Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 31 de enero de 2015

El perro y el resto de los animales .042

Los hombres y los animales vivían juntos en el mismo poblado. Los hombres despreciaban bastante a los animales: «No sabéis nada de nada, y no razonáis las cosas que hacéis». Los animales aceptaban que esto era verdad, porque al fin y al cabo los hombres les alimentaban.
Pero no pasaba lo mismo con el perro, al que los hombres conside­raban como un amigo: le invitaban a comer a su casa, e incluso le daban como comida a otros animales. El perro, sin embargo, no co­rrespondía al trato de favor que recibía de los hombres, y les robaba cuanto podía.
Un día, un hombre había traído pescado a su casa. Su mujer lo preparó y lo dejó en la cocina. El perro, por la noche, excavó un agujero hasta la cocina y robó todo el pescado. Por la mañana, le preguntaron si había visto al ladrón; y contestó: «Yo creo que debe ser la cabra, porque tiene unas orejas que parecen cucharas». El hombre se acercó a la cabra y vio que, efectivamente, tenía unas orejas parecidas a las cucharas. Se enfadó mucho con ella y le cortó las oreja. Ya lo dice el refrán: «Cuando el perro roba algo, cortan las orejas a la cabra».
Un tiempo más tarde, volvió a suceder lo mismo: el perro, por la noche, robó todo el pescado que un hombre había traído. Por la maña­na, volvió a acusar a la cabra. El hombre acudió al lugar donde se encontraba la cabra y vio que ésta estaba enferma y hambrienta. Pero el perro insistía: «¿No ves cómo está masticando?». La cabra protestó: «Pero ésta es la costumbre que tengo: trago el alimento y lo voy masti­cando lentamente»i. Sin embargo, sus protestas no sirvieron de nada, y le cortaron las orejas de nuevo.
La tortuga estaba irritada: «No hay derecho a lo que está hacien-do el perro. Tenemos que defender a nuestra compañera la cabra». Aquel día, un hombre regresó al poblado con un buen cesto de pescado. Su mujer lo preparó y lo dejó en la cocina. Por la noche, la tortuga se acercó a la casa y excavó un agujero muy profundo. Cuando vino el perro para intentar robar el pescado, cayó en ese agujero y quedó atra­pado.
Por lá mañana, los hombres vieron el agujero y pensaron que la cabra había robado otra vez el pescado. Pero la tortuga, que estaba atenta a su conversación, les dijo: «Yo fui la que excavó ese agujero, para atrapar al ladrón. Si no ha podido escapar, todavía le encontraréis allí». Y, efectiva-mente, los hombres miraron el agujero y vieron que era el perro quien había intentado cometer el robo.
Le dieron tal paliza, que desde entonces ha escarmentado. Y no solamente no ha vuelto a robar, sino que es el mejor vigilante que tienen los hombres.

Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 055

i Un episodio similar da lugar a un cuento fang.

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