Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 31 de enero de 2015

El perro y la tortuga .066

El perro y la tortugai vivían en el mismo poblado y eran vecinos. Cada vez que el perro salía de casa, quedaba embelesado por el buen olor que salía de la cocina de la tortuga. Así que un día le preguntó de dónde sacaba tan buena comida, para poder acompañarla y traer a su casa algo tan excelente.
La tortuga se opuso: «Esta comida voy a robarla a un lugar que pertenece a un demonio. No debes acompañarme, porque ese demonio tiene muchos vigilantes; y, si te cae un fruto en la cabeza, empezarás a aullar y llamarás la atención». El perro insistía y se comprometió a no levantar la voz por nada del mundo. Al fin, la tortuga accedió a que la acompañara.
Al llegar al terreno del demonio, vieron que los vigilantes estaban dormidos. Aprovecharon la ocasión y empezaron a comer carne seca. Un fruto cayó sobre la tortuga, pero ésta, protegida por su caparazón, no dijo nada, Empezaron también a recoger frutos, y uno de ellos cayó encima del perro. Éste lanzó un aullido tan grande que todos los vigi­lantes se despertaron asustados, persiguieron a los dos animales y los encerraron dentro de una casa.
La tortuga sugirió a los vigilantes: «¿Por qué nos tenéis en la habita­ción grande de la casa, donde podemos ensuciarlo todo? Sería mejor que nos encerrárais en el cuartucho que utilizáis como retrete. Y, ade­más, allí os sería más fácil vigilarnos». Los vigilantes vieron que lo que decía la tortuga era razonable, y allí los encerraron.
Cuando llegó el demonio y se enteró de que los vigilantes habían atrapado a dos ladrones, quiso comérselos inmediatamente. Pero la tortuga, que iba a ser la primera en morir, le hizo observar: «¿No ves que aquí he quedado llena de mierda? Ordena a uno de tus vigilantes que me lleve hasta el río, donde yo misma podré lavarme». El demo­nio vio que la tortuga había hablado razonablemente. Uno de los vigi­lantes acercó a la tortuga al río, y ésta empezó a lavarse. Luego le dijo:
«Échame en un lugar más profundo, para que pueda lavarme mejon». El vigilante, que tenía que devolver a la tortuga perfecta-mente limpia, así lo hizo. Y la tortuga se echó a reír: «¿Tan tonto eres que no sabes que soy un animal de río? Pues jamás volverás a verme». Y se fugó.
El demonio echaba chispas por la boca. Y arremetió contra el pe­rro: «Tú tendrás que pagar por los dos. Te voy a matar ahora mismo». El perro suplicaba clemencia, y aseguraba no saber que lo que estaban recogiendo perteneciera a otro. Pero el demonio no quiso perdonarle: «¿Es que alguna vez viste que la tortuga pusiera trampas en el bosque o cultivara una finca? ¿Cómo puedes decir que no sabías que vivía de lo que robaba a los demás? Mis vigilantes van a llevarte al bosque para matarte».
El perro vio la muerte ante sus ojos. Pero, cuando los vigilantes ya le habían conducido al lugar fatídico, se dirigió a uno de ellos y le rogó: «Por lo menos, deja que vaya un momento a hacer mis necesidades». El vigilante se lo permitió. Y el perro, al verse libre, se adentró corrien­do en la espesura del bosque y no volvió a aparecer jamás.
Cuando el demonio supo que el perro también había conseguido huir, ordenó que mataran al vigilante que le había permitido escaparse. Y allí mismo se lo comieron.

Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 055


i Muchos de los cuentos ndowe son parecidos a los de otras culturas. A título de ejemplo, señalemos que éste parece una versión paralela de uno annobonés. Decir que un cuento procede «de tal lugar» carece de sentido.

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