Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 31 de enero de 2015

El platano magico .099

Un hombre vivía en un poblado con su mujer y sus tres hijos. Eran tan miserables que muchos días no tenían para comer sino cocos. El hombre estaba desesperado y se adentró llorando en el bosque.
«¿Qué es lo que te pasa?». El hombre volvió la cabeza y vio que el que le preguntába era un mono. Sorprendido, le contó su desgracia. El mono se compadeció de él: «Voy a ayudarte. Junto a ti está un plátano mágico. Si lo coges del árbol y lo pones en el suelo, te dará todo lo que le pidas. Luego, vuelve a colocarlo en su sitio». Y desapareció entre los árboles.
El hombre se dirigió hacia el lugar que el mono había señalado. Cogió el plátano, lo puso en el suelo y le indicó: «Quiero comen». Al instante, aparecieron toda suerte de sabrosos manjares. El hombre los comió satisfecho y volvió a colocar el plátano en su lugar. Al llegar a su casa, su mujer le había preparado unos cocos. Pero él dijo que no tenía hambre y se fue a acostar.
Esto lo hizo muchas veces. Y, como nunca aceptaba la comida que su mujer le daba, un día su hijo pequeño le siguió hasta el bosque y descubrió la causa de tanta desgana. Cuando el hombre regresaba a casa, el chico cogió el plátano, lo metió en un saco y se lo llevó a su casa, donde lo escondió debajo de la cama.
Cuando, a la mañana siguiente, su padre emprendió de nuevo el camino del bosque, el muchacho llamó a su madre y a sus hermanos y les contó lo sucedido. Pusieron el plátano en el suelo, le pidieron comi­da, saciaron su hambre y escondieron de nuevo el plátano debajo de la cama.
Mientras tanto, el hombre había llegado a su árbol secreto. Y, al ver que su plátano mágico había desaparecido, se echó a llorar de nuevo. Al oír sus gemidos, acudió de nuevo el mono y le explicó: «Esto te pasa porque no has querido compartir tu suerte ni siquiera con tu familia. Sígueme, y en otra parte del bosque te mostraré otro plátano má­gico».
El hombre siguió al mono. Pero, al poner el otro plátano en el suelo, en lugar de aparecer comida aparecieron cuatro hombres robus­tos que le pegaron una soberana paliza.
Llegó a su casa moribundo: «No voy a vivir mucho tiempo, pero alguien me ha pegado y no sé la causa». Su mujer le espetó: «No has tenido la generosidad de compartir tu suerte con nosotros. ¿Por qué te extrañas ahora, si la suerte te ha vuelto la espalda?». El hombre murió y su familia, que guardó celosamente el plátano mágico, no pasó ham­bre nunca más.

Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat


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