El
loro y el tucán vivían en el mismo poblado como grandes amigos.
El loro era mucho mejor cazador; pero, cuando al tucán le faltaba
alimento, iba a la casa del loro y éste le daba carne. A pesar de
que siempre le decía al tucán que volviera cuando le faltara algo,
éste sentía vergüenza y temía que algún día el loro se hartara
de él.
Un
día, el tucán tuvo que volver a la casa del loro, y le encontró
sosteniéndose con una sola pata. El tucán no advirtió la otra pata
debajo de las plumas de la barriga del loro, así que le preguntó:
«¿Qué has hecho con tu otra pata?». El loro quiso burlarse de él
y le dijo: «¿Todavía no sabes que una pata es la mejor arma que
existe? Ahora mismo, mis hijos, se la han llevado; y volverán
cargados de piezas de caza para comer».
El
tucán pensó que ya tenía su problema solucionado. Y, al llegar a
su casa, llamó a sus hijos y les ordenó que trajeran un hacha para
cortarle una pata. Los hijos del tucán no estaban convencidos de las
razones de su padre, pero finalmente obedecieron y cortaron la pata
del tucán. Éste aguantó como pudo el dolor, hasta que sus hijos
regresaron del bosque: «Papá, esta pata no sirve como arma. Al
contrario, a medida que pasa el tiempo se va pudriendo».
El
tucán volvió a la casa del loro y le contó lo sucedido. El loro no
podía contener la risa: «¿Cómo has podido creer que una pata
puede usarse como si fuera un arma?». Y, al decir esto, sacó su
otra pata de debajo de las plumas de la barriga y el tucán vio con
horror que le había engañado.
El
tucán murió al cabo de unos días, a consecuencia de su herida.
Pero antes de morir llamó a sus hijos y les advirtió: «Copiar es
bueno. Pero si queréis copiar algo de alguien, primero tenéis que
reflexionar y comprobar que aquello que os dice sea cierto».
Fuente:
Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1
anonimo (guinea ecuatorial) - 055
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