En
un poblado vivían tres amigos: uno de ellos era un buen chico, pero
ignoraba que sus dos compañeros eran unos ladrones. Estos dos se
apartaban de él cuando querían dedicarse a robar, algo. Y siempre
discutían entre ellos cuál era el mejor ladrón de los dos.
Un
día, un hombre dé un poblado vecino les encargó un trabajo y les
pagó por él bastante dinero. Con ese dinero, uno de los chicos
aprendió a disparar; otro, se compró una escopeta; y el tercero se
compró un cartucho.
Regresaban
a su poblado por la playa, cuando apareció ante ellos un gran mono.
El que se había comprado un cartucho, quiso tirárselo; pero los
otros le detuvieron: «No vas a hacerle nada con este cartucho, a no
ser que lo pongas en la escopeta». El muchacho ofreció el cartucho
al que se había comprado la escopeta; éste metió el cartucho
dentro del arma, y quiso lanzársela al animal; pero el tercero
le detuvo: «Si le tiras la escopeta como si fuera una lanza, tampoco
le harás daño. Déjame la escopeta, porque yo he aprendido a
usarla». Y, efectivamente, el tercer muchacho fulminó al mono
con un disparo certero.
Los
tres chicos, satisfechos por la caza obtenida, partieron al mono en
cuatro partesi.
Cada uno de ellos tomó una, pero pronto empezaron a discutir
por la restante. Cada cual creía tener su derecho: el que había
comprado el cartucho, porque sin el cartucho no hubieran podido
cazar al mono; el que había comprado la escopeta, porque sin ella no
hubieran podido disparar; y el que había disparado, porque era él
quien había dado muerte al animal con su buena puntería. Como no se
ponían de acuerdo, el muchacho que no era ladrón renunció a la
cuarta parte del mono y se dirigió de regreso al poblado.
Y,
como los otros dos siguieran discutiendo, se adentraron en el bosque
y dejaron la parte restante del mono en la playa. Una vez en el
bosque, uno de los chicos vio que en lo alto de un árbol espinoso se
encontraba una paloma incubando unos huevos, y propuso: «Si eres
capaz de subir al: árbol y robarle a la paloma uno de sus huevos,
creeré que eres el mejor ladrón del mundo; y la parte restante del
mono será para ti. En caso contrario, yo me quedaré con ella».
El
otro muchacho aceptó el trato. Se acercó al árbol y empezó a
trepar por el tronco. Pero no se dio cuenta de que el otro le seguía
y de que, mientras iba subiendo, le iba quitando la ropa: le robó
las zapatillas, la camisa, los pantalones y los calzoncillos; y
le dejó desnudo. Él no se daba cuenta de nada: llegó hasta la copa
del árbol, cogió uno de los huevos que la paloma estaba incubando y
bajó al suelo completamente satisfecho.
«¿Te
has dado cuenta de que soy el mejor ladrón que existe? Mira qué
huevo más grande le he quitado a la paloma». Su compañero le
replicó: «Pero, ¿todavía no te has dado cuenta de que mientras
ibas subiendo al árbol te he dejado desnudo? Yo say, mejor ladrón
que tú». El primer chico se irritó mucho, y empezaron una nueva
pelea. Mientras ésta se producía, un hombre que pasaba por la
playa tomó la cuarta parte del mono y se la llevó a su casa.
Cuando
los dos ladrones, llenos de golpes y de heridas, regresaron al
poblado, el chico bueno les preguntó cuál de ellos se había
quedado con, la cuarta parte del mono. Le explicaron todo lo que
había sucedido, y él concluyó: «Es mejor dejar una cosa que
pelear por ella»
Y
cada cual comió la parte que le había tocado.
Fuente:
Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1
anonimo (guinea ecuatorial) - 055
i
La
participación injustificada en cuatro partes prepara la posibilidad
de proseguir la estructura habitual.
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