, que con su vuelo tan especial, que se queda en el aire sin moverse y hace giros que no lo hacen otros, parecía que iba a ganar el premio y todos la aplaudían. Pero resulta que faltaba volar al loro, un loro grande, un papagayo. Y ya iba a salir el loro. Y como en esos tiempos las aves fumaban cigarros de hoja, un bandido de los que estaban ahí, que no se supo cuál fue, le arrimó debajo de la cola al loro, en un descuido, un cigarro, encendido, y se lo metió mientras que todos gritaban:
-¡Que vuele el loro! ¡Que vuele el loro! ¡Hay que seguir hasta que háyamos terminado!
Entonce el loro arrancó vuelo a toda velocidá, haciendo unos virajes extraordinarios. A causa del aletiar de las alas, se le encendió más y más el cigarro y le quemaba la cola. Entonce el loro empezó a volar arrastrando la cola en el suelo. Y subía y bajaba y hacía mil piruetas y se seguía arrastrando a ver si se podía sacar el cigarro, hasta que aterrizó definitivamente y ganó. Ganó el loro. Todo el mundo aplaudía y todos pedían que dijera cómo había aprendido esas refaladas, torcidas y vueltas y revueltas.
-¡Que diga! ¡Cuando sepamos, lo vamos hacer nosotros! -gritaban todos.
Entonce el loro habló:
-Bueno, señores, yo he ganado haciendo muchos sacrificios y sufriendo muchos dolores.
Entonce se dio vuelta el loro y mirando, dijo con voz bajita:
-Yo he ganado, ¿pero cuál es el hijo 'e puta que me ha puesto en el trasero el cigarro encendido?

Héctor Maritano, 57 años.

San Genaro Norte. Estancia. La Lolilla. San Jerónimo. Santa Fe, 1961.

Hacendado. Muy buen narrador.

Cuento 786 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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